lunes, 6 de diciembre de 2021

Alfonso, "El Che" Piedrahíta, de la gloria al olvido.


 Todos los sábados en la cancha del Colegio Nacional, veteranos jugadores cuyas mejores épocas ya habían pasado, deleitaban al público con destellos de calidad y sobre todo, derrochaban  pundonor y coraje para saborear las mieles de la victoria, pues el tiempo no había extinguido el espíritu combativo propio de sus comienzos como jugadores de potrero; lucían orgullosos los colores de equipos como Yuma Yuma, Junior, Cosmos, Magisterio Americana de Curtidos y muchos más, cuyos nombres aún no se han borrado de la memoria colectiva. Alfonso Piedrahita llegó a Santa Rosa en el ocaso de su vida, atraído por el eco que el torneo Senior Master de fútbol irradiaba en la región; “El Che, como lo apodaban, venía ligero de equipaje, un fardo de viejos y raídos periódicos lo acompañaban siempre y en su mente bullían alucinantes imágenes de estadios cuyas estructuras se estremecían al ritmo de las emociones desbordadas generadas por las filigranas, las gambetas y las felinas incursiones en el área rival de los mejores jugadores del mundo. Sus historias eran escuchadas al principio con piadosa atención, cuando no,  con sorna por parte de sus contertulios quienes cortaban de raíz sus “disparatadas” divagaciones con un irónico ¡fenomenal Cheeeeeee…¡pronunciado con afectada cadencia, parodiando el tradicional acento porteño. Alfonso Piedrahita encontró en don Manuel Osorio el apoyo y la comprensión para acercarlo a Yuma Yuma y facilitarle un auditorio, que sin mucha convicción, oía sus charlas técnicas antes de cada partido, dignificando en alguna forma su vida. Pasó el tiempo, El Che, sumido en la pobreza y sin renunciar a sus fabulosos recuerdos falleció en el Centro de Bienestar del Anciano Betsabé Arbeláez donde permaneció los últimos años de su existencia, relegado en el alma popular  a la condición de “personaje típico”,  como definen a quienes con sus ocurrencias dejan  pinceladas de color y gracia en  la gris rutina parroquial, como la inefable Barbarita ( qué habrá sido de ella ), Condorito, Nabor, Cédula; Elí, a quien los ataques de euforia lo inducían a lanzar su raído sombrero sobre los tejados de las casas y acto seguido, estallaba en llanto, conmoviendo a los vecinos quienes  en arriesgadas peripecias rescataban la curtida gorra y sin poder paladear aún la satisfacción producida por su buena obra, veían desconcertados como el pintoresco personaje volvía a lanzar otra vez “su preciada alhaja” al elevado techo.


Alfonso, " El Che Piedrahíta.



La fotografía del maestro Guillermo Ruiz, registra la nómina del Ballet Azul en 1949, año en
que se coronó campeón en Colombia. El Che, aparece junto a Di Estéfano, Pedernera, Rossi y otras leyendas del fútbol mundial.


Pero, pocos sabían que detrás del hombre de la magra figura, lacia cabellera y rasgos aguileños se escondía un testigo y protagonista del momento  más fulgurante del fútbol colombiano: la Época de El Dorado. El  país vivía con fervor y entusiasmo los albores del fútbol profesional ;   aprovechando una huelga de jugadores en Argentina, Millonarios de Colombia contrató o “sustrajo” a los más emblemáticos exponentes del balompié  Gaucho y en 1949  ganó el campeonato deslumbrando con las exquisitas ejecutorias de Adolfo Pedernera y Nestor “Pipo” Rossi, integrante de la legendaria “Máquina” del River Plate; René Pontoni, ex delantero de San Lorenzo, Julio Cozzi, arquero de la selección argentina; el hoy, a pesar del paso del tiempo, legendario símbolo del Real Madrid, Alfredo Di Estéfano y Antonio Báez considerado el mejor jugador del estelar elenco, entre otros. Y en el centro de estas postineras figuras, brillando con luz propia estaba ALFONSO “EL CHE” PIEDRAHITA, uno de los pocos colombianos que mantuvieron su titularidad compitiendo con una pléyade de foráneos, virtuosos del balón quienes en su momento hicieron de  Millonarios el mejor equipo del mundo. El ballet Azul confirmó el honorífico título cuando se paseó victorioso por las canchas europeas, refrendando su brillante palmarés al vencer en su sede al flamante Real Madrid, cuatro goles a dos, aunque en este año  1952, Alfonso no aparece en la nómina.

Alfonso Piedrahíta, junto a don Manuel Osorio, dirigente de Yuma Yuma.



