lunes, 6 de diciembre de 2021

Alfonso, "El Che" Piedrahíta, de la gloria al olvido.


 Todos los sábados en la cancha del Colegio Nacional, veteranos jugadores cuyas mejores épocas ya habían pasado, deleitaban al público con destellos de calidad y sobre todo, derrochaban  pundonor y coraje para saborear las mieles de la victoria, pues el tiempo no había extinguido el espíritu combativo propio de sus comienzos como jugadores de potrero; lucían orgullosos los colores de equipos como Yuma Yuma, Junior, Cosmos, Magisterio Americana de Curtidos y muchos más, cuyos nombres aún no se han borrado de la memoria colectiva. Alfonso Piedrahita llegó a Santa Rosa en el ocaso de su vida, atraído por el eco que el torneo Senior Master de fútbol irradiaba en la región; “El Che, como lo apodaban, venía ligero de equipaje, un fardo de viejos y raídos periódicos lo acompañaban siempre y en su mente bullían alucinantes imágenes de estadios cuyas estructuras se estremecían al ritmo de las emociones desbordadas generadas por las filigranas, las gambetas y las felinas incursiones en el área rival de los mejores jugadores del mundo. Sus historias eran escuchadas al principio con piadosa atención, cuando no,  con sorna por parte de sus contertulios quienes cortaban de raíz sus “disparatadas” divagaciones con un irónico ¡fenomenal Cheeeeeee…¡pronunciado con afectada cadencia, parodiando el tradicional acento porteño. Alfonso Piedrahita encontró en don Manuel Osorio el apoyo y la comprensión para acercarlo a Yuma Yuma y facilitarle un auditorio, que sin mucha convicción, oía sus charlas técnicas antes de cada partido, dignificando en alguna forma su vida. Pasó el tiempo, El Che, sumido en la pobreza y sin renunciar a sus fabulosos recuerdos falleció en el Centro de Bienestar del Anciano Betsabé Arbeláez donde permaneció los últimos años de su existencia, relegado en el alma popular  a la condición de “personaje típico”,  como definen a quienes con sus ocurrencias dejan  pinceladas de color y gracia en  la gris rutina parroquial, como la inefable Barbarita ( qué habrá sido de ella ), Condorito, Nabor, Cédula; Elí, a quien los ataques de euforia lo inducían a lanzar su raído sombrero sobre los tejados de las casas y acto seguido, estallaba en llanto, conmoviendo a los vecinos quienes  en arriesgadas peripecias rescataban la curtida gorra y sin poder paladear aún la satisfacción producida por su buena obra, veían desconcertados como el pintoresco personaje volvía a lanzar otra vez “su preciada alhaja” al elevado techo.


Alfonso, " El Che Piedrahíta.



La fotografía del maestro Guillermo Ruiz, registra la nómina del Ballet Azul en 1949, año en
que se coronó campeón en Colombia. El Che, aparece junto a Di Estéfano, Pedernera, Rossi y otras leyendas del fútbol mundial.


Pero, pocos sabían que detrás del hombre de la magra figura, lacia cabellera y rasgos aguileños se escondía un testigo y protagonista del momento  más fulgurante del fútbol colombiano: la Época de El Dorado. El  país vivía con fervor y entusiasmo los albores del fútbol profesional ;   aprovechando una huelga de jugadores en Argentina, Millonarios de Colombia contrató o “sustrajo” a los más emblemáticos exponentes del balompié  Gaucho y en 1949  ganó el campeonato deslumbrando con las exquisitas ejecutorias de Adolfo Pedernera y Nestor “Pipo” Rossi, integrante de la legendaria “Máquina” del River Plate; René Pontoni, ex delantero de San Lorenzo, Julio Cozzi, arquero de la selección argentina; el hoy, a pesar del paso del tiempo, legendario símbolo del Real Madrid, Alfredo Di Estéfano y Antonio Báez considerado el mejor jugador del estelar elenco, entre otros. Y en el centro de estas postineras figuras, brillando con luz propia estaba ALFONSO “EL CHE” PIEDRAHITA, uno de los pocos colombianos que mantuvieron su titularidad compitiendo con una pléyade de foráneos, virtuosos del balón quienes en su momento hicieron de  Millonarios el mejor equipo del mundo. El ballet Azul confirmó el honorífico título cuando se paseó victorioso por las canchas europeas, refrendando su brillante palmarés al vencer en su sede al flamante Real Madrid, cuatro goles a dos, aunque en este año  1952, Alfonso no aparece en la nómina.

Alfonso Piedrahíta, junto a don Manuel Osorio, dirigente de Yuma Yuma.



            




 

A manera de colofón podemos decir que hizo parte de la nómina fundadora de Millonarios en 1948, año en que nació el fútbol profesional colombiano. Después  de su retiro de las canchas nacionales, jugó en Centro América, fue entrenador del Deportivo Rionegro F.C. cuando era un equipo amateur, y gambeteando las contingencias de la vida, llegó a Santa Rosa; aquí, viviendo el día a día, cuando el eco de sus triunfos se habían apagado y su nombre olvidado, nos concedió el honor de ser partícipes en alguna forma de su admirable gesta histórica, la misma que estoy seguro estaba registrada en las páginas de los periódicos llevados como invaluable tesoro bajo el brazo. Sí, estimado “ Che “, tenías razón, fuiste ¡grande¡,¡ grande,¡ ¡fenomenal, Che¡ y no has muerto, porque uno muere cuando lo olvidan y estoy seguro que al descubrir tu emotivo relicario de recuerdos estarás en el corazón de todos los colombianos.


