Dos variables, una económica
y otra demográfica, entre otras, le imprimen a la humanidad una irreversible tendencia
autodestructiva. Ambas crecen desmesuradamente, amenazando destruir los
recursos naturales y las reservas alimenticias de la hermosa y deslumbrante “burbuja azul,
suspendida por un rayo de sol” que es nuestro planeta, herido por la irracional
explotación de sus recursos, en una bárbara conspiración de quienes consideran
que el dinero está por encima de los derechos inalienable de los pueblos.
La tierra, una hermosa burbuja azul suspendida en un rayo de luz en peligro de extinción. (Foto Internet) |
El
desbordado auge del capital industrial, estimulado por leoninas garantías
otorgadas por los Estados a través de tratados de libre de comercio, en
beneficio de poderosas empresas nacionales y multinacionales afectando la
soberanía y el bienestar de la población con el sofisma del progreso, acelera
la destrucción de mares, ríos y bosques. Esta patente de corso para herir la
tierra, ha convertido a los ríos en
cloacas, donde además de los deshechos de nuestra “civilización”, se vierten
residuos de venenos y sobredosis de cianuro producto de la explotación minera; se alteran sus cursos, inundando
vastas zonas boscosas sacrificando no sólo la vida y el hábitat de las especies
nativas, sino también exiliando y desalojando a quienes por generaciones,
derivaban su sustento de nuestras arterias fluviales como ocurrió con las
represas del Coquimbo e Ituango.
Todo este coctel tóxico termina en el
mar, contaminando la vida marina y
convirtiéndolo en depósito de basura superando los límites de la imaginación: en
algún lugar del mágico piélago, existe una isla de escoria, plástico y
deshechos con una extensión de tres veces el territorio de Francia. Grandes
explotaciones comerciales de plantas “exóticas “ como eucaliptos y palma
africana reemplazan a aquellas especies nativas, fábricas de agua y hogar de
una fauna alucinante que nunca valoramos y poco nos importó; mientras tanto,
los gases invernadero producto de la descontrolada actividad industrial
propician el cambio climático, alteran la atmósfera y cubren el cielo con una
inquietante nube de hollín, generando las múltiples patologías que el sistema
se niega a aceptar y tratar si tenemos en cuenta la crisis de la salud el país.
Laguna de San Juan o Don Matías en Santa Rosa de Cabal. Páramos y bosques , verdaderas fábricas de agua, están amenazados , |
Tal vez, dirán algunos, es una visión catastrófica de un espíritu pesimista y
plañidero; pero aplicando las lecciones de la historia, sabemos cómo las empresas,
corporaciones y magnates que privilegiaron su riqueza sobre la dignidad humana
han dulcificado la realidad con grandes inversiones en relaciones públicas,
propaganda y no pocas veces en hábiles y poderosos abogados que defienden la
tajada del león. No puedo omitir, al escribir estas reflexiones, a CLAIR CAMERON
PATTERSON, quien durante más de veinte años denunció los mortales efectos
del plomo como agente cancerígeno y
nocivo para la salud humana; elemento usado entonces en tuberías para
distribución de agua, aditivo en la gasolina, pinturas y muchos más productos
de uso masivo. Las empresas automovilísticas, petroleras y quienes se lucraban
del referido metal pesado, acorralaron a
Patterson con persecuciones laborales y demandas judiciales respaldadas por “prestigiosos
científicos” a sueldo que desprestigiaban ante la opinión pública al valeroso y
honesto geólogo. Su sabiduría y valor civil triunfaron al final, cuando el
gobierno de Estados Unidos legisló limitando el uso del plomo, reduciendo sus
trágicos efectos en el medio ambiente y la cadena alimenticia.
Se salvaron
miles de vidas, pero la humanidad poco
valoró esta lucha de la ciencia contra el poder económico mundial: Patterson,
quien además determinó la edad de la tierra, nunca obtuvo el reconocimiento por
sus logros científicos y su nombre está casi excluido de los textos de
geología, aunque poco nos sorprende, si consideramos que influyentes
representantes del poder político y empresarial del mundo niegan el
calentamiento global
Árboles nativos, Alto del Chuzo.... todavía sobrevivirán a la acción depredadora del ser hmano? |
La variable demográfica expuesta también como causa eficiente para la agonía de la tierra es un hecho notorio, pues mientras la población y el capital industrial tienden a crecer sin límites, nuestro mundo es finito y sobreexplotado y si el hombre, como El Quijote, no recupera la razón antes de morirse, no está muy lejano el fin de nuestra civilización. ¿Soluciones? Existen, mientras haya conciencia y voluntad política; por lo pronto, clamamos por reivindicar el aire, los bosques, el agua, el suelo, como patrimonio de los pueblos y no como botín pirata de quienes son tan pobres, tan pobres, que no tienen sino dinero.