            




 

A manera de colofón podemos decir que hizo parte de la nómina fundadora de Millonarios en 1948, año en que nació el fútbol profesional colombiano. Después  de su retiro de las canchas nacionales, jugó en Centro América, fue entrenador del Deportivo Rionegro F.C. cuando era un equipo amateur, y gambeteando las contingencias de la vida, llegó a Santa Rosa; aquí, viviendo el día a día, cuando el eco de sus triunfos se habían apagado y su nombre olvidado, nos concedió el honor de ser partícipes en alguna forma de su admirable gesta histórica, la misma que estoy seguro estaba registrada en las páginas de los periódicos llevados como invaluable tesoro bajo el brazo. Sí, estimado “ Che “, tenías razón, fuiste ¡grande¡,¡ grande,¡ ¡fenomenal, Che¡ y no has muerto, porque uno muere cuando lo olvidan y estoy seguro que al descubrir tu emotivo relicario de recuerdos estarás en el corazón de todos los colombianos.


Alfonso Piedrahíta con el equipo Yuma Yuma.

Quiero agradecer a don Joel Jiménez, uno de los grandes futbolistas de la ciudad integrante del legendario Juventud Santa Rosa, sus valiosos aportes para la elaboración de la presente crónica.

 

 

Lucero Bustamante o el don de Servir.


Lucero Bustamante Aristizábal o el arte de servir.

En los primeros años del siglo XX  en Santa Rosa de Cabal, unos pocos faroles de petróleo, ubicados en las calles públicas, proyectaban tenues y agonizantes fulgores que apenas atenuaban la lobreguez de la noche. En el interior de las viviendas, candiles y velas de sebo proyectaban sobre las desconchadas paredes de bahareque las sombras y siluetas de quienes, después del rosario y en medio de una animada conversación, paladeaban la merienda antes de entregarse al reparador sueño que les permitiría afrontar los afanes del nuevo día con fe y entusiasmo. Pero en 1916, este decorado cambió radicalmente: Santa Rosa inauguró la luz eléctrica y la noche tuvo un nuevo significado. Otra era nacía en nuestra comunidad estimulando actividades como la formación de la banda municipal e institucionalizando las retretas en el parque de Colón donde la gente acudía masivamente a alimentar el espíritu con conciertos de música clásica, llamada entonces “música culta”. Desde entonces, el pueblo acuñó una frase para reivindicar y reconocer aquel ciudadano asertivo, servicial y entusiasta para promover causas cívicas y solidarias catalogándolo como “la luz eléctrica de la ciudad”. Don Luis Grégory, con su fina estampa y desbordada emoción, don Marcial García con “la sopa del necesitado”, entre otros,  fueron ungidos por este reconocimiento espontáneo nacido del agradecimiento popular.


                                         Verónica, Omar y Lucero Bustamante.


Hoy, cuando se han desdibujado los valores que inspiraron a los fundadores, la señora Lucero Bustamante Aristizábal, encarna el espíritu de aquellos hombres y mujeres de antaño honrados por su amor a la ciudad y capacidad de servicio equiparando sus ejecutorias con el servicio público que cambió la faz de la ciudad,  acreditando así su hidalguía ciudadana. Lucero,  nacida en el seno de una familia que ha dinamizado la actividad comercial en nuestra localidad, con su esposo Omar del Río siguiendo la tradición familiar y ceñidos al legado de valores heredados de sus ancestros han moldeado con fe de cruzados desde hace 22 años un establecimiento con el coloquial nombre de “Tinto Parao”, brindándole al cliente la oportunidad de paladear un café de calidad que evoca el bosque nativo y el trino de nuestras aves y predispone el alma para emotivas y enriquecedoras tertulias sobre lo humano y lo divino, ecos de una de las grandes cualidades que adornan el talante de los pueblos de origen antioqueño: el don de la palabra. Pero además, el usuario que no concibe un día sin degustar la cotizada bebida encuentra en la versatilidad y don de gentes de Lucero valiosos servicios adicionales como los familiares “encargos”, tanto en dinero como en especie, y muchas más informaciones sencillas, prácticas y valiosas en nuestra actividad cotidiana. Esta tradición, forjada durante años, ha hecho que el aura del local comercial desborde las fronteras y se convierta en un referente para propios y extraños; allí acuden numerosos turistas deseosos de catar las delicias de nuestra emblemática rubiácea y conocer a través de la amable anfitriona todos los detalles para aprovechar al máximo su estadía en nuestra ciudad y en el corazón de los santarrosanos que hacen Patria en otras latitudes, ocupa un lugar privilegiado en el relicario de añoranzas del solar nativo. Algunos canales  Latinos del exterior, a instancias y sugerencias de nuestros coterráneos, ausentes pero conectados espiritualmente con la tierra que los vio nacer, han desplazado a sus reporteros con  la misión exclusiva de documentar la historia de la “familia de Tinto Parao”, sí familia,  porque propietarios y usuarios están unidos por fuertes vínculos afectivos como se demostró en la reciente contingencia que puso a prueba la fortaleza moral de Lucero y Omar, pero que generó una movilización general de solidaridad y apoyo por parte de todos los estamentos de nuestra ciudad y el departamento. Son muchas las actividades que  reivindican y refrendan  la cohesión social e identidad que dimanan del establecimiento, algunas de ellas se evidencian cuando usuarios y transeúntes se unen en torno a la pantalla chica para vibrar con las victorias de nuestros ciclistas en las grandes vueltas del mundo, sufrir o gozar con los juegos de la selección Colombia, esperar todo un día los resultados de las elecciones atenuando por supuesto las tensiones con buenas dosis de café, liberar con frenesí y exaltación las emociones contenidas en eventos donde fueron o son protagonistas nuestros deportistas como cuando Edgar Rentería iluminado por la llama interior de la fe, la decisión y la confianza le dio el título mundial a los Marlins con un soberbio batazo cuyos ecos aún no se han borrado de la memoria colectiva del país .



