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No hay nada tan
impresionante, como observar las miríadas de estrellas que desde los confines
del universo nos hechizan con sus luces titilantes; sus destellos, viajando a
la velocidad de la luz, 300.000 Kms por segundo, se emitieron en los albores de
la Era Cristiana o tal vez algunos miles de años más. Esta escena que en
condiciones normales debía evidenciar la pequeñez e insignificancia del ser
humano, haciéndonos más humildes y menos arrogantes, ha sido paradójicamente
borrada literalmente por la luz eléctrica privando a los habitantes de la
“aldea global” de captar la magnificencia de constelaciones y astros que desafiando
el tiempo y las distancias, describen parábolas eternas en el espacio, sin que
la ciencia y el conocimiento convencional puedan descifrar plenamente las leyes
gestoras de sus ritmos y destinos.
Vía láctea, vista desde las Islas Canarias. (foto Internet) |
Puesta de la luna en Carolina del Norte. |
Pero antes de la invención de la
electricidad el hombre tenía una estrecha relación con las estrellas. La luna
llena, para los aborígenes americanos era símbolo del eterno retorno, la
renovación física y espiritual necesarias para sus supervivencias; los grandes
navegantes como Magallanes, Colón y Sebastián Elcano culminaron sus
escalofriantes “viajes al fin del mundo”, guiados por la posición de los astros
y un primitivo pero eficiente sextante; los twaregs del desierto atravesaron el
dorado y ardiente mar de arenas y dunas con los astros como referentes, no sólo
para cubrir la ruta de la seda, llegar a Samarcanda, a las míticas Babilonia y
Bagdag, sino también para ubicar los oasis, verdaderos paraísos en medio de la
nada, donde hombres y camellos reponían y fortalecían el espíritu escuchando el
sonido del agua, que con la risa de una mujer y el rítmico galope de un
caballo, constituían el súmmum de los placeres de la cultura árabe.
Aún en nuestra región, en
Antioquia concretamente, se enseñaba a
los niños, astronomía, como valioso recurso para afrontar los grandes
recorridos de colonos y aventureros en la diáspora que formaría luego, la
Civilización Cafetera.
Pero hoy, las estrellas para
el indolente hombre moderno, no son aquellas peregrinas luces que iluminan el
mágico dosel de la noche, no; las estrellas para nuestra fatua sociedad, son
los protagonistas del teatral mundo de la farándula, el deporte y la política
que como muñecos de polichinela, se mueven en un artificial escenario haciendo
gala de histrionismo, superficialidad y egolatría. Como el Rey sol de Francia,
enceguecen con sus falaces destellos de héroes con pies de barro a un pueblo
que relegó a un segundo plano las maravillas de la naturaleza, los valores
eternos y las grandes hazañas de la humanidad. Podríamos contar con los dedos
de las manos a quienes cada noche dirigen su mirada al occidente del firmamento
para reconfortar el espíritu observando La Estación Espacial Internacional,
donde un grupo de astronautas y científicos de diferentes países rompieron la
desconfianza y los antagonismos ideológicos para aunar esfuerzos en pro de la
investigación y el progreso de la humanidad. La tripulación se releva cada seis
meses, la nave sale de Samara Rusia y periódicamente son abastecidos por
empresas privadas que complementan esta portentosa hazaña del ser humano.
La tierra vista desde la luna. |
En todo este esplendoroso
marco, la tierra es sólo un punto insignificante y según Carl Sagan, “una mota
de polvo suspendida en un rayo de sol, una solitaria mancha en la gran y
envolvente penumbra cósmica y no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda
desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La tierra es el único
mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos
en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Nos guste o no,
por el momento, la tierra es donde tenemos que quedarnos.”
Los dinosaurios no
sabían qué causaría su extinción; el hombre moderno, presumiblemente
inteligente, sí sabe qué está
destruyendo este frágil, mágico y azul milagro cósmico; sin embargo sigue
talando árboles, extinguiendo especies, secando ríos y contaminando hasta el
punto de no retorno. ¿podemos detener el desastre?