lunes, 18 de diciembre de 2017

La navidad .

Es indudable que diciembre que diciembre es el mes más excepcional del año. En efecto, un decorado especial de luces multicolores, festones y villancicos predisponen a la población para conmemorar , según la tradición católica, el nacimiento de Cristo bajo una atmósfera singular que deja una pincelada de colo exorcizando los grises tonos de la cotidianidad inherentes a un descafeinado año dedicado al trabajo. Hasta la naturaleza contribuye a ello, o al menos así era cuando el calentamiento global no había afectado los ciclos de verano e invierno, pues las noches de diciembre son tan claras y tachonadas de estrellas que Rafael Pombo las comparaba con la imagen de un rey que abre las puertas de su palacio para permitirle a sus súbditos ver en todo su esplendor la belleza de su trono.

 La escena del nacimiento que proyectaba todo su mensaje de paz. (Foto internet)


En esta época del año, la nostalgia nos obliga a recordar la navidad de antes y al compararla con la de hoy, notamos tan marcadas diferencias que nos sentimos fuera de contexto, aves raras, lobos esteparios atrapados entre dos épocas separadas por fronteras arcifinias. Diciembre era el mes donde la cohesión social, propia de la herencia colectiva y solidaria de nuestra cultura , se manifestaba en toda su plenitud; todo giraba en torno al pesebre y en su diseño y  elaboración se empleaba una verdadera división doméstica del trabajo, coordinada por "ese Dios sin ateos", que era la madre, quien asignaba funciones:obtener en la galería los cajones que estrategicamente ubicados formarían la infraestructura de las significativas escenas del nacimiento; sobre esta base, se desplegaba el papel, previamente pintado de verde con anilina vegetal, perfilándose poco a poco los espacios donde se ubicarían las aldeas, dehesas, hondonadas, cascadas;  el pesebre de entonces carecía de la nieve con la cual asocian ahora la celebración, tampoco los desiertos propios de las escenas bíblicas, resaltando las casitas de cartón desarmables que evocaban nuestras raíces y sobre todo la accidentada topografía propia de las laderas andinas. Previamente, toda la familia se desplegaba en alegre y emotiva comitiva sobre las faldas de las colinas que enmarcan ese plano inclinado donde se asienta la ciudad en busca de musgo, chamizos, troncos añejos, bromelias y cardos para matizar y ornamentar las evocativas imágenes, hecho que hoy confieso, con la esperanza que haya prescrito cualquier proceso administrativo, disciplinario o penal por tal concepto.


..El imperio de la imaginación infantil sentaba sus reales en escenas como las de un jinete cabalgando en un feroz tigre, una locomotora atravesando un indiferente rebaño de ovejas...(foto internet)


Ya no queda rastro alguno del pesebre de ayer, que por ser descomunal se le asignaba un cuarto exclusivo en las casas y en la que el imperio de la imaginación infantil sentaba sus reales en escenas como las de un jineta cabalgando en un feroz tigre, una locomotora atravesando entre un indiferente rebaño de ovejas cuidadas por un pastor manco y con la cabeza remendada y un fantástico paisaje de fondo, formado por torrentosas cascadas de algodón, desprendidas de enormes peñascos de papel encerado culminando su vertiginosa caída en estanques de espejos rotos donde nadaban patos de carey y la  caravana de los tres reyes magos que lucían gigantescos atravesando las pequeñas aldeas.

Todo esto era presidido por la escena del nacimiento proyectando su mensaje de paz sobre el hermoso entorno. Bajo este apacible céfiro se celebraba la Navidad y mientras los adultos preparaban para obsequiar en las novenas exquisitos platos de nuestra cocina criolla, la jauría de muchachos convertidos en verdaderos torbellinos con piernas perseguían a los globos hasta donde tocaran pared, regresando exhaustos exhibiendo como preciados trofeos los restos humeantes del vencido globo, con la ropa hecha jirones y las devastadoras mandíbulas de un feroz mastín impresas para la posteridad en sus adoloridos glúteos.