                                1997, Egar Rentería conecta el batazo que le dió el título a

                                              Los Marlins de La Florida.


Bueno, soy consciente que mis modestas palabras no alcanzan a hacer justicia ni a retratar la dimensión humana de quien ha convertido el servicio a los demás y el trabajo en  beneficio del bien común, en la esencia de su existencia; por eso, para complementar la historia de vida de Lucero Bustamante Aristizábal, apelo a una frase de Sor Teresa de Calcuta : “ el fruto del silencio es la oración, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”           

domingo, 8 de marzo de 2020

Herencia, tradición y memoria histórica.




Gabriel García Márquez nos cuenta como los habitantes de Macondo fueron víctimas de “La peste del olvido”, cuya patología borró de la memoria del pueblo no sólo su historia, sino también el nombre de los objetos y bienes de uso cotidiano.  Para contrarrestar los nefastos efectos de la amnesia colectiva fue necesario  identificar con un rótulo cada utensilio y su respectiva función. Así, en la batería de cocina como se llamaba el ajuar doméstico de entonces, se leía: ” esto es un pocillo y sirve para tomar café”, “ ésta es una chocolatera”… y la lista continuaba sin omitir el más humilde de los trastos y trebejos. Parece contradictorio, pero algo parecido ocurre con la sociedad moderna ajena por completo a las lecciones de la historia, el conocimiento de nuestra geografía y la ignorancia de la importancia de la flora y fauna nativas. No en vano vemos como se omite y se desnaturaliza la realidad en provecho de oscuros intereses, desconocemos la trascendencia de una riqueza hidrológica y orográfica seriamente afectadas y vemos casi indiferentes como las selvas y bosques desaparecen entregados al mejor postor o calcinados por el fuego siniestro provocado por “manos criminales”.



Pueblos libres arrancados de sus querencias, condenados a sufrir la ignominiosa esclavitud.


La crueldad del ser humano llevada  a su máxima expresión por su mezquino espíritu utilitarista .


Durante generaciones el heróico pueblo africano honró, gracias a la resistencia contra el olvido, los nombres de quienes fueron arrancados con sevicia de su tierra, privados de sus lazos afectivos y negados sus derechos de seres humanos y relagados a la mísera existencia de la esclavitud.

Pero no siempre fue así. La memoria histórica y la tradición fueron valiosos elementos para que las comunidades primitivas conservaran las gestas, hábitos, usos y costumbres necesarios para preservar la esencia de sus culturas: el libro Raíces, escrito por Alex Haley, narra la historia familiar a lo largo de siete generaciones desde el momento en que sus antepasados fueron apresados en África y aunque consultó documentos y otras fuentes auxiliares durante doce años para auscultar el drama de sus ascendientes, la visita a Gambia le permitió al autor conocer circunstancias de modo, tiempo y lugar de gran valor para escribir su historia. Por tradición oral, no obstante el tiempo transcurrido, aún la comunidad guardaba en la memoria como en un relicario, la época en que sus ancestros fueron encadenados y arrancados de sus hogares y lares nativos y otros hechos fundamentales para lograr contextualizar su obra, plasmando así, gracias a la memoria colectiva, las características de la ignominiosa esclavitud.



