“La historia del
país: el mismo infierno con diferentes diablos.”
“La violencia ha sido la
partera de la historia”, dijo Marx; esta frase refleja la cruel realidad del
país, cuando observamos que en el siglo XIX estallaba una revolución cada diez
años y además de los devastadores efectos sobre la economía, por lo general las
fuerzas vencedoras imponían una nueva Constitución, legitimada simbólicamente con algún remedo de asambleas populares y de facto nombraban presidente. Así
ocurrió en 1843, 1863, 1886. Posteriormente, cuando la “estabilidad política”
se logró, después de la guerra de los Mil Días, que consolidó la Constitución Centralista
de Núñez y convirtió al Primer mandatario en un César Presidencial con poder
omnímodo de controlar las ramas del poder público, aún la judicial, a través
del artículo 121 que consagraba el “
Estado de Sitio”. Apuntalados sobre esta estructura legal, Los Estatutos de Seguridad, con sus tribunales militares
juzgando civiles, y “Las Altas normas de policía”, se convertían en patente de
corso para que las fuerzas gubernamentales “impusieran la ley y el orden”, en
detrimento de los derechos ciudadanos. Sin embargo, la “verdad oficial y sus voceros, los medios de comunicación,
seguían alimentando el sofisma de llamar a Colombia como “la democracia más
antigua de América.”
Durante el siglo XIX, en los
frecuentes períodos de conflicto, los
partidos políticos se alternaban en la condición de víctimas y victimarios,
verdugos o mártires; los Héroes de la
Patria se bajaban de sus pedestales para proteger sus intereses o consolidar
sus doctrinas políticas y aplicando el
principio del fin justifica los medios, no vacilaban en arrasar con saña los obras que los ciudadanos
habían construido colectivamente, en los breves interludios de paz. Estos
sucesos, originados en los centros de poder político y económico, marcaron también el destino de nuestros
pueblos, aldeas que apenas encontraban su norte orientado a conseguir “la
felicidad” y el progreso, veían truncadas sus aspiraciones cuando los
enfrentamientos políticos desataban el torbellino de pasiones.
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El fervor partidista . |
Un breve recuento, en Santa
Rosa de Cabal, reafirma la premisa expuesta:
Tomás Cipriano de Mosquera llegó a la presidencia de La Nueva Granada en calidad de conservador; En 1859,
ya incorporado a las toldas del liberalismo,
desempeñaba la primera magistratura del Estado del Cauca, su pragmatismo,
consolidado desde la guerra de independencia donde participó siendo casi un
adolescente, ya concebía la inevitable contienda contra el gobierno Central,
representado por conservador Mariano
Ospina Rodríguez, incidió para degradar a Santa Rosa a la condición de aldea,
dependiendo del distrito de Chinchiná con la Aldea de María como cabecera,
percibiendo el poco apoyo a sus intereses pues la población de Santa Rosa aún
tenía fuertes vínculos afectivos con Antioquia, acérrimo rival del Cauca. Con
tales antecedentes, no fue extraño las exacciones que padeció la población cuando los ejércitos del
“demente exquisito”, pasaron en 1860, rumbo a Manizales: se confiscaron cosechas, caballos, ganados, alimentos y
se impusieron empréstitos forzosos “so pena de ser declarados enemigos del Estado
del Cauca y juzgados como tales” con la
obligación de ser cancelados perentoriamente. Además, en su retirada a tierras
caucanas, después del combate de la
Esponsión, el puente sobre el río Otún, construido desde 1852, después de
muchas dificultades para subvencionar a través de un peaje la educación de la aldea, fue
destruido. Lo mismo ocurrió en 1876, cuando las fuerzas del régimen radical,
emplearon como cuartel las instalaciones de la escuela, dejando al partir una
estela de destrucción con bancas y útiles convertidos en leña o esparcidos por
el entorno.
