"El volcán Nevado del Ruiz, que arrasó en 1985 a Armero y generó muerte y destrucción en otros sectores del país, entre ellos Río Claro y El Destierro en Villamaría; La Primavera y Mitre en Chinchiná, ya había causado varias avalanchas devastadoras, entre ellas la de 1595, en plena Colonia y más tarde en 1845.
Insertamos a continuación la narración del cronista español, Fray Pedro Simón alusiva al momento en que el "volcán de Cartago", como se llamaba entonces, "reventó" "convirtiendo al río Lagunilla en en más mazamorra que agua y la tierra quedó infecunda durante muchos años".
Ruinas del templo de la vereda Río Claro por donde pasó la avalancha del Nevado del Ruiz en 1985. Trescientos noventa años después del relato insertado en el presente texto de Fray Pedro Simón. |
"1. Pero no podré excusar tratar algunas otras cosas que ellos no han tratado y su volcán y lo que con el sucedió el año de mil y quinientos y noventa y cinco, a doce de marzo, domingo de Lázaro, que llamamos en la cuaresma . (...)
2. Sucedió pues, que el día, mes y año dichos, habiendo salido el sol muy claro y despabilado, a dos horas de su luz, que sería como a las ocho, salió de este volcán un tan valiente, ronco y extraordinario trueno, y tras él otros tres no tan recios, que se oyeron a distancia de más de cuarenta leguas en su circunferencia y mucho más a la parte que soplaba el viento. Tras los cuales comenzaron a salir tan crecidos borbollones de ceniza orizente una noche muy oscura de tempestad y sin luna , y comenzó a caer envuelta con piedra pómez tan menuda como arena, que fue acrecentándose poco a poco, hasta ser como menudo granizo y que hacía el mismo ruido que en los tejados. Duró esto como dos horas, habiéndose aclarado algo el aire, hasta que después de ellas tornó a oscurecerse con un nubarrón tan espeso que no se podía leer una carta, con ser casi medio día, prosiguiendo siempre el llover la ceniza y piedra pómez hasta las dos del día con aquella oscuridad, porque aclarando entonces, quedo el horizonte como día nublado.
Ruinas de la Iglesia en Río Claro. |
No cesó de llover de esta ceniza en toda la noche, de suerte que a la mañana estaba toda la tierra cubierta de más de una cuarta de piedra pómez y ceniza , que bajando pegajosa con la humedad que debía de tener el volcán de donde salía, se pegaba mucho a donde quiera que caía . Y así se descubrió al otro día la tierra tan triste y melancólica, cubierta de ceniza , árboles y plantas, sembrados , casas y todo lo demás, que parecía un día de juicio. Los ganados bramaban por no hallar que comer; las vacas no daban leche a sus becerros, las legumbres de las huertas no se parecían . Y como la mayor parte es toda esta tierra de montañas y arboledas, que todo el año están frescas, verdes y alegres a la vista, se acrecentaba la melancolía de verlas hechas montes y árboles de ceniza , que se extendió tanto hasta la parte del occidente, a donde debiera de correr el viento, que llegó hasta la ciudad de Toro, que está de la de Cartago veintiocho leguas, que con las ocho que hay del volcán a la ciudad de Cartago, vienen a ser más de treinta y seis las que voló, con gran daño de esta ciudad de Toro, pues acertando a estar tiernos los maíces, todos los derribó.
3. Los ríos y las quebradas corrían espesos, de suerte que los peces que tenían, huían de una parte y otra sin saber a donde, muchos de ellos saltaban a tierra buscando socorro contra el raudal de la ceniza. Acudió al del cielo la ciudad de Cartago con procesiones, sacrificios y otras plegarias a Dios, que fue servido con su acostumbrada piedad usarla en esta ocasión , enviando tan abundantes aguaceros, jueves y viernes siguientes, que lavaron todos los árboles y tierra, dejándola alegre y regada, de que estaba harto necesitada por estar muy seca antes que sucediera esta tempestad. La cual conocieron algunos caminantes que, yendo de la ciudad de Mariquita a Cartago tres días antes, tuvieron tan grandes temblores y bramidos de tierra, que entendieron perecer. Y el sábado en la noche, antes del domingo que llovió esta ceniza, vieron estos españoles que arrojaba el volcán gran número de piedras pómez, tan grandes como huevos de avestruz y de allí para abajo, hasta grueso de huevos de paloma, tan encendidos y chispeando como sale el hierro de la fragua, que parecían estrellas erráticas. Daban algunas sobre ellos y sobre sus caballos, que no los inquietaba poco.
Templo Río Claro. |
Jaime Fernández Botero. |
La parte que este cerro mira al oriente, que es la de la ciudad de Mariquita por una pequeña abra por donde salía tanta agua como una naranja, reventó con tan gran fuerza que hizo una abertura de más de trescientos pasos en ancho y de doscientos estados en hondo (de suerte que se hubo de echar el camino real que iba por allí, por otra parte.), por la que salía la poca agua, comenzó a salir tanta como grueso de dos bueyes, que dura hasta hoy. Con que creció en aguas el río de Gualí que es el que riega los cimientos de la ciudad de Mariquita. El cual y otro su compañero que corre al sur, que llaman el de Lagunilla, y se originan ambos de la nieve que se derrite de este cerro, corrían tan cuajados de ceniza que más parecía mazamorra de cernada que agua.
Salieron ambos de madre, dejando la tierra por donde derramaron tan quemada, que en muchos años después no producía la tierra ni aún pequeñas hierbas. Los pescados de ambos ríos, que por ser muy grandes tienen muchos, no pudiendo huir de la tempestad encenizada que los traía antecogidos, perecían ante aquel barro cenizoso, que llegando así ambos ríos al de La Magdalena, donde entran, no dejaron de turbarle algo sus aguas aunque son tantas.
Bibliografía: Fray Pedro Simón. Noticias historiales. Tomo V. Bogotá , Banco Popular 1981. Tomado del libro HISTORIA GENERAL DE COLOMBIA . ANTOLOGÍA HISTÓRICA . Crónicas , documentos , análisis. Biblioteca NORMA del estudiante. Editorial NORMA.