Crámica Quimbaya


La cultura Quimbaya se destacó por sus fina sy elegantes piezas de oro, realizadascon la técnica a la cera perdidada, que no conocían lo seuropeos.

La tradición ha sido un rasgo distintivo del ser humano en todas las culturas. Allende de las costas africanas, cruzando el inmenso mar, otro drama se desarrollaba en América y en particular en nuestra región, el territorio Quimbaya. Los aborígenes fueron sometidos por medio de “la espada y la cruz” a toda clase de vejámenes  para, a costa de sus vidas, colmar la insaciable y enfermiza sed de oro y riquezas de los españoles También en el seno de esta martirizada etnia, la tradición se conservó de generación en generación aprovechando para ello las fiestas y mientras bailaban y bebían iban recordando los nombres de caciques, gestas y sus epopeyas más importantes.

 Pero su historia desapareció cuando literalmente fueron extinguidos.



Colonos antioqueño, que también conservaron la memoria histórica, la tradición oral como medio para preservan los rasgos más sobredalientes de su cultura.



Colonos antioqueños ue con el lema DIOS Y PATRIA, forjaron la Civilización Cafetera.
Otro pueblo, el colonizador antioqueño, vino con el tiempo a copar el territorio Quimbaya, atraídos muchos de ellos por las ricas tumbas de los hijos del viento desaparecidos. Producto del nuevo asentamiento surgieron las sementeras, el café, los abigarrados doseles verdes formados por nogales, robles, yarumos, nísperos y fragmentos de selva que le servía de sombrío a la rubiácea convertida en un verdadero maná vegetal y aunque se disolvió la continuidad entre quienes se perdieron en la bruma del tiempo y la diáspora de antioqueños,  también la memoria histórica afianzó las raíces e identidad de los hijos del maíz, pues por las noches después del rosario, todas las familias se reunían en torno al fogón a escuchar las andanzas de patasolas, jinetes sin cabeza, madremontes y otros endriagos. Estas leyendas, además de cumplir el rol de control social, reafirmaban los valores y creencias de la comunidad. La entronización de otras especies del grano, la tala sin piedad del sombrío, la dependencia tecnológica extranjera con venenos e insumos y nuevas realidades desdibujaron nuestra cultura.



No es exagerado decir que hoy, la peste del olvido como en Macondo, borró nuestra memoria histórica y se requiere volver a las raíces para preservar identidad y valores; de lo contrario, la era digital y la avasallante globalización martillará el último clavo del ataúd en que se sepulta una valiosa cultura declarada patrimonio de la humanidad.             
                                                                                                             

lunes, 3 de febrero de 2020

La tierra, "una mota de polvo suspendida en un rayo de sol"


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No hay nada tan impresionante, como observar las miríadas de estrellas que desde los confines del universo nos hechizan con sus luces titilantes; sus destellos, viajando a la velocidad de la luz, 300.000 Kms por segundo, se emitieron en los albores de la Era Cristiana o tal vez algunos miles de años más. Esta escena que en condiciones normales debía evidenciar la pequeñez e insignificancia del ser humano, haciéndonos más humildes y menos arrogantes, ha sido paradójicamente borrada literalmente por la luz eléctrica privando a los habitantes de la “aldea global” de captar la magnificencia de constelaciones y astros que desafiando el tiempo y las distancias, describen parábolas eternas en el espacio, sin que la ciencia y el conocimiento convencional puedan descifrar plenamente las leyes gestoras de sus ritmos y destinos. 




Vía láctea, vista desde las Islas Canarias. (foto Internet)


Puesta de la luna en Carolina del Norte.


Pero antes de la invención de la electricidad el hombre tenía una estrecha relación con las estrellas. La luna llena, para los aborígenes americanos era símbolo del eterno retorno, la renovación física y espiritual necesarias para sus supervivencias; los grandes navegantes como Magallanes, Colón y Sebastián Elcano culminaron sus escalofriantes “viajes al fin del mundo”, guiados por la posición de los astros y un primitivo pero eficiente sextante; los twaregs del desierto atravesaron el dorado y ardiente mar de arenas y dunas con los astros como referentes, no sólo para cubrir la ruta de la seda, llegar a Samarcanda, a las míticas Babilonia y Bagdag, sino también para ubicar los oasis, verdaderos paraísos en medio de la nada, donde hombres y camellos reponían y fortalecían el espíritu escuchando el sonido del agua, que con la risa de una mujer y el rítmico galope de un caballo, constituían el súmmum de los placeres de la cultura árabe.