Terminada la guerra los niños quedaron sin estudio durante mucho
tiempo porque era necesario priorizar la lenta reconstrucción de las obras
destruidas debido a la situación de penuria fiscal. Durante muchos años el distrito
de Santa Rosa, reclamó las pertinentes indemnizaciones, pero aunque hubo
reconocimiento de las mismas a través de actos administrativos, todo se quedó en letra muerta.
En 1872, la división Iglesia
y el Estado radical se manifestó en la incipiente aldea, cuando un grupo de
comerciantes fue baleado por orden del alcalde Avelino Osorio, en la plaza principal,
por seguir las instrucciones del cura José Ramón Durán de Cázares. El sacerdote
en contra de lo exigido por el alcalde, pedía que el mercado semanal se hiciera
el sábado. Dos muertos y varios heridos dejó el incidente y la salida
definitiva del clérigo quien murió en Cartago. El luctuoso hecho ponía el punto
final a unas tensas relaciones entre el poder civil y el clero, iniciadas en la
ciudad en 1863, con la aplicación de la ley de cultos cuando fue expulsado el
presbítero por no subordinar su ministerio a las condiciones exigidas por la
Constitución Federal de 1863. La aldea, seguía sufriendo las consecuencias de
no apoyar incondicionalmente al régimen radical de los gólgotas.
Pero la anhelada paz seguía
siendo esquiva, vientos de guerra empezaban a sembrar inquietudes y despertar
el temor de los habitantes de la localidad pues crecían los rumores sobre reclutamientos
en Manizales y Neira de personas destinadas a engrosar la lista de los radicales,
enemigos del gobierno que gradualmente iba pasando a manos del conservatismo y
una coalición con el liberalismo, anunciando un nuevo conflicto. Las tensiones
políticas se acentuaron cuando las funestas expectativas se materializaron en
enfrentamientos aislados entre ciudadanos con diferentes posturas ideológicas.
El 1º de octubre de 1883, dos fervientes radicales coreaban vivas a sus
fracciones políticas con las expresiones: “ Viva el partido radical, nosotros
somos radicales, abajo los godos”. El reto fue respondido por otros ciudadanos
con apasionadas arengas constituidas en el detonante que encendió la trifulca.
El balance final de la escaramuza fue la mano amputada de uno de los manifestantesy el recrudecimiento de
las tensiones, pues el orden público seguía deteriorándose con desordenes
causados “por quienes a altas horas de la noche entran a las pulperías donde se
embriagan con aguardiente y salen a la calle a escandalizar y tratar mal a
personas honradas”, decía el alcalde en una comunicación, solicitando
autorización para ordenar el cierra de los expendios de licor a partir de las
nueve de la noche.
La guerra se desató de nuevo, esta vez, el gobierno estaba
en manos de Rafael Núñez, quien inicialmente fue liberal y ahora como
conservador se enfrentaba a sus antiguos correligionarios, por eso, ahora fueron los liberales radicales, quienes en
Santa Rosa debían firmar documentos comprometiéndose a no denigrar del
gobierno, so pena de cancelar una multa. Un fiador debía avalar la fianza. El
drama de la población y la escasez de alimentos, hizo que se alimentaran con el
obambo, un tubérculo, hoy desaparecido, que mitigó la penuria; pero, aunque "el pueblo es muy pobre, decía el alcalde, y no hay que
quitarle nada a nadie , hay una fuerza de 50 hombres sin como mantenerlos"; por
eso, se exigían exacciones, onerosos
gravámenes e impuestos a los considerados enemigos primero; segundo a los
indiferentes que "a nadie sirven" y en último grado a los llamados amigos, pero
que no han prestado servicio alguno al gobierno”.
Algunos años de paz vivieron los santarrosanos hasta que se
desató la sangrienta Guerra de los Mil Días. El enfrentamiento dejó siniestras
huellas en el alma de todos los habitantes de la ciudad. Los liberales que no
siguieron a sus partidarios al campo de batalla, aparte de las onerosas
contribuciones de guerra eran obligados a permanecer confinados en sus casas y
si violaban el arresto domiciliario eran encarcelados. Quienes no podían pagar
su contribución de guerra iban al cepo y los que quedaban en la inopia por las
exacciones, eran obligados a entregar humildes elementos del ajuar doméstico.
