Por Jaime Fernández Botero.
El decreto del Presidente Pedro Alcántara
Herrán expedido en 1844 “autorizando la
fundación de un sitio llamado Cabal, ubicado en la Provincia del Cauca, Cantón
de Cartago, República de la Nueva Granada” además de determinar la concesión
inicial de 12000 fanegadas de tierras para repartirlas entre los pobladores de
la nueva aldea y otras estipulaciones inherentes al proceso fundacional, estableció, a manera de contraprestación por
la cesión de los baldíos, una exigencia
clara y precisa : Cabal sería erigido en
el sitio por donde debía pasar el camino que uniría a las provincias
del Cauca y Antioquia. En ese momento estas dos fracciones de la
patria carecían de una vía de comunicación
idónea para acrecentar el comercio y propiciar la diáspora colonizadora en lo
que más tarde sería la Civilización Cafetera. Por eso, la fundación de Santa
Rosa tuvo un determinismo histórico y sus habitantes asumieron el reto de
establecer un centro urbano erigido como agente civilizador con la misión de
propiciar el surgimiento de nuevas comunidades y unidos con el distrito de Villamaría iniciaron
en 1856 la construcción del Camino del Privilegio, catalogada en el siglo XIX
como la primer gran empresa del Cauca y la vía por donde entró el progreso a la
región uniendo a Cartago con Villamaría y Manizales.
La estratégica ubicación de
la Villa de Fermín López y su decisiva participación en la empresa constructora del camino fue reconocida por el
gobierno nacional con el privilegio de ser el distrito que más tierras se le
concedió en la Nueva Granada durante el siglo XIX. Pocos años después de su
fundación, en 1849 hubo necesidad de asignar por parte de la legislatura otras
doce mil fanegadas para materializar el sueño de gran número de colonos
antioqueños atraídos por la promisoria aldea. En 1863, la Convención Nacional
encargada de redactar la Constitución de 1863, le otorgó otras venticuatro mil
hectáreas aunque compartiéndolas con María, San Francisco y Palestina.
Desde los albores de la
fundación y gracias al compromiso legal de sus habitantes de trabajar gratuitamente
en la construcción de caminos, escuela, iglesia y cementerio se empieza a
consolidar una sociedad basada en relaciones de confianza y con un fuerte
componente de identidad y cohesión social, que además del patrimonio público
erigió obras cuyo uso generara rentas para dinamizar y sostener la educación
como la construcción del puente sobre el río Otún en 1852 de “madera fina labrada”
donde se cobraba un impuesto de pontazgo destinado exclusivamente al pago del
maestro o preceptor y al mantenimiento de la escuela, sembrándose así la semilla
la educación consolidada hoy como una de las fortalezas de la ciudad. El puente de Santa Ana, afortunadamente
recuperado por la administración municipal, constituye un símbolo y testimonio
de la referida gesta pues conserva la esencia de la técnica constructiva de la
época donde podemos identificar el expresivo lenguaje de nuestros ancestros
como la solera alta o baja, la cumbrera, tasajera, el rey, el príncipe, las
diagonales, el envigado etc.
Santa Rosa década del 20 |
Santa Rosa ayer.
El siglo XIX ofreció pocas
posibilidades de progreso a la aldea : cada diez años en promedio estallaba una
cruenta guerra civil y los ejércitos en contienda arrasaban los puentes y la
escuela; periódicamente la viruela llenaba de zozobra a la población condenando
a la muerte, la desfiguración o la ceguera a los atemorizados habitantes ; la
langosta devoraba los productos de pan coger y el pasto condenado al ganado a morir por inanición; la integridad
territorial fue afectada para facilitar la conformación de nuevas poblaciones
como San Francisco (Chinchiná) y Villamaría y muchas veces los ingresos por
concepto del peaje proveniente del Camino del privilegio fueron retenidos por dificultades
en el mantenimiento de la vía o
insolvencia para reconstruir el puente, teniendo que suspender los pagos al
maestro para reparar el daño causado por una creciente o la acción vandálica o
insensible de una fuerza armada.
Logotipo de una de las empresas cerveceras que operaban en Santa Rosa en la década del veinte. |
Cerveza doméstica, otra de las fábricas de la ciudad. |
Otra fábrica cervecera con sede en Santa Rosa. |
Cerveza La Reina , de propiedad de Juan de la Rosa Correa, quien también tenía una fábrica de gaseosa. |
Pero el espíritu y la capacidad de lucha ante la adversidad nunca claudicó y animados por el lema “Dios y Patria”, la población emprendió las obras que irían mejorando su calidad de vida: en 1888, construyó el acueducto municipal; en 1894 acogió con entusiasmo a la Comunidad Vicentina integrada por educadores venidos de Francia; los religiosos fueron pastores de almas y también valiosos agentes del progreso haciendo trascendentales aportes en la construcción del hospital y motivando a los habitantes a sembrar el pasto micay aumentando así con la ganadería el rendimiento económico de la comunidad. La empatía entre los santarrosanos y la comunidad Vicentina, tal vez vista ahora con sardónico desdén por algunos, se colige al constatar que nuestras madres y abuelas cantaban con entusiasmo la marsellesa y decían con orgullo, aunque sin tener fundamento alguno, que el himno nacional era el segundo del mundo después del francés; en 1944, cuando el país galo fue liberado por los aliados del siniestro yugo alemán la comunidad de Santa Rosa organizó un desfile hacia la apostólica entonando la marsellesa a los acordes de la banda municipal. La llegada de los aliados a París se tomó en la ciudad como una causa propia. No sin razón el doctor Pascual López había dejado en 1930 testimonio del mutuo afecto existente entre la comunidad religiosa europea y Santa Rosa de Cabal al plasmar la torre Eiffel en las bases de las luminarias de la plaza de Bolívar.