Aún en nuestra región, en Antioquia concretamente,  se enseñaba a los niños, astronomía, como valioso recurso para afrontar los grandes recorridos de colonos y aventureros en la diáspora que formaría luego, la Civilización Cafetera.



Pero hoy, las estrellas para el indolente hombre moderno, no son aquellas peregrinas luces que iluminan el mágico dosel de la noche, no; las estrellas para nuestra fatua sociedad, son los protagonistas del teatral mundo de la farándula, el deporte y la política que como muñecos de polichinela, se mueven en un artificial escenario haciendo gala de histrionismo, superficialidad y egolatría. Como el Rey sol de Francia, enceguecen con sus falaces destellos de héroes con pies de barro a un pueblo que relegó a un segundo plano las maravillas de la naturaleza, los valores eternos y las grandes hazañas de la humanidad. Podríamos contar con los dedos de las manos a quienes cada noche dirigen su mirada al occidente del firmamento para reconfortar el espíritu observando La Estación Espacial Internacional, donde un grupo de astronautas y científicos de diferentes países rompieron la desconfianza y los antagonismos ideológicos para aunar esfuerzos en pro de la investigación y el progreso de la humanidad. La tripulación se releva cada seis meses, la nave sale de Samara Rusia y periódicamente son abastecidos por empresas privadas que complementan esta portentosa hazaña del ser humano.




La tierra vista desde la luna. 
En todo este esplendoroso marco, la tierra es sólo un punto insignificante y según Carl Sagan, “una mota de polvo suspendida en un rayo de sol, una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica y no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Nos guste o no, por el momento, la tierra es donde tenemos que quedarnos.” 

Los dinosaurios no sabían qué causaría su extinción; el hombre moderno, presumiblemente inteligente,  sí sabe qué está destruyendo este frágil, mágico y azul milagro cósmico; sin embargo sigue talando árboles, extinguiendo especies, secando ríos y contaminando hasta el punto de no retorno. ¿podemos detener el desastre?               



sábado, 18 de enero de 2020

El Colegio Labouré y la escuela Simón Bolívar: relicarios que se extinguen.




Santa Rosa de Cabal fue la primera población de origen antioqueño fundada en territorio caucano; por eso, sus primigenios habitantes tuvieron decisiva incidencia en la consolidación de las bases para el surgimiento de la Civilización Cafetera. Aún encontramos en su territorio las huellas del Camino del Privilegio, construido a partir de 1856, con los habitantes de Villamaría y el visionario Félix de La Abadía, considerada la obra más importante del Estado Soberano del Cauca en el siglo XIX porque conectó la región caucana, " la más extensa y prometedora de la Patria", con Antioquia y  catalogada por el empresario Abadía, como “el canal que por muchos años, estaba indicada por el  Eterno como el vehículo que había de conducir a nuestro suelo la riqueza de Antioquia”.


La arquitectura antioqueña, recogió una herencia española y la reinterpretó con los materiales de la región. Con su extinción desaparece un rico y expresivo glosario como chambranas, envigados, soleras, tasajeras, el rey, postigos, etc.

Por eso, cuando el mundo, a través de La UNESCO, reconoció las características excepcionales de la cultura que forjó un orden nuevo, basado en el trabajo, las relaciones de confianza y el café, sorprende ver como los atributos del referido paisaje van desapareciendo bajo la piqueta devastadora del “progreso”. Tanto en el campo como en la ciudad y como apostatando de nuestras raíces, se destruyen casas solariegas que expresaban la esencia de una época, con su herencia española reinterpretadas con los materiales de la región como el bahareque, corredores perimetrales, grandes aleros diseñados para proteger paredes y tapias de la humedad, puertas ventanas que desplegadas de par en par, iluminaban los aposentos; portones siempre abiertos y zaguanes que permitían vislumbrar a través de los primorosos calados de sus contraportones el patio interior de la vivienda y sus jardines.


Hermana Sor Alicia Domínguez dirigiendo el coro del colegio, con el cual, grabó varios discos de vinilo, dejando un testimonio de emprendimiento y capacidad educativa. En una época de limitaciones tecnológicas, la grabación tuvo características de hazaña. 



La escuela San Vicente, que más tarde sería también la sede del colegio Laboré, nació a fines del siglo XIX, cuando las fuerzas vivas de la población, feconocieron el papel fundamental de la mujer en la consolidación de nuestra comunidad, inspirada en la frase de Benito Juárez: "si quieres educar a una persona, educa a un hombre; si quieres educar a un pueblo, educa a una mujer."


