martes, 22 de abril de 2025

El gran " Guerrero", el viajero cósmico, en Santa Rosa de C.


Hay hechos que quedaron grabados en la memoria colectiva de nuestro pueblo, transmitidos de generación en generación a través de la tradición oral. Uno de ellos, por fortuna pintoresco, pero no exento de drama y comedia ocurrió por allá en 1924. A través de carteles y bocinas se anunciaba la visita a la ciudad del gran Pedro Nolasco Guerrero, el célebre  “Viajero Cósmico” quien ya era una leyenda por sus arriesgadas acrobacias y piruetas realizadas desde un frágil trapecio pendiente de un colosal globo aerostático, que azotado por el viento surcaba los aires hasta desaparecer de la vista de los sorprendidos espectadores. Si todo salía bien, el héroe regresaba triunfal rengueando, con moretones y arañazos, escoltado por un eufórico enjambre de muchachos que siguieron su temerario periplo para tener el honor de rescatarlo del árbol en que quedó atrapado o la hondonada donde cayó y entre aplausos y caluroso jolgorio, recibía las generosas dádivas de los parroquianos. Todo estaba predispuesto para un espectáculo inolvidable: Santa Rosa vivía una época de relativa prosperidad pues se construía el ferrocarril y no existía desempleo, además, la expectativa y el suspenso crecían a medida que se acercaba el evento cuando en los corrillos y cotilleos se traía a colación en detalle la muerte de “Salvita” en Medellín el año anterior cuando su globo se precipitó a tierra ante la consternada audiencia.


          El legendario  Antonio Guerrero, de origen mejicano, padre de Pedro Nolasco,

                  poco antes de surcar los aires en su globo en la ciudad de Medellín.

Y llegó el gran día. Un verdadero rito se cumplía en los momentos previos al “vuelo”: un improvisado fogón de leña avivado con petróleo suministraba el espeso humo que poco a poco iba atiborrando la entonces amorfa lona desplegada en el suelo hasta perfilar su esférico contorno sobre las cabezas de la emocionada multitud. El hábil y osado Guerrero subió al inestable trapecio y siguiendo la tradición de su padre, Antonio quien era mejicano y había deslumbrado también a los colombianos con sus proezas en globo, gritó: “¡viva Colombia, viva Méjico ¡” y soltando las amarras inició el ascenso al imperio de las aves, todavía no conquistado del todo por el hombre   Pero, de repente, de entre la multitud delirante salta con felina destreza uno de los espectadores y cual acróbata de circo se cuelga de la barra de hierro donde Guerrero apenas sí podía permanecer en pie y la esfera se dirigió rauda hacia las alturas con sus dos tripulantes. El estupor y la incertidumbre se apoderó de la gente; pronto se supo que  la aventura del polizón terminó cuando vencido por el cansancio y después de surcar bamboleándose irreverentemente por nuestro espacio aéreo, se desprendió quedando incrustado en el techo de una casa. Sufriría desde entonces algunas limitaciones para caminar, circunstancia que lejos de acomplejarlo lo llenaba de orgullo.


                       Salvita y sus preparativos previos al trágico vuelo que le costó                                                                                                    la vida        

El personaje que le robó el show al legendario Guerrero era Pacho Marín, un sencillo trabajador de la planta de sacrificio quien además de su hiperactividad se caracterizaba por su sentido de colaboración y osadía, protagonista de muchas historias pintorescas en nuestra ciudad y quien, en las procesiones del Viernes Santo y otras conmemoraciones cambiaba su humilde atuendo y se convertía en un Gentleman, un verdadero dandi, impecablemente vestido de blanco, clavel en el ojal del saco y relucientes zapatos conservados y usados sólo para las grandes celebraciones patrias y religiosas


El fatal vuelo de Salvita colapsa y su globo se precipita a tierra en medio de la consternación 
                                                de los antes efusivos espectadores.

 Pacho Marín, cuyo hijo  conocí, es uno de los muchos personajes salidos de la entraña popular que tienen un lugar en el corazón de los santarrosanos.

 

 

miércoles, 30 de octubre de 2024

Aventura cultural por tierras de Santander y Boyacá

Una aventura cultural por tierras de Santander y Boyacá. A partir de 1850, La Nueva Granada vivió una serie de transformaciones políticas, económicas y sociales orientadas a eliminar los anacrónicos vestigios legales del régimen colonial Español, vigentes aún, a pesar de la expulsión de los peninsulares como consecuencia de triunfo del ejército Libertador en la Batalla de Boyacá en 1819. Este hito reformador, comandado por José Hilario López y otros líderes de entonces conocido como la Revolución del Medio Siglo, generó la liberación de los esclavos, la separación de la Iglesia del Estado; la eliminación del estanco del tabaco, regresiva medida que restringía su cultivo y comercialización; el libre cambio o sea la libertad de importar mercancías sin necesidad de pagar onerosos impuestos o aranceles altos favoreciendo la actividad mercantil, pero por desgracia, sumió en la ruina a los artesanos, quienes desesperados terminaron envueltos en el torbellino bélico contra la élite política y económica del país con funestos resultados para el gremio.




