martes, 28 de enero de 2014

Un Hindú en tierras del café.




Magan Chela, un Hindú en tierras del café.
Por Jaime Fernández Botero.

No eran pocos los extranjeros que en 1.935 estaban radicados en Santa Rosa de Cabal, dedicados especialmente al comercio y los más holgados económicamente a la agricultura. Habían llegado de lejanas tierras tratando de dejar atrás el fantasma de la guerra y el hambre que los asolaba buscando en América, tierra de oportunidades, opciones para desarrollar sus iniciativas y facultades creadoras en un medio que aunque limitado e incipiente económicamente, ofrecía halagadoras perspectivas de progreso en un futuro no muy lejano.

El tren , principal medio de transporte de la época pasando por el viaducto de La Hermosa. Ser alcanza a ver el puente con techo de teja sobre el San Eugenio en el camino que conducía a Marsella.

En el mencionado año, vivía en la ciudad el matrimonio formado por Abraham  Rosembaum y su esposa Beila, familia procedente de Polonia, pero de origen Judío; Sabina, una de sus hijas era en nuestro medio una exótica e inalcanzable flor, a quien los jóvenes santarrosanos sólo podían admirar; la religión y su raza se erigía como una inexpugnable barrera para conquistar su corazón destinado para el afortunado que compartiera su fe y perteneciente al linaje de los descendientes de Moisés. Charles Ernesto Garnier Eluit, era otro de los extranjeros que echó raíces en la ciudad, vendía en el parque después de la salida de misa mayor las cotizadas repollas, una golosina redonda cubierta exteriormente por una especie de hojuela con un núcleo de vistosa y cremosa mermelada  y unas bananas llamadas “cucarachitas” del color del desagradable insecto con incrustaciones de coco, Garnier no solo atraía a los compradores de entonces con sus golosinas sino que matizaba sus ventas interpretando magistralmente con su acordeón la marsellesa y otros aires de Europa; compartía la nostalgia por la tierra gala con su compatriota y colega de profesión Louis Lepineux quien próximo a la ancianidad  no resistió la soledad que carcome el alma y priva al cuerpo del elíxir de la vida y  una tarde sombría como la bruma que obnubilaba su mente, se dirigió al puente del sector de La Argelia y se descerrajó un tiro en la sien. La sangre tiñó de púrpura el único patrimonio que poseía: una raída maleta donde exhibía y portaba los dulces que le proporcionaban su sustento.

Se habían ya insertado en nuestra sociedad prestantes inmigrantes como don Juan Siluán, Jorge y Miguel Manzur  oriundos del Líbano quienes habían contraído matrimonio con damas santarrosanas; el reverendo padre Berit de la Escuela Apostólica, los Felman y otros connotados ciudadanos extranjeros. Es bueno anotar que después llegaron familias como los Securanski, los Cojocaru y Aljure ; todos ellos dinamizaron el famélico comercio local y dejaron una pincelada de color en la gris cotidianidad de la ciudad.

El viaducto por donde cruzaba el tren  en inmediaciones de La Hermosa.

Magan Chela fue otro de los peregrinos  del mundo que encontró en Santa Rosa el lugar ideal para ofrecerle reposo a su espíritu trashumante y aventurero. Había nacido en Bombay, populosa ciudad de La India, en 1.907 y llegó a Buenaventura en 1.929 procedente de Panamá, antes de llegar a nuestra ciudad recorrió buena parte del territorio patrio como Barranquilla, Medellín, Bogotá, Cali, Manizales, Cúcuta, Ibagué y Chinchiná laborando como panadero, comerciante hotelero y propagandista, declarando como patrimonio a la llegada a la ciudad la suma de ochocientos pesos en “material  de trabajo”. Magan Chela  era un joven simpático y sociable y muy pronto se ganó el corazón de las familias notables del pueblo, pues siguiendo el aforismo “ a donde fueres has lo que vieres”, abandonó las costumbres del país de los encantadores de serpientes y acogió rigurosamente los usos sociales de la ciudad. Por eso renunció al par de aretes que lucía en sus orejas y dócilmente aceptó la propuesta realizada por un grupo de influyentes santarrosanos de convertirlo al catolicismo, hasta entonces practicaba el budismo, “ para rescatar así un infiel que aumentaría las huestes de la cristiandad”. Agonizaba la década del treinta, Magan ya tenía por los lados del Rodeo una pequeña finca y gracias a las técnicas agrícolas ancestrales practicadas en su país convirtió su parcela en una de las más fértiles del municipio donde su producto insignia, el café, era el más cotizado entre los cultivados en  nuestras veredas. Como ya había encontrado su alma gemela y andaba con los ojos en blanco, el cuello retorcido y lanzando suspiros víctima de ese  estado de idiotez transitorio llamado amor, se procedió a efectuar en una sola ceremonia  la celebración simultánea de los sacramentos del bautismo y el matrimonio oficializando así su vinculación al catolicismo. El rito fue todo un acontecimiento en la ciudad pleno de solemnidad y con una nutrida asistencia, se realizó en la finca propiedad del inmigrante decorada profusamente con los frutos que la  naturaleza prodigaba en su parcela: del techo de la vivienda colgaban racimos de plátanos , bananos, naranjas, mandarinas, zapotes y por supuesto café, como señal de abundancia y un promisorio futuro para  la pareja; el sacerdote ungió la cabeza del atortolado Chela con el agua bautismal llamándose desde ese momento y por mandato divino ARTURO MAGAN CHELA, continuando después con el enlace matrimonial. Entre otras cosas, a la madrina de bautismo que fue una destacada e influyente dama de nuestra sociedad le supo a cacho la ceremonia pues Arturo, que ya era un hombre hecho y derecho, siguiendo la costumbre de los niños de la ciudad cuando se encontraban con su madrina, se arrodillaba con recogimiento exclamando: “¡madrina la bendición!” y no se levantaba hasta que la azorada matrona hacía la señal de la cruz entre la mirada socarrona de los presentes. Como esta imagen se repetía siempre que se encontraban sin importar sitio o compañía;  la madrina optó 
por evitar la presencia del nuevo cristiano.


 Magam Chela, in inmigrante de la India que vivió y se incorporó a la sociedad local.

Muchos años han transcurrido desde que el amable hijo de la tierra del gran escritor Tagore estuvo entre nosotros, el tiempo ha borrado sus huellas; sin embargo, por El Rodeo, cerca de donde se construye actualmente el puente helicoidal de la Autopista del Café existe un sitio que la gente llama "EL PASO DE MAGAN CHELA", incorporándolo  en la toponimia de la ciudad y rindiéndole inconscientemente un homenaje a aquel Hindú que abandonó su credo, su idioma, el turbante y los aretes para abrazar la cultura cafetera del pueblo que lo acogió.