La británica JANE GOODALL
conocida como la novia de los primates, célebre por sus estudios sobre la
referida especie y valerosa activista en la preservación de los bosques
nativos, visitó al país hace un tiempo en su condición de mensajera de paz de
la ONU. La famosa naturalista, una de las expertas en comportamiento animal más
importantes de la historia, desnudó la cruda realidad del país y del llamado
Tercer Mundo por la venta de los recursos naturales a las multinacionales y sus
devastadores efectos sobre la flora y la vida silvestre. Con la serenidad y la
legitimidad que le confieren sus 79 años y su vasta experiencia adquirida en la
selvas africanas tratando de evitar la
extinción de los chimpancés acorralados por
la caza y destrucción de su hábitat, dejó su altruista mensaje a un
auditorio que la escuchaba con reverencia:
“ Nos hemos olvidado de que hacemos
parte de la naturaleza. El mundo moderno vive una realidad virtual, atravesada
por la tecnología y los videojuegos, en la que es difícil que los humanos
identifiquen la relación de bienestar que hay entre nosotros y los insectos o
mamíferos que nos rodean. Los humanos nos hemos aislado. Siempre quise venir a
Colombia. Antes era imposible porque nos decían que era un lugar peligroso;
ahora me alegro de estar aquí. Sé que este país tiene muchos debates por dar.
Colombia no es la única nación del continente que está vendiendo sus recursos a
grandes multinacionales que terminarán destruyendo cientos de hectáreas de
tierra. El dinero los ha vuelto locos. Lamento decirles a nuestros jóvenes que
no pudimos hacer casi nada para detenerlos. Son ellos los que ahora tendrán que
luchar” (El Espectador 1 de noviembre de 2013).
Pero aunque su visita no pasó
desapercibida en los medios y muchos funcionarios gubernamentales asistieron a
su conferencia y posaron con la gallarda mujer, sus palabras se las llevó el
viento y su presencia no pasó de ser una reseña periodística y la confirmación
de la personalidad dual del Estado Colombiano que a través de los medios
pregona el discurso de la conservación, pero subordina la defensa del
patrimonio ambiental y cultural al paso de las devastadoras locomotoras que
“impulsan” a un costo muy alto el progreso del país.
Producto del doloroso
proceso quedan en las partes altas de Santa Rosa tropillas de monos aulladores atrapados en
reducidas porciones de bosque nativo, que día a día ven reducido su hábitat o
mueren electrocutados en cuerdas de alta tensión erigidas sin consultar con las autoridades
locales, sin tener derecho a un lugar
bajo el sol y condenados irremediablemente a la extinción por nuestra terrible indiferencia, refrendando la lapidaria frase
de la novia de los primates: “el dinero nos ha desquiciado”.
no podemos abandonar a su suerte a los monos aulladores, perezosos, perros de monte, armadillos y en general toda la fauna silvestre. (foto Carlos Enrique Ruiz, naturalista y artista.), |
Contrario a la visión
pesimista de quienes afirman que el daño es irreversible, que aún es posible evitar la extinción de los
monos aulladores de Santa Rosa y para ello sería necesario la ejecución de una
cruzada de salvamento, coordinado por el alcalde de la ciudad y con la participación
de la gobernación, la Carder y las empresas que también han mostrado su
disposición al diálogo y la concertación cuando han sido requeridas por las autoridades.
Un proyecto serio inspirado en el desagravio a la naturaleza debía tener un fundamento
legal como los Planes de Desarrollo y
Ordenamiento Territorial y el apoyo de las organizaciones no gubernamentales del país
y hasta del extranjero que permita la adquisición de tierras para extender el agónico
hábitat, generar corredores o cinturones verdes para facilitar el
desplazamiento de los primates y las especies silvestres, ofreciendo estímulos tributarios
a los propietarios que posean en sus
parcelas relictos boscosos y sobre todo generar en la población un genuino
interés por estos maravillosos seres y sus apacibles hábitos de vida como
garantía para preservar la herencia ambiental, porque nadie protege lo que no
conoce.
No son sueños de poetas, ni
de idealistas, ni de ilusos sin firme arraigo en la realidad, son sueños de
pragmáticos. Tal vez, si rectificamos nuestra actitud indiferente, algún día
podremos mirar a los niños y a las nuevas generaciones de frente.
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