El último clavo de este ataúd de desgracias para los opositores se colocó en el
mes de diciembre de 1901, cuando fue asesinado uno de los jefes del liberalismo
don Eusebio ángel y herido su hermano.
El 10 de abril de 1902, el
Medio Batallón Santa Rosa al mando de Jesús María Villegas, fue sorprendido en
las horas de la madrugada en Armenia y muertos a machete más de veinte
santarrosanos, hecho que causó un fuerte impacto en la población; hubo luto y
tristeza. El lúgubre semblante de la población terminó cuando el 6 junio de
1902 a instancias del gobierno nacional y el alcalde Juan Clímaco López, se
consagró el país al Sagrado Corazón de Jesús y la ciudad
asumió la significativa celebración como un ritual de exorcismo reparador, iluminando con velas las fachadas de las viviendas la noche previa a la ceremonia y engalanando el templo con vistosos ornamentos sagrados y coloridos arreglos florales.
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Uno de los directorios de la ciudad de ayer. |
En las dos primeras décadas
del siglo XX, Martiniano Trujillo, quien
años después sería el bisabuelo del hoy expresidente César Gaviria, con un
grupo de sus diecisiete hijos tuvo una profunda influencia en la ciudad,
alternándose la alcaldía, y el concejo durante el período referido. La década
comprendida entre 1920 y 1930, fue de profunda agitación política especialmente
en sus postrimerías, Pedro Luis Giménez, líder del conservatismo se enfrentó
con un sector de su partido y parte del clero; además, el liberalismo, unido
con el partido comunista y el socialismo crecía en adeptos y se preparaba para asumir
el poder. Fue un período tenso, donde los oradores con sus “discursos líricos
políticos”, prendían la plaza y luego se marchaban dejando a una población
dividida por los odios partidistas, marcando el fin definitivo de las pocas
relaciones de confianza consolidadas en las jornadas del trabajo colectivo de
los primeros lustros de la población. María Cano, en 1927, desde los vagones del tren que la conducía a Pereira, se dirigió a la clase obrera de la ciudad y al partir, el juez civil del circuito la acompañó hasta Pereira. Restrepo, quien era el juez de espíritu libertario y rebelde, había tenido agrios enfrentamientos con el alcalde cuando en una visita a las instalaciones de la cárcel se encontró entre los haberes de uno de los detenidos , una obra de José María Vargas Vila; el mandatario municipal ordenó decomisar el libro censurado por el régimen, pero el funcionario judicial se opuso decididamente con la expresando "no tenemos que hacerles caso a las prohibiciones de esos sayones", refiriéndose a los curas. La situación se hizo más tensa, cuando el alcalde hizo privar al juez de la libertad y éste, cuando salió de la cárcel, ordenó detener al jefe de policía. El juez, era un activo militante de los partidos de oposición y participaba con arengas y discursos en los mitínis de la clase obrera, no ocultando un intimidante revólver que se negó a entregar cuando fue requerido por la policía aumentando aún más el enrarecido ambiente político.
Por eso, no fue de extrañar, que al regresar Restrepo de Pereira , encontrara su destitución fulminante en su escritorio.
Pero, finalizando la década del veinte, estalla otro fuerte enfrentamiento entre quien fue el máximo líder del partido conservador, Pedro Luis Giménez y otro sector del conservatismo apoyado con virulencia por un sector del clero, encabezado por el padre Buitrago quienes convirtieron las homilías en el púlpito en virulentos ataque políticos y los concejales sus actos administrativos en cargos contra el clero. Al final de la década Pedro Luis Giménez, perdió sus mayorías y se fue distanciando del conservatismo sin dejar de participar en el proceso administativo cuando su hijo ocupó por el liberalismo la alcaldía de la ciudad.
