La salud en nuestro país ha
oscilado en el rango marcado por lo surrealista y lo macabro. Ya desde los
albores de nuestra fundación se creó una junta de salubridad con la doble
función de prevenir y combatir enfermedades y ejercer las funciones
administrativas de clasificar a los ciudadanos según su capacidad económica,
para cumplir con las obligaciones de trabajar en las obras públicas. La lucha
de los primeros pobladores contra la viruela, disentería, sarampión,
enfermedades respiratorias y otros tipos de patologías fue titánica y llegó a
niveles inimaginables en la época actual:
Vacuna contra la viruela aplicada en en el siglo XIX. (Tomado de Internet) |
Para combatir la viruela, que dejaba
al sobreviviente ciego o desfigurado, era necesario escoger al niño más robusto
y sano de la aldea, quien tenía el dudoso honor de ser convertido en conejillo
de indias, inoculándole el virus o “pus” de la viruela debidamente atenuado y
obtenido de las costras de las reses infectadas con el referido germen. El organismo
del rubicundo infante generaba los anticuerpos con los cuales se vacunaban “brazo
a brazo” los demás niños y a la población en general. Si la situación se
complicaba, era necesario habilitar el matadero municipal como hospital, con el fin de aprovechar sus precarias
instalaciones, ubicadas en las afueras de la aldea para tratar allí a las
víctimas del tenebroso flagelo. Cuando esto ocurría, se les permitía a los
“matanceros” sacrificar en el campo a las reses para mantener el abastecimiento
de carne.
Amputación. (Tomado de internet) |
No había médicos; los accidentes eran frecuentes, en especial los
causados por los trapiches que desgarraban y trituraban los miembros de quienes
trabajaban en las moliendas y el encargado de cercenar los destrozados brazos
era el carpintero municipal, quien tenía licencia escrita expedida por el
alcalde para “practicar amputaciones”, complementando no pocas veces su
dramática operación, con un pegote de telarañas con propiedades, según las
creencias de entonces, de ser un efectivo anticoagulante. Los tratamientos
folclóricos, pintorescos y hasta mágicos eran también muy comunes: los orzuelos
se curaban untándose babas en ayunas; al niño que se demoraba en hablar le
preparaban un afrechero o pinche y más de una vez nos tocó ir a las mangas a
conseguir boñiga de vaca para mezclarla
con leche caliente y así con esta amarga pócima curar la buenamoza.
La salud en Colombia. Caricaturista de la Patria de Manizales.( tomado de Internet) |
Hoy en Colombia, en pleno
apogeo de la ciencia terapéutica, pasamos de lo surrealista a lo macabro:
mientras se lanzan las campanas al vuelo por la obtención de la paz, nuestro
gobernante se pasea por el mundo preconizando las bondades de su gestión y los
representantes le embuten a la
Constitución “sapos, micos y conejos”, el pueblo es rechazado en clínicas y
hospitales cuando requiere atención médica, sufriendo el paseo de la muerte; el paciente ve con angustia como le niegan una
cita, después de pasar en vela una noche a las puertas de una EPS asaeteado por
el dolor y las madres, sienten la impotencia
de ver la vida de sus hijos apagándose en medio de convulsiones y
agónicos estertores, sin atención que
atenúe el drama y la imposibilidad de
obtener el suministro de la providencial medicina que garantice derecho fundamental a la vida. Sin
embargo, no toda Colombia se resignó a estar encandilada con el circo o sainete
de corrupción, sofisma e insensibilidad montada por la la dinastía que nos ha gobernado: en
Cartagena, un grupo de médicos impactados por las desgarradoras escenas de ver
el suplicio de numerosos niños agobiados por enfermedades terminales, después
de agotar tutelas e incidentes de desacato, decidieron como desesperado recurso
demandar al Estado Colombiano ante La Asociación Interamericana de Derechos
Humanos. La cruda evidencia obligó a la referida entidad a exigirle a los gobernantes
las medidas mínimas para proteger la vida de los infantes; sin embargo, el
drama continúa para un gran sector de la población infantil del país.
Nadie se ruborizó por el fallo que
desnuda la falacia de nuestro “Estado Social de Derecho”; lo anormal se ha
incorporado a nuestra cotidianidad y la desesperanza aprendida invadió al
cuerpo social. Nuestro sistema, dice un ciudadano, dominado por “ira e intenso
dolor, motivado por grave e injusta provocación”, logró sutilmente la macabra
eficiencia que tuvieron los nazis en destruir la vida humana; pero sin emplear
sus siniestras cámaras de horror. ¡ no hay derecho¡
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