Durante nueve días los niños se desplazaban por todas las casas del barrio, con sus panderetas hechas con tapas de cerveza aplanadas y engarzadas en un alambre, maracas, pitos y otros instrumentos musicales elaborados artesanalmente cantando villancicos y rezando con fervor la novena de aguinaldos , una novena que ha integrado a la población colombiana durante más de cien años y escrita por , Bertilda Samper Acosta nacida en Bogotá en 1856 e hija del célebre matrimonio formado por una de las grandes escritoras del país, Soledad Acosta y el brillante literato, prestante líder político José María Samper.

Abundaba la natilla, los vecinos sin distinción de clase intercambiaban este plato tradicional y nunca hastiaba ni saturaba porque tenía un ingrediente que le daba un sabor especial: el afecto con que se preparaba y el sincero cariño con que se ofrecía. El licor era controlado pues había que ir sobrios a la misa de gallo.

Los Villancicos, como el pesebre han sobrevivido al paso de los años, tras la Reforma religiosa que distanció a Inglaterra de la Iglesia Católica, los frailes fueron expulsados y la navidad prohibida, pero si con ello se logró borrar el rastro de sus canciones en las cortes , en cambio fue imposible desarraigar del campo las antiguas costumbres navideñas. Los carols, villancicos ingleses, se convirtieron en baladas populares, preservadas "en voz baja" y sus letras escritas a mano en burdas hojas circularon de casa en casa y permitieron guardar los ecos de estas canciones recogidas por el recuerdo amoroso de las gentes del pueblo." Adriana Herrera Téllez , Todo sobre la Navidad.  


Aún se conserva la tradición iniciada hace más de mil doscientos años en la aldea de Greccio, Italia, cuando Francisco de Asís, reuniera a los campesinos del lugar y representara en vivo a la luz de las antorchas la escena del nacimiento. Así el joven de los pies descalzos , que quería suplicar del emperador una ley para que en la Nochebuena  todos cuantos pudieran arrojasen por los caminos trigo y otros granos a fin de que también las avecillas se regocijaran en ese día y que recorrió las aldeas de Italia predicando su júbilo y llamando a hombres, peces y pájaros a entonar un mismo cántico de alabanza al Señor , no sólo dejó una oración `por la paz que ha sobrevivido a todas las guerras del mundo, sino que encontró el modo más sencillo de hacer que en lo sucesivo , al menos una vez cada tanto, los seres humanos nos hiciéramos niños: el pesebre.(Adriana Herrera Téllez , Todo sobre la Navidad) 


Aunque este apacible decorado ha cambiado pues hoy Colombia es un país laico, con libertad de cultos, el pesebre es sintético y ocupa un lugar secundario en la celebración eclipsado por una sociedad de consumo que impone regalos forzados y por momentos se sumerge  en una vorágine etílica y económica, el mundo Católico sigue cantando los villancicos, los mismos que en la época colonial fueron prohibidos por la misma iglesia por ser "bullozos" y contrarios al respeto debido al culto cristiano,  pero siempre "terminó imponiéndose la sentencia, dice Adraiana Herrera T., de que "el que canta, ora dos veces y las gentes continuaron  alabando a Dios con expresiones propias. Y aún no se ha borrado de la memoria colectiva lo que la tradición conoce como el Milagro de Belén, cuando el Rey de Reyes nació en un establo en señal de humildad en rechazo a la desbordada opulencia de quienes como príncipes se pasean "con su corona de hielo bajo el sol" .

Teniendo presente este mensaje prevalecerá la solidaridad y la comprensión con los que sufren y renacerá el espíritu de la navidad de ayer con su mensaje de solidaridad y tal vez así como nos lo cuenta Euclides Jaramillo , volveremos a escuchar el coro de voces infantiles que antes cantaban: "Esta noche es Navidad, noche de andar en pandillas; los unos comiendo rellena, los otros comiendo natilla".

Tomado del libro: Santa Rosa de Cabal, historia, crónicas e imágenes del autor del presente blog, Jaime Fernández Botero.


Esta año, Santa Rosa , también se bañó de luz y de color para continuar la tradición.