Pero la crisis de identidad que se vive, es más notorio, cuando con la misma sensación de impotencia o indiferencia que sentimos al ver la ineficacia de las normas  reguladoras de la protección del patrimonio arquitectónico privado, vemos como inmuebles que guardan como  verdaderos relicarios, aún entre sus despojos,  la memoria colectiva de un pueblo formado por la avasallante fuerza interior de educadoras y educadores quienes hicieron de la enseñanza la razón de sus existencias: me refiero al infamante abandono de las instalaciones del colegio Labouré y la escuela Simón Bolívar, cuyas paredes y estructuras se debilitan por la acción de los elementos y a pesar, justo es reconocerlo, que parte de las comunidades educativas , especialmente del colegio Labouré, han luchado por sensibilizar a las autoridades y opinión pública del calamitoso estado de los inmuebles, el tiempo sigue dejando sus devastadores efectos y ensombreciendo los sueños de quienes anhelan ver en el futuro el Colegio Labouré restaurado, con sus elementos ornamentales, funcionales y estructurales entre ellas sus representativas puertas ventanas, en mala hora cambiadas por una “austera” fachada, convertido en símbolo de un pueblo con jóvenes orgullosos narrándole a propios y extraños la gloriosa gesta hilvanada, por un grupo de religiosas que desde Francia cruzaron el Atlántico, subieron por el inhóspito magdalena y  a lomo de mula, entre los soeces insultos de arrieros y corcoveos de mulas “retrecheras” desafiaron  las cíclopeas montañas andinas, para llegar a Santa Rosa, mientras los habitantes conscientes del trascendental momento histórico, convocaban una serie de “mandas” o aportes en dinero o en especie (un pato , una o dos tapias etc) realizadas por todas las damas de la ciudad para iniciar la construcción de la escuela San Vicente integrada  luego con el colegio ofreciendo también  modalidades como la normal que proyectó a través de sus promociones el élam del saber en Santa Rosa y toda la región.





No menos significativo y fundamental para reforzar nuestras raíces ancestrales como futuro corazón cultural de la ciudad, son las instalaciones de la escuela Simón Bolívar, construida en 1930, por el doctor Jesús Jaramillo, quien integró y articuló armoniosamente el estilo propio de la Colonización Antioqueña, con la arquitectura republicana europea, representada en su hermoso pórtico, hoy sostenido irreverentemente por dos guaduas símbolos de su inminente colapso. Su funcional diseño facilitó también el punto de encuentro de los habitantes de la ciudad: multitudinarios encuentros de básket ball, becerradas, certámenes de boxeo y exposiciones agropecuarias.



Escuela Simón Bolívar integra armoniosamente las técnicas constructivas de la colonización antioqueña y el estilo republicano europeo incorporado en nuestro medio en el siglo XX.



El esbelto porche, estilo republicano que recibió durante años a los estudiantes "cual bandadas de palomas anhelantes de saber.." como lo expresó el poeta, se encuentra a punto de colapsar.



En la agónica estructura aún se perciben los elementos co0munes a las técnicas constructivas de la colonización como el bahareque, los aleros para conservar las pardes sensibles a la humedad, extensos corredores con chambranas de palma de macana, calados como herencia árabe, postes rematados en capiteles evocando las columnas romanas o griegas reducidas a las dimensiones propias de las maderas de la región ( La Civilización Cafetera, Jaime Fernández Botero, libro de Editorial Académica Española)


La declaración por parte de las Naciones Unidas como Patrimonio  de la Humanidad, aunque es un reconocimiento al carácter excepcional de una región, tiene el objetivo fundamental de proteger los atributos de una cultura que está al borde de la extinción y es obligación de las autoridades cumplir con estos propósitos. El patrimonio arquitectónico e histórico representados en los edificios del colegio Labouré y escuela Simón Bolívar son dos perlas de la cultura cafetera que se esfuman generando el ocaso moral de un pueblo y se deben proteger si hay voluntad política para acatar los compromisos de la importante declaración; de lo contrario, nos quedaremos reivindicando el título, pero sin el paisaje. 

Jaime Fernández Botero. Blog: Atalaya Santa Rosa de Cabal.
          

miércoles, 15 de enero de 2020

Nobleza obliga.



