El
vuelo del “Cóndor”
En 1915 Santa Rosa era
todavía una aldea de calles polvorientas, con un marcado acento campesino. Una
hermosa pila traída de europa, que antes engalanó el entorno de la iglesia de
Manizales, abastecía de agua a comerciantes y semovientes congregados en los días de feria y de mercado
en el entonces parque de Colón. Pero el bucólico poblado vivía momentos de
tensión e incertidumbre y, guardando las proporciones, era un microcosmos de la
lucha de clases que dividía al viejo continente: La élite social se congregaba
entorno al Juez Civil del Circuito, doctor Félix Isaza y en su núcleo familiar
sobresalía por su belleza e inteligencia, su hija blanca, una joven que apenas
frisaba los quince años y ya insinuaba
su sensibilidad y notables calidades literarias, llegando, decían entonces, a
enajenar el corazón del gran bardo Julio Flórez. En la otra orilla, se
destacaba por sus ímpetus físicos, Pedro Eduardo Botero, un arriero cuyo fogoso
temperamento se forjó trasegando con sus indómitas mulas incipientes caminos, ríos caudalosos y
empinadas cuestas mientras los vientos
huracanados y las tormentas violentas flagelaban sin misericordia a hombres y
acémilas. Sin embargo, los madrazos y el lenguaje procaz, necesarios y propios
de su oficio, pasaban a un segundo plano, cuando su gran pasión, el periodismo afloraba agitando en el pueblo por medio de su periódico
“El Cóndor” ideas y cuestionamientos que herían el orgullo y amor propio de
quienes ostentaban emperifollados rangos de corte civil o político.
Antigua casa cerca del puente sobre el río San Eugenio, en el Camino del Privilegio, que tantas veces pasó el célebre arriero. |
Pero, Pedro
Eduardo Botero, era además, un “chasqui” y a la manera de los mensajeros del
imperio Inca, empacaba en el “hatillo”, la noble mula encargada de portar las
encomiendas más delicadas, los ejemplares del “Cóndor” para distribuirlos en las aldeas y caseríos por
donde pasaba y a su vez, recibía las gacetillas e impresos editados en los
referidos villorios, dinamizando en su arduo periplo la economía y realizando un admirable
ejercicio intelectual articulando un valioso intercambio de información y
cultural entre remotas y aisladas aldeas.
Los legendarios arrieros que enlazaron lejanías ( foto tomada de Internet.) |
Y mientras en otras
latitudes empezaba a estremecerse el “establecimiento”, en Santa Rosa estalló el
conflicto entre el pueblo raso y la élite dominante; la chispa que encendió la
controversia fueron las irónicas palabras con las cuales la joven Blanca Isaza
se refirió a uno de los escritos de Pedro Eduardo, desatando la furia de éste,
quien presa de “ira e intenso dolor, motivado por grave e injusta provocación”
convirtió el periódico El Cóndor en desbordado panfleto para atacar a la
distinguida familia y a la clase social que ésta representaba. La ciudad se
dividió y los agravios proferidos por el febril Botero en El Cóndor, eran
contestados por “El Chapola”, otro periódico que tomó como bandera la defensa
de los intereses “de la gente de bien”, agravando las tensiones, mientras las
demandas y contrademandas de parte y parte alteraban más el orden público. Ante
la gravedad de la situación, tuvo que intervenir la gobernación aplacando el
embrollo con radicales medidas de policía. Pedro Eduardo Botero fue detenido y
poco tiempo después El doctor Félix Isaza se radicó en Manizales, ciudad donde
Blanca llegó a ser una de las más grandes poetizas de Colombia, quedando en su
memoria un sabor amargo de la ciudad y un grato recuerdo consignado en un
hermoso poema al río San Eugenio.
El autor, Jaime Fernández , en el camino El Español, Marsella, tras las huellas de Pedro Eduardo Botero. |
Todos estos incidentes
ocurrieron en Santa Rosa, dos años antes que estallara la Revolución Rusa y se
estableciera “la dictadura del proletariado”.
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