Una aventura cultural por tierras de Santander y Boyacá.
A partir de 1850, La Nueva Granada vivió una serie de transformaciones políticas, económicas y sociales orientadas a eliminar los anacrónicos vestigios legales del régimen colonial Español, vigentes aún, a pesar de la expulsión de los peninsulares como consecuencia de triunfo del ejército Libertador en la Batalla de Boyacá en 1819.
Este hito reformador, comandado por José Hilario López y otros líderes de entonces conocido como la Revolución del Medio Siglo, generó la liberación de los esclavos, la separación de la Iglesia del Estado; la eliminación del estanco del tabaco, regresiva medida que restringía su cultivo y comercialización; el libre cambio o sea la libertad de importar mercancías sin necesidad de pagar onerosos impuestos o aranceles altos favoreciendo la actividad mercantil, pero por desgracia, sumió en la ruina a los artesanos, quienes desesperados terminaron envueltos en el torbellino bélico contra la élite política y económica del país con funestos resultados para el gremio.
También, dentro del marco de estas innovadoras disposiciones, se le confirió a los Estados la iniciativa de implementar proyectos concediendo privilegios a particulares para abrir caminos y construir puentes a cambio de tierras y el usufructo de peajes pretendiendo cambiar así la entonces famélica faz de las regiones. Estas reformas surtieron efectos positivos facilitando la conectividad vial del país: en el Cauca, por citar sólo algunos casos, a instancias de Félix de la Abadía y los distritos de Villamaría y Santa Rosa surgió el Camino del Privilegio tantas veces recorrido por el Club de Caminantes y, en el Estado Soberano de Santander, bajo el férreo liderazgo del alemán Geo Von Lengerke, cuadrillas de obreros roturaron con persistencia las ariscas tierras de los Comuneros “esculpiendo” en el selvático y pedregoso suelo una red de vías integrando al Socorro, Zapatoca, Barichara, Guane, La Fuente y otras poblaciones con Barrancabermeja y el río Magdalena incrementando las exportación de Quina, sombreros, azúcar y tabaco , entre otros productos. Geo Von Lengerke , se convirtió en una leyenda en la región inmortalizado por el distinguido escritor Bumangués, Pedro Gómez Valderrama en su laureada obra “ La otra raya del tigre”.
Esta gesta de visionarios y aventureros y el ardiente deseo también de recordar el heroísmo de José Antonio Galán, Antonia Santos, Manuela Beltrán y otros valerosos comuneros, nos indujo, en compañía de Leo Ramírez y Jesús Antonio Orozco a emprender un recorrido de más de 1500 kilómetros para acudir a una cita con la historia.
En Puerto Boyacá cumplimos la primera etapa de nuestro itinerario. Es una población joven fundada apenas en 1957; nació en torno a los yacimientos y la explotación de petróleo hallados en 1940 por la Texas Company que atrajo personas de todas partes del país en busca de oportunidades, es un verdadero crisol de pueblos fielmente representado en un hermoso monumento a la cultura erigido en una de las pintorescas plazoletas de la ciudad, tan atractiva como el parque Jorge Eliécer Gaitán que aparte del busto del inmolado líder, nos recuerda una época sombría en nuestra historia con el significativo monumento a las víctimas del conflicto. El malecón sobre el río Magdalena nos permite admirar la dimensión histórica y la belleza natural de nuestra primera arteria fluvial y mientras recorríamos sus aguas en dirección a Puerto Perales, un corregimiento de Puerto Triunfo en Antioquia, recordábamos las lecciones de historia de nuestros educadores de antaño: tiene una longitud de 1528 Kmt , fue desde tiempos precolombinos la ruta de incursión al interior del país; para bien o para mal propició el origen de nuestra “institucionalidad” en la expedición de Gonzalo Giménez de Quesada quién buscando una quimérica ruta hacía el oro y las riquezas de los incas en el Perú, remontó sus aguas, pero las penalidades afrontadas por la expedición, lo desilusionaron. Cambió su destino y viró hacia el altiplano Cundi Boyacense región que llamó Nuevo Reino de Granada donde fundó a Santafe y Los muiscas, antes hijos del viento, fueron convertidos en “vasallos libres” de la corona; luego se establecería la Real Audiencia, El Virreinato y la república, un parto dramático cuyos dolorosos efectos aún no han terminado.