Nobleza  Obliga

Amigas y amigos, quienes con sus mensajes o con su presencia, nos acompañaron en el generoso acto realizado en las instalaciones de Comfamiliar Santa Rosa, que aunque inmerecido, me honra y compromete a estar a la altura de la trascendental responsabilidad de coadyuvar en la difusión de los valores culturales de nuestra ciudad. El emotivo acto, inesperado por cierto y acompañado de quienes durante años han sido copartícipes de una aventura cultural, agitó mi alma y me llenó de sentimientos encontrados. Las expresivas y exquisitas palabras, salidas de lo más profundo del corazón de una niña, inteligente y sensible, interpretando el indisoluble vínculo afectivo que desde muy temprana edad me unió con los libros y la historia, revivieron rostros, imágenes y lugares que decidieron el curso de nuestra vida. El  aroma de “saudade”, palabra portuguesa que sublimiza los sentimientos de evocación y nostalgia, envolvió el mágico evento y me transportó al ya lejano, pero inolvidable momento en que sentí por primera vez las vibraciones de un libro y la fuerza de su mensaje a través de hermosas ilustraciones y altruistas lecciones morales; la obra era Piel de asno, un cuento de Charles Perrault.




Piel de asno. Charles Perrault
 Después el ciclo continuó con los comics o historietas, muchas de ellas escritas por verdaderos literatos como Edgar Rice Burroughs, cuya prolífica imaginación nos llevó a la selva africana, narrando las aventuras de Tarzán, un personaje  rescatado por un grupo de primates, siendo aún un infante, de los escombros humeantes de un avión accidentado y quien  hizo de la jungla su hogar  adoptando los hábitos y costumbres de los providenciales salvadores. Otras revistas también cautivaron nuestra atención, como El Llanero solitario, Batman y Supermán. El comercio e intercambio de comics se hacía en las noches, en el teatro Cabal; sin embargo, este sano y ameno trueque infantil, era considerado entonces una infracción a las normas de policía y con frecuencia, gavillas de uniformados realizaban intimidantes batidas y sin ninguna consideración terminábamos en la terrible “bola”: un vehículo gris, lúgubre con celda y barrotes en su parte posterior y posteriormente en la "guandoca", una verdadera mazmorra, fría y mal oliente. Luego, los profesores incrementaron con más fuerza el amor por la lectura. En el pensum figuraba la asignatura de Biblioteca que nos brindó gratos momentos moldeando nuestras almas con valores y conocimiento. Borges imaginaba el cielo como un gran espacio colmado de libros, y ese amable recinto era el edén particular de los niños de entonces. Otras estrategias afianzaron el  romance con la literatura: a instancias de educadores, don Benjamín Duque entre ellos,  coleccionábamos y leíamos los suplementos literarios de diarios como El Tiempo y el Espectador lo mismo que los amenos artículos de Selecciones del Readers Digest.





El Charrito de Oro era una de las historietas que leíamos entonces, y una vez culminaba sus aventuras en defensa de la justicia y los inocentes se despedía con la frase :¡arre Plata, vamos Tona¡ el primero era su caballo y Tona, una hermosa águila, que no pocas veces, venía providencialmente del cielo a sacarlo de apuros en su lucha contra los malvados.




El Charrito de Oro y su fiel "Plata"




King Kong, una de las películas exhibidas en el Teatro Caba





Tarzán, primero, una obra literaria, luego la historieta y el cine fueron difundieron las aventuras del héroe, en el interior de la selva africana.
Un día en la semana se escogía para realizar El Centro Literario, que hacía parte de la clase de Español, donde sin coacción alguna el alumno escogía la modalidad y el tema que más se adaptaba a sus aptitudes para presentarlos ante sus compañeros: el canto, la declamación, los sainetes, las dramatizaciones o las exposiciones de temas extractados de los suplementos, como era mi caso, constituían las disciplinas que usualmente se efectuaban: los condiscípulos una vez finalizada la presentación, tenían patente de corso para criticar y preguntar, muchas veces con el fin de "corchar" y no pocas veces empleando "sevicia y alevosía" y aunque para algunos la prueba era tensionante, nos preparó para enfrentar al "monstruo de mil cabezas" como se conoce al público y cultivar el sentido de la tolerancia, necesarias para afrontar en el futuro la convivencia social y las exigencias de la vida profesional. 