          

viernes, 15 de diciembre de 2017

La salud en Colombia: entre lo surrealista y lo macabro





La salud en nuestro país ha oscilado en el rango marcado por lo surrealista y lo macabro. Ya desde los albores de nuestra fundación se creó una junta de salubridad con la doble función de prevenir y combatir enfermedades y ejercer las funciones administrativas de clasificar a los ciudadanos según su capacidad económica, para cumplir con las obligaciones de trabajar en las obras públicas. La lucha de los primeros pobladores contra la viruela, disentería, sarampión, enfermedades respiratorias y otros tipos de patologías fue titánica y llegó a niveles inimaginables en la época actual:




Vacuna contra la viruela aplicada en en el siglo XIX. (Tomado de Internet)


Para combatir la viruela, que dejaba al sobreviviente ciego o desfigurado, era necesario escoger al niño más robusto y sano de la aldea, quien tenía el dudoso honor de ser convertido en conejillo de indias, inoculándole el virus o “pus” de la viruela debidamente atenuado y obtenido de las costras de las reses infectadas con el referido germen. El organismo del rubicundo infante generaba los anticuerpos con los cuales se vacunaban “brazo a brazo” los demás niños y a la población en general. Si la situación se complicaba, era necesario habilitar el matadero municipal como hospital,  con el fin de aprovechar sus precarias instalaciones, ubicadas en las afueras de la aldea para tratar allí a las víctimas del tenebroso flagelo. Cuando esto ocurría, se les permitía a los “matanceros” sacrificar en el campo a las reses para mantener el abastecimiento de carne.



Amputación. (Tomado de internet)


 No había médicos; los accidentes eran frecuentes, en especial los causados por los trapiches que desgarraban y trituraban los miembros de quienes trabajaban en las moliendas y el encargado de cercenar los destrozados brazos era el carpintero municipal, quien tenía licencia escrita expedida por el alcalde para “practicar amputaciones”, complementando no pocas veces su dramática operación, con un pegote de telarañas con propiedades, según las creencias de entonces, de ser un efectivo anticoagulante. Los tratamientos folclóricos, pintorescos y hasta mágicos eran también muy comunes: los orzuelos se curaban untándose babas en ayunas; al niño que se demoraba en hablar le preparaban un afrechero o pinche y más de una vez nos tocó ir a las mangas a conseguir boñiga de vaca para  mezclarla con leche caliente y así con esta amarga pócima curar la buenamoza.



La salud en Colombia. Caricaturista de la Patria  de Manizales.( tomado de Internet)


Hoy en Colombia, en pleno apogeo de la ciencia terapéutica, pasamos de lo surrealista a lo macabro: mientras se lanzan las campanas al vuelo por la obtención de la paz, nuestro gobernante se pasea por el mundo preconizando las bondades de su gestión y los representantes  le embuten a la Constitución “sapos, micos y conejos”, el pueblo es rechazado en clínicas y hospitales cuando requiere atención médica, sufriendo  el paseo de la muerte;  el paciente ve con angustia como le niegan una cita, después de pasar en vela una noche a las puertas de una EPS asaeteado por el dolor y las madres, sienten la impotencia  de ver la vida de sus hijos apagándose en medio de convulsiones y agónicos estertores,  sin atención que atenúe el  drama y la imposibilidad de obtener el suministro de la providencial medicina que  garantice derecho fundamental a la vida. Sin embargo, no toda Colombia se resignó a estar encandilada con el circo o sainete de corrupción, sofisma e insensibilidad montada por la  la dinastía que nos ha gobernado: en Cartagena, un grupo de médicos impactados por las desgarradoras escenas de ver el suplicio de numerosos niños agobiados por enfermedades terminales, después de agotar tutelas e incidentes de desacato, decidieron como desesperado recurso demandar al Estado Colombiano ante La Asociación Interamericana de Derechos Humanos. La cruda evidencia obligó a la referida entidad a exigirle a los gobernantes las medidas mínimas para proteger la vida de los infantes; sin embargo, el drama continúa para un gran sector de la población infantil  del país.



 Nadie se ruborizó por el fallo que desnuda la falacia de nuestro “Estado Social de Derecho”; lo anormal se ha incorporado a nuestra cotidianidad y la desesperanza aprendida invadió al cuerpo social. Nuestro sistema, dice un ciudadano, dominado por “ira e intenso dolor, motivado por grave e injusta provocación”, logró sutilmente la macabra eficiencia que tuvieron los nazis en destruir la vida humana; pero sin emplear sus siniestras cámaras de horror. ¡ no hay derecho¡