Muchos más eventos vivirían y forjarían nuestros coterráneos en busca del mejoramiento de la calidad de vida y aunque el espacio es breve resumamos algunos: las decenas de empleos y viviendas que las trilladoras como La Reina y La Guardiola , crearon en la zona urbana de la población cuando el café se convirtió en nuestro maná vegetal; la construcción de la primera planta eléctrica en el sector de las Peñas en el río Campoalegre y como en algunas aldeas de Antioquía habría de hacer exclamar a algunos emocionados coterráneos : ¡ahora sí te jodites luna, a alumbrar a los pueblos! y a nuestras piadosas abuelas motivarlas a proyectar el primer rayo de luz proveniente de la planta hacia el cuadro del Corazón de Jesús, como homenaje a su fe. El espíritu emprendedor de la época propició la construcción por parte del municipio tres meses después otra planta eléctrica, pues la primera era privada y no hubo acuerdo en las tarifas; ambas empresas compitieron durante muchos años y Santa Rosa a través de la planta de las peñas le vendía energía eléctrica a Chinchiná. Después de 1930 el municipio trasladó al sector de La Planta las instalaciones, las mismas que algunos años atrás fueron desmanteladas, la casa quemada y los gigantescos tubos hurtados. En la década del veinte en el siglo XX la ciudad tenía cinco fábricas de cerveza y otras tantas de gaseosas, empresas familiares de jabón, la famosa chocolatería Villegas y era tan próspero el panorama que el alcalde Blas Arbeláez le respondía al gobernador de Caldas “que en Santa Rosa no había ningún desempleado”. Aunque valga decir que se construía el ferrocarril de Caldas y la oferta de empleo era profusa.
Fue una constante en la historia de la ciudad el interés en crear fuentes de empleo y rentas propias y aún en épocas de crisis económicas o momentos de profunda tensión política se mantuvo este objetivo: en 1930 cuando la caída de la bolsa en Nueva York arrasó la economía de Estados Unidos y nos afectó también, porque cuando a ellos les da gripa a nosotros nos da pulmonía, todos las personas pudientes se reunieron para ofrecer en sus fincas y negocios fuentes de empleo, en la referida reunión también se aceleró el proyecto de construir la plaza de mercado para atenuar la crisis y aún en la década del 30, cuando las pasiones políticas arreciaron y los alcaldes de origen liberal debían coadministrar con un concejo de mayorías conservadoras, “una leonera”, según la expresión de uno de los mandatarios de entonces, se dejaron a un lado las rencillas para legislar en función de estimular las empresas como ocurrió con el acuerdo de 1937 “exonerando de impuestos y servicios de luz y agua a las compañías que se radicaran en Santa Rosa”. La primera que aceptó el llamado fue el Banco de Colombia en 1938 y luego las prósperas fábricas se ubicaron en la zona industrial de Dosquebradas con el fin de garantizarle a la ciudad las rentas propias suficientes para su progreso hasta 1972, cuando otra vez como en el siglo XIX, la segregación, esta vez de Dosquebradas, la privó de sus recursos dejándola reducida a la condición de Ciudad Dormitorio.
Santa Rosa hoy. |
Santa Rosa hoy.
Después sin desconocer
esfuerzos bienintencionados de algunos servidores públicos, no hubo un plan
alterno para estimular procesos productivos, ni recursos rentísticos propios;
la población de Santa Rosa como todo el país creció desaforadamente estimulada
por la violencia política, la crisis del campo y la notoria inmigración
proveniente de la Ciudad Región que desbordó ofertas de empleo, seguridad,
necesidades básicas, posibilidades de movilidad y el sueño de proyectar un crecimiento
armónico entre el desarrollo urbanístico y la creación de rentas propias
vitales para crear fuentes de trabajo y la construcción de obras de alto
impacto social como las de antaño.
No es fácil el reto de
quienes aspiran a llevar los destinos de Santa Rosa, si pretenden por lo menos
salvarla de la condición de ciudad
dormitorio y sus inquietantes implicaciones.
El Chuzo, el patrimonio ntural y el hábitat de la fauna acorralada que hay que proteger de la globalización. |
Bosque nativo en el Alto de la Cruz que debe ser protegido. |
Pero las nuevas realidades presentan un reto trascendental a la clase dirigente de la ciudad, para tratar de preservar los recursos naturales, ambientales y culturales, pues el Estado Colombiano en su afán de subsanar el hueco fiscal por el gasto excesivo, ha otorgado leoninos privilegios a los grupos económicos, permitiendo que obren como un ejército de ocupación abriendo servidumbres, con redes eléctricas y todo tipo de concesiones, sin contar con los planes de desarrollo y menoscabando la soberanía local afectando no sólo a la comunidad sino también las zonas de reserva como la de Barbas Bremmen hábitat del mono aullador, reduciendo su espacio ancestral y exponiéndolo a su extinción con la poderosa contaminación electromagnética, como nuestros indígenas sucumbieron a la gripa y la viruela que traían los españoles pues carecían de defensas contra los referidos virus. No se trata de detener el progreso, pero el Estado debe tener en cuenta, siempre que se adopten medidas económicas , los efectos negativos colaterales sobre la población , la flora y la fauna local sino queremos ver el territorio convertido en un desierto verde o un lúgubre erial.
Pero Nota. Jaime Fernández B. es abogado e historiador miembro de la Academia Pereirana de Historia, autor de varios libros sobre Santa Rosa y la cultura cafetera, uno de ellos publicado en Alemania. Condecorado por la H. Cámara de Representantes con la Orden de la Democracia Simón Bolívar en el grado de Gran Cruz Caballero