¿Para qué los libros? . Foto, tomada por el amigo y colega Guillermo Aníbal Gartner quien con su capacidad para perpetuar instantes y emociones, captó esta imagen, detrás de la cual hay una historia personal.
 Pero en algún momento de la vida el amor por los libros hizo insuficiente la biblioteca particular que se extendió e invadió los íntimos aposentos de descanso, dejando nuestro mundo a merced de su avasalladora influencia gravitacional. Mientras tanto, los avatares de la vida dejaban también la huella de ese “spleen”, tormento de Garrick, y como Ricardo Nieto, nos hizo preguntar con escepticismo: ¿para qué los libros?  Sin embargo, las horas de tinieblas se diluyeron pronto pues como lo dijo Cicerón, “un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma” y una comunidad ajena a su benéfica influencia, es presa fácil del oportunista, el tirano o el sátrapa, soberanos sin legitimidad. Así lo revela la obra Farenheit 451 cuyo autor describe una sociedad aparentemente justa y perfecta; los incendios no existen porque las construcciones son incombustibles e inmunes al fuego; sin embargo, los bomberos tienen la funesta misión de quemar los libros, considerados peligrosos porque la clase dominante ha reescrito la historia con falaces capítulos acordes  con sus perversos propósitos de sometimiento. Pero surge la resistencia civil y para evitar la extinción del legado de la humanidad, cada persona se convierte en un libro viviente: alguien memoriza La Divina comedia, otro el Paraíso perdido y todos los ciudadanos en general asumen la misión de conservar el pensamiento universal. Y así la luz de la razón seguiría guiando al pueblo por la senda de los valores eternos. Quiero agradecer el generoso gesto de Tatiana López Escobar, Héctor Montoya Quiceno y al doctor Wilson Flórez, valiosos gestores culturales, por concederme el honor de sentirme asociado en estrecha comunión, con una parte del cielo de Borges: la biblioteca en Santa Rosa de Cabal, de una de las más apreciadas instituciones de Colombia: Comfamiliar.   


Héctor Montoya, Tatiana López, valores humanos de la biblioteca Comfamiliar en nuestro municipio y el doctor Wilson Flórez, director de Bibliotecas, durante el acto, que aunque inmerecido, siempre llevaré en mi corazón. 

lunes, 13 de enero de 2020

Pello o la trascendencia de la humildad.


Pello o la trascendencia de la humildad.


Pello, aunque también algunos se referían a él como Peyo, fue posiblemente el personaje típico más reconocido en la historia de la ciudad y a pesar de su modestia y humildad dejó una profunda huella en nuestro medio.



Lucía un sombrero que armonizaba con su raído y remendado saco; siempre portaba un kilométrico lazo enrollado en su hombro y constituía su más valioso tesoro. Como era común entre las personas de su clase, cazaba agrias disputas con los niños de la época, cuyas continuas provocaciones y burlas lo incitaban a mentar la madre, “en todos los idiomas” y además, en tecnicolor. Era no obstante, sus limitaciones de espíritu, la persona de confianza de los notables de la ciudad porque cumplía con verdadera fe de cruzado las misiones encomendadas que iban desde sencillos mandados como  el encierro de reses hasta la remisión de dinero. Con poca modestia se auto proclamaba “el mejor mandadero de la ciudad”; el celo y la honestidad con que cumplía los encargos, le granjearon el aprecio y el respeto de la ciudadanía con la excepción, claro está de los mortificantes párvulos, sus rivales naturales, quienes le arrancaban sentidas lágrimas de frustración, rabia y dignidad ofendida  cuando lanzaban la burlona expresión: “Pello, véndame el lazo”. Sí, dignidad; porque su vida estuvo signada por el empeño de servir a los demás y celoso reclamaba cuando otro era el escogido para la prestación de algún servicio.




Pello, el personaje salido de la entraña de nuestro pueblo, más querido en la historia de la ciudad.

Entre este personaje y el pueblo surgió una significativa empatía y cuando falleció la comunidad  acudió masivamente a su sepelio; el alcalde de entonces en una emotiva alocución enalteció los valores de quien no obstante su pobreza y sencillez, dejó un amable recuerdo en nuestra memoria colectiva  hasta tal punto que,  en medio del duelo,  se propuso erigir una escultura en el centro de la plaza de Bolívar alegórica al lazo, su único patrimonio. El proyecto no se llevó a cabo pues según testimonio de quienes lanzaron la propuesta, nosotros los santarrosanos, somos como “llama de tusa”: al principio un refulgente resplandor y después la iniciativa queda en “veremos”. Pello llegó a frisar los límites de la leyenda, porque se comentó durante mucho tiempo que su humilde ataúd se desfondó y para asegurarlo, emplearon el lazo que le dio el sustento en su vida; el destino confabuló para acompañarlo también en su última morada.¿ Fantasía o surrealismo?, bueno, no sé; pero en el argot de nuestras gentes se incorporó después de su fallecimiento, una nueva expresión: la palabra “Pello” para hacer alusión a la persona cuya vestimenta está raída, rota o desteñida por el uso. Su vida demostró que al mundo lo mueve no sólo la actividad d la dirigencia, sino “la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honrado, por humilde que sea.