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Tierna imagen en tiempos turbulentos. |
En 1930 pierde el
conservatismo el poder y Rafael Olaya Herrera, ordena que sin excepción, en
todos los municipios de Colombia, se nombren alcaldes Liberales. En Santa Rosa,
la correlación de fuerzas estaba a favor del conservatismo, como lo demuestra
la composición del Concejo: de once ediles, nueve eran conservadores. Esto hizo
que los alcaldes carecieran de gobernabilidad y catalogaban la administración
de la ciudad como una “leonera”, donde un rumor infundado o no, podía encender
una hoguera de enfrentamientos. Sin embargo, la guerra con el Perú, atemperó los odios partidistas cuando todas las colectividades con el lema de "paz en el interior y guerra en las fronteras" abocaron unidas y con decisión la reacción contra el dictador Sanchez Cerro del Perú que había ocupado con el objeto de anexarla a su país parte del trapecio amazónico. Los peruanos abandonaron sus proyectos de expansión y el país después de breves períodos de convivencia gracias a ciertas estrategias de recobrar la confianza nombraron canales de comunicación escogiendo el partido liberal un grupo de conservadores y a su vez este partido escogía de las huestes liberales el grupo que abocaría conversaciones y planes para zanjar las diferencias de una manera civilizada.
Sin embargo, la dinámica de la violencia desbordó las tímidas estrategias para restaurar la convivencia social como ocurrió el domingo 16 de abril de 1933, en la ya Plaza de Bolívar cuando una
reunión para quemar a “Judas”, el Domingo de Resurrección, terminó con un
enfrentamiento entre la oposición conservadora y la fuerza pública, dirigida
por el alcalde liberal Emilio Arango V. dejando como saldo dos muertos y varios
heridos. Se seguía ahondando, la brecha de odio y polarización política y poco tiempo después otro "chisme" casi genera una asonada cuando se esparció el infundio que desde la sede de la Alcaldía, se había retirado el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús y relegado al cuarto de San Alejo. El alcalde previendo una reacción visceral, por el fervor místico que la población profesaba a histórica imagen entronizada en 1902, mientras la población guardaba riguroso duelo por los soldados muertos en el asalto de Armenia, acudió sin pérdida de tiempo y despojado de cualquier rasgo de altivez u orgullo, al templo para garantizarle al levita que invitaba a todos los habitantes de la ciudad a su despacho con el fin de comprobar personalmente que el rumor propagado era, además de perverso, era infundado. Las procelosas y turbias aguas, volvieron a su nivel.
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Antigua escuela Católica, |
La exclusión de algunos de los profesores conservadores de las escuelas de la ciudad, hizo que con el apoyo del Concejo Municipal se creara la Escuela Católica, sin contar con la anuencia del alcalde de entonces. Cuando el enfrentamiento de los grupos políticos se acentuaba, se nombraban alcaldes traídos de otros pueblos para "ofrecer garantías" a las dos colectividades políticas y no pocas veces a las luchas intestinas y divisiones que tenían los dos partidos.
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Mariano Ospina asume a partir de 1946, la Presidencia. Pocos años más tarde, en Santa Rosa se dividen los conservadores en dos fracciones enemigas acérrimas: Ospinistas y Laureanistas |
En 1948, el conservatismo
había asumido el control del Estado y después de la muerte del doctor Jorge
Eliécer Gaitán, líder liberal que encarnaba la esperanza del pueblo; "Cacharrito", un apasionado seguidor del líder fue ultimado por reivindicar con un ¡viva¡ su gesta: "¡mataron a mi papá,¡ afirman algunos que expreso y el victimario mientras atentaba contra la integridad del humilde comerciante respondió : y el hijo también se murió". Se
reactivaba así la pugna liberal conservadora en todo el país; el gobierno que había
sumido el poder por una división del liberalismo mayoría entonces, en el país, impone a través de grupos
respaldados por la fuerza pública, una siniestra represión para conservar el
poder , cuya expresión descarnada y cruel la encontramos en la obra “viento
seco” que estremece y angustia : otra vez, como en el siglo XIX y en 1933, “la
defensa de las instituciones y el orden legitima el abuso de poder. En este
doloroso capítulo, aunque si bien es cierto que no hubo las masacres que nos avergonzaron ante propios y extraños, en Santa Rosa comienza un
proceso de persecución a los ciudadanos de filiación liberal a través de
policías llamados aplanchadores, atentados y colocación de “bombas” en sus
residencias obligando a abandonar la ciudad prestigiosos y honrados
personalidades ; aunque hubo ejemplos de resistencia al fuego que se atizaba
por los dirigentes de ambos partidos desde los directorios de la capital, pues
desde el corregimiento del Español, en época electoral el jefe del liberalismo
salía encabezando la fila de jinetes en sus corceles ondeando la bandera roja y
después, hacía lo propio su hijo,
encabezando las huestes conservadoras con sus respectivos pabellones azules y
el Sindicato de Pequeños Comerciantes, en una muestra admirable por la
tolerancia y el respeto de las ideas de sus integrantes, acogió como enseña una
bandera formada por los colores azul y rojo unidos por una franja blanca, toda
una lección y demostración de civilización y convivencia en medio del
enrarecido ambiente.
