Nobleza Obliga
Amigas
y amigos, quienes con sus mensajes o con su presencia, nos acompañaron en el
generoso acto realizado en las instalaciones de Comfamiliar Santa Rosa, que
aunque inmerecido, me honra y compromete a estar a la altura de la
trascendental responsabilidad de coadyuvar en la difusión de los valores
culturales de nuestra ciudad. El emotivo acto, inesperado por cierto y acompañado
de quienes durante años han sido copartícipes de una aventura cultural, agitó
mi alma y me llenó de sentimientos encontrados. Las expresivas y exquisitas
palabras, salidas de lo más profundo del corazón de una niña, inteligente y
sensible, interpretando el indisoluble vínculo afectivo que desde muy temprana
edad me unió con los libros y la historia, revivieron rostros, imágenes y
lugares que decidieron el curso de nuestra vida. El aroma de “saudade”, palabra portuguesa que
sublimiza los sentimientos de evocación y nostalgia, envolvió el mágico evento
y me transportó al ya lejano, pero inolvidable momento en que sentí por primera
vez las vibraciones de un libro y la fuerza de su mensaje a través de hermosas
ilustraciones y altruistas lecciones morales; la obra era Piel de asno, un
cuento de Charles Perrault.
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Piel de asno. Charles Perrault |
Después el ciclo continuó con los comics o
historietas, muchas de ellas escritas por verdaderos literatos como Edgar Rice
Burroughs, cuya prolífica imaginación nos llevó a la selva africana, narrando
las aventuras de Tarzán, un personaje rescatado por un grupo de primates, siendo aún
un infante, de los escombros humeantes de un avión accidentado y quien hizo de la jungla su hogar adoptando los hábitos y costumbres de los
providenciales salvadores. Otras revistas también cautivaron nuestra atención,
como El Llanero solitario, Batman y Supermán. El comercio e intercambio de
comics se hacía en las noches, en el teatro Cabal; sin embargo, este sano y
ameno trueque infantil, era considerado entonces una infracción a las normas de
policía y con frecuencia, gavillas de uniformados realizaban intimidantes
batidas y sin ninguna consideración terminábamos en la terrible “bola”: un
vehículo gris, lúgubre con celda y barrotes en su parte posterior y posteriormente en la "guandoca", una
verdadera mazmorra, fría y mal oliente. Luego, los profesores incrementaron con más fuerza
el amor por la lectura. En el pensum figuraba la asignatura de Biblioteca que nos brindó gratos
momentos moldeando nuestras almas con valores y conocimiento. Borges imaginaba
el cielo como un gran espacio colmado de libros, y ese amable recinto era el
edén particular de los niños de entonces. Otras estrategias afianzaron el romance con la literatura: a instancias de
educadores, don Benjamín Duque entre ellos, coleccionábamos y leíamos los suplementos
literarios de diarios como El Tiempo y el Espectador lo mismo que los amenos
artículos de Selecciones del Readers Digest.
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El Charrito de Oro era una de las historietas que leíamos entonces, y una vez culminaba sus aventuras en defensa de la justicia y los inocentes se despedía con la frase :¡arre Plata, vamos Tona¡ el primero era su caballo y Tona, una hermosa águila, que no pocas veces, venía providencialmente del cielo a sacarlo de apuros en su lucha contra los malvados. |
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El Charrito de Oro y su fiel "Plata" |
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King Kong, una de las películas exhibidas en el Teatro Caba |
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Tarzán, primero, una obra literaria, luego la historieta y el cine fueron difundieron las aventuras del héroe, en el interior de la selva africana. |
Un día en la semana se escogía para realizar El Centro Literario, que hacía parte de la clase de Español, donde sin coacción alguna el alumno escogía la modalidad y el tema que más se adaptaba a sus aptitudes para presentarlos ante sus compañeros: el canto, la declamación, los sainetes, las dramatizaciones o las exposiciones de temas extractados de los suplementos, como era mi caso, constituían las disciplinas que usualmente se efectuaban: los condiscípulos una vez finalizada la presentación, tenían patente de corso para criticar y preguntar, muchas veces con el fin de "corchar" y no pocas veces empleando "sevicia y alevosía" y aunque para algunos la prueba era tensionante, nos preparó para enfrentar al "monstruo de mil cabezas" como se conoce al público y cultivar el sentido de la tolerancia, necesarias para afrontar en el futuro la convivencia social y las exigencias de la vida profesional.
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¿Para qué los libros? . Foto, tomada por el amigo y colega Guillermo Aníbal Gartner quien con su capacidad para perpetuar instantes y emociones, captó esta imagen, detrás de la cual hay una historia personal. |
Pero en algún momento de la vida
el amor por los libros hizo insuficiente la biblioteca particular que se
extendió e invadió los íntimos aposentos de descanso, dejando nuestro mundo a
merced de su avasalladora influencia gravitacional. Mientras tanto, los
avatares de la vida dejaban también la huella de ese “spleen”, tormento de
Garrick, y como Ricardo Nieto, nos hizo preguntar con escepticismo: ¿para qué
los libros? Sin embargo, las horas de
tinieblas se diluyeron pronto pues como lo dijo Cicerón, “un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma” y una comunidad
ajena a su benéfica influencia, es presa fácil del oportunista, el tirano o el
sátrapa, soberanos sin legitimidad. Así lo revela la obra Farenheit 451 cuyo
autor describe una sociedad aparentemente justa y perfecta; los incendios no
existen porque las construcciones son incombustibles e inmunes al fuego; sin
embargo, los bomberos tienen la funesta misión de quemar los libros,
considerados peligrosos porque la clase dominante ha reescrito la historia con
falaces capítulos acordes con sus perversos
propósitos de sometimiento. Pero surge la resistencia civil y para evitar la
extinción del legado de la humanidad, cada persona se convierte en un libro
viviente: alguien memoriza La Divina comedia, otro el Paraíso perdido y todos
los ciudadanos en general asumen la misión de conservar el pensamiento universal.
Y así la luz de la razón seguiría guiando al pueblo por la senda de los valores
eternos. Quiero agradecer el generoso gesto de Tatiana López Escobar, Héctor
Montoya Quiceno y al doctor Wilson Flórez, valiosos gestores culturales, por
concederme el honor de sentirme asociado en estrecha comunión, con una parte
del cielo de Borges: la biblioteca en Santa Rosa de Cabal, de una de las más
apreciadas instituciones de Colombia: Comfamiliar.
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Héctor Montoya, Tatiana López, valores humanos de la biblioteca Comfamiliar en nuestro municipio y el doctor Wilson Flórez, director de Bibliotecas, durante el acto, que aunque inmerecido, siempre llevaré en mi corazón. |
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