Es indudable que diciembre que diciembre es el mes más excepcional del año. En efecto, un decorado especial de luces multicolores, festones y villancicos predisponen a la población para conmemorar , según la tradición católica, el nacimiento de Cristo bajo una atmósfera singular que deja una pincelada de colo exorcizando los grises tonos de la cotidianidad inherentes a un descafeinado año dedicado al trabajo. Hasta la naturaleza contribuye a ello, o al menos así era cuando el calentamiento global no había afectado los ciclos de verano e invierno, pues las noches de diciembre son tan claras y tachonadas de estrellas que Rafael Pombo las comparaba con la imagen de un rey que abre las puertas de su palacio para permitirle a sus súbditos ver en todo su esplendor la belleza de su trono.
La escena del nacimiento que proyectaba todo su mensaje de paz. (Foto internet) |
En esta época del año, la nostalgia nos obliga a recordar la navidad de antes y al compararla con la de hoy, notamos tan marcadas diferencias que nos sentimos fuera de contexto, aves raras, lobos esteparios atrapados entre dos épocas separadas por fronteras arcifinias. Diciembre era el mes donde la cohesión social, propia de la herencia colectiva y solidaria de nuestra cultura , se manifestaba en toda su plenitud; todo giraba en torno al pesebre y en su diseño y elaboración se empleaba una verdadera división doméstica del trabajo, coordinada por "ese Dios sin ateos", que era la madre, quien asignaba funciones:obtener en la galería los cajones que estrategicamente ubicados formarían la infraestructura de las significativas escenas del nacimiento; sobre esta base, se desplegaba el papel, previamente pintado de verde con anilina vegetal, perfilándose poco a poco los espacios donde se ubicarían las aldeas, dehesas, hondonadas, cascadas; el pesebre de entonces carecía de la nieve con la cual asocian ahora la celebración, tampoco los desiertos propios de las escenas bíblicas, resaltando las casitas de cartón desarmables que evocaban nuestras raíces y sobre todo la accidentada topografía propia de las laderas andinas. Previamente, toda la familia se desplegaba en alegre y emotiva comitiva sobre las faldas de las colinas que enmarcan ese plano inclinado donde se asienta la ciudad en busca de musgo, chamizos, troncos añejos, bromelias y cardos para matizar y ornamentar las evocativas imágenes, hecho que hoy confieso, con la esperanza que haya prescrito cualquier proceso administrativo, disciplinario o penal por tal concepto.
..El imperio de la imaginación infantil sentaba sus reales en escenas como las de un jinete cabalgando en un feroz tigre, una locomotora atravesando un indiferente rebaño de ovejas...(foto internet) |
Ya no queda rastro alguno del pesebre de ayer, que por ser descomunal se le asignaba un cuarto exclusivo en las casas y en la que el imperio de la imaginación infantil sentaba sus reales en escenas como las de un jineta cabalgando en un feroz tigre, una locomotora atravesando entre un indiferente rebaño de ovejas cuidadas por un pastor manco y con la cabeza remendada y un fantástico paisaje de fondo, formado por torrentosas cascadas de algodón, desprendidas de enormes peñascos de papel encerado culminando su vertiginosa caída en estanques de espejos rotos donde nadaban patos de carey y la caravana de los tres reyes magos que lucían gigantescos atravesando las pequeñas aldeas.
Todo esto era presidido por la escena del nacimiento proyectando su mensaje de paz sobre el hermoso entorno. Bajo este apacible céfiro se celebraba la Navidad y mientras los adultos preparaban para obsequiar en las novenas exquisitos platos de nuestra cocina criolla, la jauría de muchachos convertidos en verdaderos torbellinos con piernas perseguían a los globos hasta donde tocaran pared, regresando exhaustos exhibiendo como preciados trofeos los restos humeantes del vencido globo, con la ropa hecha jirones y las devastadoras mandíbulas de un feroz mastín impresas para la posteridad en sus adoloridos glúteos.
Durante nueve días los niños se desplazaban por todas las casas del barrio, con sus panderetas hechas con tapas de cerveza aplanadas y engarzadas en un alambre, maracas, pitos y otros instrumentos musicales elaborados artesanalmente cantando villancicos y rezando con fervor la novena de aguinaldos , una novena que ha integrado a la población colombiana durante más de cien años y escrita por , Bertilda Samper Acosta nacida en Bogotá en 1856 e hija del célebre matrimonio formado por una de las grandes escritoras del país, Soledad Acosta y el brillante literato, prestante líder político José María Samper.
Abundaba la natilla, los vecinos sin distinción de clase intercambiaban este plato tradicional y nunca hastiaba ni saturaba porque tenía un ingrediente que le daba un sabor especial: el afecto con que se preparaba y el sincero cariño con que se ofrecía. El licor era controlado pues había que ir sobrios a la misa de gallo.
Aunque este apacible decorado ha cambiado pues hoy Colombia es un país laico, con libertad de cultos, el pesebre es sintético y ocupa un lugar secundario en la celebración eclipsado por una sociedad de consumo que impone regalos forzados y por momentos se sumerge en una vorágine etílica y económica, el mundo Católico sigue cantando los villancicos, los mismos que en la época colonial fueron prohibidos por la misma iglesia por ser "bullozos" y contrarios al respeto debido al culto cristiano, pero siempre "terminó imponiéndose la sentencia, dice Adraiana Herrera T., de que "el que canta, ora dos veces y las gentes continuaron alabando a Dios con expresiones propias. Y aún no se ha borrado de la memoria colectiva lo que la tradición conoce como el Milagro de Belén, cuando el Rey de Reyes nació en un establo en señal de humildad en rechazo a la desbordada opulencia de quienes como príncipes se pasean "con su corona de hielo bajo el sol" .
Teniendo presente este mensaje prevalecerá la solidaridad y la comprensión con los que sufren y renacerá el espíritu de la navidad de ayer con su mensaje de solidaridad y tal vez así como nos lo cuenta Euclides Jaramillo , volveremos a escuchar el coro de voces infantiles que antes cantaban: "Esta noche es Navidad, noche de andar en pandillas; los unos comiendo rellena, los otros comiendo natilla".
Tomado del libro: Santa Rosa de Cabal, historia, crónicas e imágenes del autor del presente blog, Jaime Fernández Botero.
Esta año, Santa Rosa , también se bañó de luz y de color para continuar la tradición. |