Ya en tierras santandereanas disfrutamos imágenes que dejarán indelebles huellas en nuestro espíritu como La Ciénaga Miramar en Barrancabermeja, un hechizante espejo cuyas aguas de un verde profundo reflejan la emblemática refinería de Ecopetrol y la lujuriosa vegetación adyacente, poblada en sus riberas por babillas, iguanas y tortugas y en el centro de la ciénaga, enmarcado por este paradisíaco entorno, emerge imponente El Cristo Petrolero, una obra de arte de 26 metros de altura cuyo simbolismo y significado es complementado por una esfera que representa el globo terráqueo sostenida por una mano gigante evocando la protección divina. A pesar del idílico paraje, se nota cierta evidencia de decadencia y se requiere la presencia efectiva de las autoridades para recuperar el esplendor de antaño y brindar apoyo a las abnegadas y amables artesanas quienes con sus virtuosas manos moldean los símbolos de Ecopetrol y reivindican la fauna del valioso ecosistema. Avanzamos en nuestra aventura cultural y apreciamos con sorpresa a San Gil; nuestra mente la percibía a través de las musicales y bucólicas imágenes del maestro José A Morales, pero encontramos una ciudad moderna y dinámica y si bien es cierto pasamos ya muy entrada la noche, no dejó de sorprendernos también el deslumbrante altar rico en ornamentaciones y detalles artísticos de La Catedral de la Santa Cruz que realza aún más el referido templo de estilo barroco construido totalmente en piedra a finales del siglo XVIII.
Zapatoca, una caja de sorpresas. Y llegamos a Zapatoca, una verdadera cápsula del tiempo, un relicario que preserva su historia y pasado colonial, fundada en 1743, protagonista, como la ciudad del Socorro y pueblos vecinos, de la Revolución de los Comuneros; más tarde, los hijos de esta tierra participaron también en la Campaña Libertadora. Visitamos su Casa de Mercado, esencia del alma de los Zapatocas, ordenada y tranquila; su mediateca, centro cultural de la ciudad donde se respira identidad y amor por el solar nativo; admiramos las delicadas y significativas pinturas que decoran las tapas de los contadores presentes en todas las viviendas de la población y fuimos amablemente recibidos por la directora de Radio Lengerke. Después de auscultar todos los sitios de interés cultural de la “Ciudad del Clima de Seda”, acudimos a una cita con la historia, una de las muchas razones que impulsaron nuestra odisea: la visita al cementerio donde sepultaron a Geo Von Lengerke. El referido camposanto, ubicado en la parte más alta de Zapatoca hace honor a un texto discretamente oculto entre el gótico decorado: “Ciudad Sacrosanta del silencio, donde los Muertos, vigilan a los Vivos”, es un verdadero patrimonio histórico y cultural, relicario de la Patria donde reposan los restos de múltiples mártires de la independencia, entre ellas valientes mujeres fusiladas en aras de la libertad con quienes tenemos una deuda de gratitud y admiración. Como un acto de elemental justicia es nuestro deber evitar que sus nombres y gestas se borren de la memoria colectiva de los colombianos. Después de recorrer reverentemente el sagrado suelo nos dirigimos hacia la tumba del empresario alemán quién inicialmente, a pesar de haber gozado de poder político y económico, había sido sepultado fuera del camposanto por profesar la religión luterana. Hoy, su tumba se erige en el interior de la necrópolis, separado simbólicamente de las demás sepulturas por una sencilla verja; su última morada es identificada por un sobrio pedestal de piedra y mármol sin epitafio alguno evocando su gesta, rematado por una sencilla cruz. Sólo unas lacónicas palabras recuerdan el nacimiento de Lengerke el 31 de agosto de 1827 y su deceso el 4 de julio de 1882. Una valla ubicada antes de la entrada al camposanto honra su memoria resaltando “ el carácter de personaje mítico de la ciudad, empresario alemán quién inició el despertar comercial, financiero e industrial de municipios santandereanos como el de Zapatoca”.