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Homenaje rendido por el Partido Liberal de Santa Rosa al doctor Jorge Eliécer Gaitán, poco después de su asesinato. |
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El Directorio Liberal de Santa Rosa en el homenaje al líder inmolado. |
Esta atmósfera de
sectarismo sólo vino a desaparecer con la creación del Frente
Nacional que si bien tuvo el carácter de excluyente y antidemocrático se le debe
reconocer la eliminación de los odios partidistas, cuando las dos
colectividades se unieron para elegir Presidente durante diez y seis años y
dividiendo los cargos públicos por partidas iguales entre “godos” y
“cachiporros”, como despectivamente, se llamaban entre sí , los herederos de
los odios ancestrales de los seguidores de Bolívar y Santander.
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Campesinos de Guaimaral el día de elecciones.
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Conservadores de Guaimaral en día de elecciones 1949. |
La elección popular de
alcaldes, las actividades previas a la constituyente que terminó con la
constitución del 91, que comparada con la del 86, ya obsoleta y anacrónica,
trajo una nueva era , donde los municipios contaban con recursos del IVA para
realizar obras y dinamizar procesos sociales y culturales y su implementación
aunque lenta, desarrolló derechos y arropó a buena parte de nuestra población;
los primeros alcaldes abocaron su misión con entusiasmo, aunque sin desconocer
que el clientelismo político, manifestado en dádivas como el cemento y el
ladrillo y en la oferta de los cargos públicos a cambio del apoyo electoral ya
iba cobrando fuerza; con el tiempo, el conservatismo desgastado por el
ejercicio del poder y algunos problemas judiciales en estos años, fue derrotado
por un joven ajeno a los partidos tradicionales a quien conocí agitando ideas
en las épocas de las propuestas presentadas por el pueblo para llevarlas a la
Constituyente y durante dos períodos estuvo al frente de los destinos de la
ciudad marcando con ello un hito histórico que no se puede desconocer; aunque
el poder embriaga y obnubila generando
errores de cálculo que se deben replantear porque a pesar de lo que se cree el
electorado no traga entero ; esta frase es aplicable a todos los que buscan el
apoyo del pueblo para llegar a los cargos de elección popular.
Hoy, todos conocemos la
realidad del país: un modelo económico que vende al mejor postor los recursos
naturales, empresas electorales donde los varones de la política y el inframundo económico hacen cuantiosas inversiones para usufructuar y obtener dividendos a costa de instituciones sagradas para
cualquier democracia como la salud; multinacionales asumiendo la soberanía y …,
bueno, para que seguir con la salmodia que repetimos impotentes, todos los
días.
La desesperanza aprendida del pueblo, sabe que en la actual clase
política a pesar de sus discursos, no transformará los vicios que carcomen la
democracia, pues de acurdo con la sabiduría popular, “los políticos son como
los gallinazos: pelean por tripa durante el día y de noche van a dormir al
mismo árbol.