Magan Chela, un Hindú en tierras del
café.
Por Jaime Fernández Botero.
No eran pocos los extranjeros que en 1.935 estaban radicados
en Santa Rosa de Cabal, dedicados especialmente al comercio y los más holgados
económicamente a la agricultura. Habían llegado de lejanas tierras tratando de
dejar atrás el fantasma de la guerra y el hambre que los asolaba buscando en
América, tierra de oportunidades, opciones para desarrollar sus iniciativas y
facultades creadoras en un medio que aunque limitado e incipiente
económicamente, ofrecía halagadoras perspectivas de progreso en un futuro no
muy lejano.
El tren , principal medio de transporte de la época pasando por el viaducto de La Hermosa. Ser alcanza a ver el puente con techo de teja sobre el San Eugenio en el camino que conducía a Marsella. |
En el mencionado año, vivía en la ciudad el matrimonio
formado por Abraham Rosembaum y su
esposa Beila, familia procedente de Polonia, pero de origen Judío; Sabina, una
de sus hijas era en nuestro medio una exótica e inalcanzable flor, a quien los
jóvenes santarrosanos sólo podían admirar; la religión y su raza se erigía como
una inexpugnable barrera para conquistar su corazón destinado para el afortunado
que compartiera su fe y perteneciente al linaje de los descendientes de Moisés.
Charles Ernesto Garnier Eluit, era otro de los extranjeros que echó raíces en
la ciudad, vendía en el parque después de la salida de misa mayor las cotizadas
repollas, una golosina redonda cubierta exteriormente por una especie de
hojuela con un núcleo de vistosa y cremosa mermelada y unas bananas llamadas “cucarachitas” del
color del desagradable insecto con incrustaciones de coco, Garnier no solo
atraía a los compradores de entonces con sus golosinas sino que matizaba sus
ventas interpretando magistralmente con su acordeón la marsellesa y otros aires
de Europa; compartía la nostalgia por la tierra gala con su compatriota y
colega de profesión Louis Lepineux quien próximo a la ancianidad no resistió la soledad que carcome el alma y
priva al cuerpo del elíxir de la vida y
una tarde sombría como la bruma que obnubilaba su mente, se dirigió al
puente del sector de La Argelia y se descerrajó un tiro en la sien. La sangre
tiñó de púrpura el único patrimonio que poseía: una raída maleta donde exhibía y
portaba los dulces que le proporcionaban su sustento.
Se habían ya insertado en nuestra sociedad prestantes
inmigrantes como don Juan Siluán, Jorge y Miguel Manzur oriundos del Líbano quienes habían contraído
matrimonio con damas santarrosanas; el reverendo padre Berit de la Escuela
Apostólica, los Felman y otros connotados ciudadanos extranjeros. Es bueno
anotar que después llegaron familias como los Securanski, los Cojocaru y Aljure
; todos ellos dinamizaron el famélico comercio local y dejaron una pincelada de
color en la gris cotidianidad de la ciudad.
El viaducto por donde cruzaba el tren en inmediaciones de La Hermosa. |
Magan Chela fue otro de los peregrinos del mundo que encontró en Santa Rosa el lugar
ideal para ofrecerle reposo a su espíritu trashumante y aventurero. Había
nacido en Bombay, populosa ciudad de La India, en 1.907 y llegó a Buenaventura
en 1.929 procedente de Panamá, antes de llegar a nuestra ciudad recorrió buena
parte del territorio patrio como Barranquilla, Medellín, Bogotá, Cali,
Manizales, Cúcuta, Ibagué y Chinchiná laborando como panadero, comerciante
hotelero y propagandista, declarando como patrimonio a la llegada a la ciudad
la suma de ochocientos pesos en “material de trabajo”. Magan Chela era un joven simpático y sociable y muy pronto
se ganó el corazón de las familias notables del pueblo, pues siguiendo el
aforismo “ a donde fueres has lo que vieres”, abandonó las costumbres del país
de los encantadores de serpientes y acogió rigurosamente los usos sociales de
la ciudad. Por eso renunció al par de aretes que lucía en sus orejas y
dócilmente aceptó la propuesta realizada por un grupo de influyentes santarrosanos
de convertirlo al catolicismo, hasta entonces practicaba el budismo, “ para
rescatar así un infiel que aumentaría las huestes de la cristiandad”. Agonizaba
la década del treinta, Magan ya tenía por los lados del Rodeo una pequeña finca
y gracias a las técnicas agrícolas ancestrales practicadas en su país convirtió
su parcela en una de las más fértiles del municipio donde su producto insignia,
el café, era el más cotizado entre los cultivados en nuestras veredas. Como ya había encontrado su
alma gemela y andaba con los ojos en blanco, el cuello retorcido y lanzando
suspiros víctima de ese estado de
idiotez transitorio llamado amor, se procedió a efectuar en una sola ceremonia la celebración simultánea de los sacramentos
del bautismo y el matrimonio oficializando así su vinculación al catolicismo.
El rito fue todo un acontecimiento en la ciudad pleno de solemnidad y con una
nutrida asistencia, se realizó en la finca propiedad del inmigrante decorada profusamente
con los frutos que la naturaleza prodigaba
en su parcela: del techo de la vivienda colgaban racimos de plátanos , bananos,
naranjas, mandarinas, zapotes y por supuesto café, como señal de abundancia y
un promisorio futuro para la pareja; el
sacerdote ungió la cabeza del atortolado Chela con el agua bautismal llamándose
desde ese momento y por mandato divino ARTURO MAGAN CHELA, continuando después
con el enlace matrimonial. Entre otras cosas, a la madrina de bautismo que fue
una destacada e influyente dama de nuestra sociedad le supo a cacho la
ceremonia pues Arturo, que ya era un hombre hecho y derecho, siguiendo la
costumbre de los niños de la ciudad cuando se encontraban con su madrina, se
arrodillaba con recogimiento exclamando: “¡madrina la bendición!” y no se
levantaba hasta que la azorada matrona hacía la señal de la cruz entre la
mirada socarrona de los presentes. Como esta imagen se repetía siempre que se
encontraban sin importar sitio o compañía; la madrina optó
por evitar la presencia del
nuevo cristiano.
Magam Chela, in inmigrante de la India que vivió y se incorporó a la sociedad local.
Muchos años han transcurrido desde que el amable hijo de la
tierra del gran escritor Tagore estuvo entre nosotros, el tiempo ha borrado sus
huellas; sin embargo, por El Rodeo, cerca de donde se construye actualmente el
puente helicoidal de la Autopista del Café existe un sitio que la gente llama
"EL PASO DE MAGAN CHELA", incorporándolo
en la toponimia de la ciudad y rindiéndole inconscientemente un homenaje
a aquel Hindú que abandonó su credo, su idioma, el turbante y los aretes para
abrazar la cultura cafetera del pueblo que lo acogió.