La etapa siguiente en nuestro periplo nos llevó a Barichara, considerado por muchos el pueblo más bonito de Colombia; no nos decepcionó y reafirmó nuestra admiración por estas tierras donde el espíritu de libertad de sus habitantes sembró la simiente de nuestra nacionalidad. Desde allí, luciendo orgullosos el uniforme del Club de Caminantes de Santa Rosa, tomamos la ruta a Guane, trasegando no sin emoción, uno de los caminos que roturó el inmigrante alemán buscando acercar la región al río Magdalena para estimular el crecimiento económico. La piedra es la protagonista del paisaje: macadamiza el suelo y también delimita su anchura ciñendo el ondulante trazado en algunos tramos, con una cerca de mediana altura. El canto de las alegres guacharacas por fortuna protegidas por las autoridades, las añejas portadas de piedra y el prístino cielo azul complementan el paisaje. Pero los actos de los hombres tienen luces y sombras y mientras caminábamos por las huellas de las recuas de antaño portando telas del socorro, Quina y tabaco con destinos a los mercados de Europa, recordamos que no todo fue color de rosa: el camino redentor de un gran segmento poblacional, cruzaba por las tierras de los Yariguíes comunidades indígenas que vieron su territorio invadido por comerciantes de quina y sus posesiones entregadas como recompensa al empresario alemán beneficiado con los privilegios de la concesión. La población aborigen sintió como su supervivencia era amenazada y con el indómito carácter fraguado en el reto cotidiano de vencer una topografía arisca y escarpada, reaccionaron con fiereza defendiendo sus querencias. El resultado fue un crudo enfrentamiento con víctimas en ambos bandos y el cierre de la vía, terminando así con la providencial obra. El ocaso del imperio feudal de Lengerke con todos sus privilegios, inclusive el “ yus prima noctis” o derecho a la primera noche sobre las doncellas de su feudo, se acentuó con el derrumbe de los precios internacionales de la quina, pero lo peor estaba por venir. En Bucaramanga las tensiones entre comerciantes y artesanos de La Culebra de Oro, enemigos del libre cambio, se tornaron violentas dejando no pocas víctimas entre ellos algunos alemanes. La última escena de esta gesta que culminó en drama fue un acto de desagravio público, impuesto por Alemania y el pago de una indemnización en favor de las víctimas teutonas. Quedaron heridas imposibles de cicatrizar, el Banco de Santander fue clausurado, el comercio decayó y muchos alemanes buscaron nuevos horizontes. Caía así, el melancólico telón cerrando otro capítulo triste por cierto, de nuestra agitada historia.
La llegada a Guane, interrumpió los recuerdos de una época efervescente, plena de tensiones políticas, donde a la par con los vientos de progreso, resonaban los tambores de guerra, los ruidos de sables y las intrigas en el Estado Soberano de Santander. En Guane pintoresco corregimiento de Barichara, cuyo parque tiene a la vista del sorprendido turista colosales y sorprendentes fósiles evidencia del mar interior que cubría la región, nos encontramos con otra sorpresa: su imponente templo construido en piedra fue consagrado por Monseñor Pedro José Rivera Mejía quien como párroco de Santa Rosa de C, dejó una profunda huella en nuestra comunidad ; bautizó a quien éstas notas escribe quien además, tuvo el honor de estudiar en la escuela que lleva su nombre.
Socorro Santander |
El paso por El Socorro, una ciudad que todo Colombiano debe conocer y llevar en un lugar de su corazón por su decisiva y vital influencia en la historia del país, evocó con nostalgia los días de infancia cuando nuestros educadores narraban con emoción los momentos estelares previos y concomitantes de la independencia y la Campaña Libertadora, impulsadas por la llama interior que siempre avivó el fervor y el compromiso con los más grandes ideales de personas como Manuela Beltrán, Antonia Santos, el grupo de valientes comuneras y comuneros apostrofando las arbitrarias alzas tributarias de la Corona y en especial de quienes protagonizaron un hecho trascendental en nuestro devenir histórico, por desgracia hoy ignorado: la firma de la Primera Acta de Independencia del país, fechada diez días antes de la proclamación del Acta de Independencia en Santafe. El Socorro hace parte por mérito propio de la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia, no sólo por ser una cápsula del tiempo que nos sintoniza con el pasado y sus lecciones, sino también por sus significativos monumentos y vestigios de hazañas imposible de borrar de la memoria colectiva del país y pese al paso inexorable del tiempo, seguimos admirando y apreciando con ojos de niño: ¡Sin perder la capacidad de asombro! Quedaron muchas cosas por contar de nuestra experiencia en el Socorro como el grato encuentro con la señora Rosalbina García Durán, un ser excepcional quién nos abrió el corazón y las puertas de su acogedor hogar. Bueno, nos queda por narrar otras vivencias de Villa de Leiva y los monumentos conmemorativos de la Batalla de Boyacá; será en otra oportunidad si la vida nos da esa opción. Por lo pronto, sólo nos resta agradecer al periodista y amigo Ramiro Osorio por permitir la publicación del presente texto en EL FARO su prestigioso medio de comunicación y a Jesús Antonio Orozco y Leo Ramírez sus valiosos aportes en el recorrido de más de 1500 kms por las legendarias tierras de Santander y Boyacá.