Alfonso Piedrahíta con el equipo Yuma Yuma.

Quiero agradecer a don Joel Jiménez, uno de los grandes futbolistas de la ciudad integrante del legendario Juventud Santa Rosa, sus valiosos aportes para la elaboración de la presente crónica.

 

 

Lucero Bustamante o el don de Servir.


Lucero Bustamante Aristizábal o el arte de servir.

En los primeros años del siglo XX  en Santa Rosa de Cabal, unos pocos faroles de petróleo, ubicados en las calles públicas, proyectaban tenues y agonizantes fulgores que apenas atenuaban la lobreguez de la noche. En el interior de las viviendas, candiles y velas de sebo proyectaban sobre las desconchadas paredes de bahareque las sombras y siluetas de quienes, después del rosario y en medio de una animada conversación, paladeaban la merienda antes de entregarse al reparador sueño que les permitiría afrontar los afanes del nuevo día con fe y entusiasmo. Pero en 1916, este decorado cambió radicalmente: Santa Rosa inauguró la luz eléctrica y la noche tuvo un nuevo significado. Otra era nacía en nuestra comunidad estimulando actividades como la formación de la banda municipal e institucionalizando las retretas en el parque de Colón donde la gente acudía masivamente a alimentar el espíritu con conciertos de música clásica, llamada entonces “música culta”. Desde entonces, el pueblo acuñó una frase para reivindicar y reconocer aquel ciudadano asertivo, servicial y entusiasta para promover causas cívicas y solidarias catalogándolo como “la luz eléctrica de la ciudad”. Don Luis Grégory, con su fina estampa y desbordada emoción, don Marcial García con “la sopa del necesitado”, entre otros,  fueron ungidos por este reconocimiento espontáneo nacido del agradecimiento popular.


                                         Verónica, Omar y Lucero Bustamante.


Hoy, cuando se han desdibujado los valores que inspiraron a los fundadores, la señora Lucero Bustamante Aristizábal, encarna el espíritu de aquellos hombres y mujeres de antaño honrados por su amor a la ciudad y capacidad de servicio equiparando sus ejecutorias con el servicio público que cambió la faz de la ciudad,  acreditando así su hidalguía ciudadana. Lucero,  nacida en el seno de una familia que ha dinamizado la actividad comercial en nuestra localidad, con su esposo Omar del Río siguiendo la tradición familiar y ceñidos al legado de valores heredados de sus ancestros han moldeado con fe de cruzados desde hace 22 años un establecimiento con el coloquial nombre de “Tinto Parao”, brindándole al cliente la oportunidad de paladear un café de calidad que evoca el bosque nativo y el trino de nuestras aves y predispone el alma para emotivas y enriquecedoras tertulias sobre lo humano y lo divino, ecos de una de las grandes cualidades que adornan el talante de los pueblos de origen antioqueño: el don de la palabra. Pero además, el usuario que no concibe un día sin degustar la cotizada bebida encuentra en la versatilidad y don de gentes de Lucero valiosos servicios adicionales como los familiares “encargos”, tanto en dinero como en especie, y muchas más informaciones sencillas, prácticas y valiosas en nuestra actividad cotidiana. Esta tradición, forjada durante años, ha hecho que el aura del local comercial desborde las fronteras y se convierta en un referente para propios y extraños; allí acuden numerosos turistas deseosos de catar las delicias de nuestra emblemática rubiácea y conocer a través de la amable anfitriona todos los detalles para aprovechar al máximo su estadía en nuestra ciudad y en el corazón de los santarrosanos que hacen Patria en otras latitudes, ocupa un lugar privilegiado en el relicario de añoranzas del solar nativo. Algunos canales  Latinos del exterior, a instancias y sugerencias de nuestros coterráneos, ausentes pero conectados espiritualmente con la tierra que los vio nacer, han desplazado a sus reporteros con  la misión exclusiva de documentar la historia de la “familia de Tinto Parao”, sí familia,  porque propietarios y usuarios están unidos por fuertes vínculos afectivos como se demostró en la reciente contingencia que puso a prueba la fortaleza moral de Lucero y Omar, pero que generó una movilización general de solidaridad y apoyo por parte de todos los estamentos de nuestra ciudad y el departamento. Son muchas las actividades que  reivindican y refrendan  la cohesión social e identidad que dimanan del establecimiento, algunas de ellas se evidencian cuando usuarios y transeúntes se unen en torno a la pantalla chica para vibrar con las victorias de nuestros ciclistas en las grandes vueltas del mundo, sufrir o gozar con los juegos de la selección Colombia, esperar todo un día los resultados de las elecciones atenuando por supuesto las tensiones con buenas dosis de café, liberar con frenesí y exaltación las emociones contenidas en eventos donde fueron o son protagonistas nuestros deportistas como cuando Edgar Rentería iluminado por la llama interior de la fe, la decisión y la confianza le dio el título mundial a los Marlins con un soberbio batazo cuyos ecos aún no se han borrado de la memoria colectiva del país .



                                1997, Egar Rentería conecta el batazo que le dió el título a

                                              Los Marlins de La Florida.


Bueno, soy consciente que mis modestas palabras no alcanzan a hacer justicia ni a retratar la dimensión humana de quien ha convertido el servicio a los demás y el trabajo en  beneficio del bien común, en la esencia de su existencia; por eso, para complementar la historia de vida de Lucero Bustamante Aristizábal, apelo a una frase de Sor Teresa de Calcuta : “ el fruto del silencio es la oración, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”