Camino en Barichara, Santander. Foto Jaime Fernández Botero.


 También, dentro del marco de estas innovadoras disposiciones, se le confirió a los Estados la iniciativa de implementar proyectos concediendo privilegios a particulares para abrir caminos y construir puentes a cambio de tierras y el usufructo de peajes pretendiendo cambiar así la entonces famélica faz de las regiones. Estas reformas surtieron efectos positivos facilitando la conectividad vial del país: en el Cauca, por citar sólo algunos casos, a instancias de Félix de la Abadía y los distritos de Villamaría y Santa Rosa surgió el Camino del Privilegio tantas veces recorrido por el Club de Caminantes y, en el Estado Soberano de Santander, bajo el férreo liderazgo del alemán Geo Von Lengerke, cuadrillas de obreros roturaron con persistencia las ariscas tierras de los Comuneros “esculpiendo” en el selvático y pedregoso suelo una red de vías integrando al Socorro, Zapatoca, Barichara, Guane, La Fuente y otras poblaciones con Barrancabermeja y el río Magdalena incrementando las exportación de Quina, sombreros, azúcar y tabaco , entre otros productos. Geo Von Lengerke , se convirtió en una leyenda en la región inmortalizado por el distinguido escritor Bumangués, Pedro Gómez Valderrama en su laureada obra “ La otra raya del tigre”. Esta gesta de visionarios y aventureros y el ardiente deseo también de recordar el heroísmo de José Antonio Galán, Antonia Santos, Manuela Beltrán y otros valerosos comuneros, nos indujo, en compañía de Leo Ramírez y Jesús Antonio Orozco a emprender un recorrido de más de 1500 kilómetros para acudir a una cita con la historia. 






Monumento a la Cultura en Puerto Boyacá.


En Puerto Boyacá cumplimos la primera etapa de nuestro itinerario. Es una población joven fundada apenas en 1957; nació en torno a los yacimientos y la explotación de petróleo hallados en 1940 por la Texas Company que atrajo personas de todas partes del país en busca de oportunidades, es un verdadero crisol de pueblos fielmente representado en un hermoso monumento a la cultura erigido en una de las pintorescas plazoletas de la ciudad, tan atractiva como el parque Jorge Eliécer Gaitán que aparte del busto del inmolado líder, nos recuerda una época sombría en nuestra historia con el significativo monumento a las víctimas del conflicto. El malecón sobre el río Magdalena nos permite admirar la dimensión histórica y la belleza natural de nuestra primera arteria fluvial y mientras recorríamos sus aguas en dirección a Puerto Perales, un corregimiento de Puerto Triunfo en Antioquia, recordábamos las lecciones de historia de nuestros educadores de antaño: tiene una longitud de 1528 Kmt , fue desde tiempos precolombinos la ruta de incursión al interior del país; para bien o para mal propició el origen de nuestra “institucionalidad” en la expedición de Gonzalo Giménez de Quesada quién buscando una quimérica ruta hacía el oro y las riquezas de los incas en el Perú, remontó sus aguas, pero las penalidades afrontadas por la expedición, lo desilusionaron. Cambió su destino y viró hacia el altiplano Cundi Boyacense región que llamó Nuevo Reino de Granada donde fundó a Santafe y Los muiscas, antes hijos del viento, fueron convertidos en “vasallos libres” de la corona; luego se establecería la Real Audiencia, El Virreinato y la república, un parto dramático cuyos dolorosos efectos aún no han terminado.




Globo terráqueo en la Ciénaga Miramar de Barrancabermeja.





Ciénaga Miramar del Cristo Petrolero



Ya en tierras santandereanas disfrutamos imágenes que dejarán indelebles huellas en nuestro espíritu como La Ciénaga Miramar en Barrancabermeja, un hechizante espejo cuyas aguas de un verde profundo reflejan la emblemática refinería de Ecopetrol y la lujuriosa vegetación adyacente, poblada en sus riberas por babillas, iguanas y tortugas y en el centro de la ciénaga, enmarcado por este paradisíaco entorno, emerge imponente El Cristo Petrolero, una obra de arte de 26 metros de altura cuyo simbolismo y significado es complementado por una esfera que representa el globo terráqueo sostenida por una mano gigante evocando la protección divina. A pesar del idílico paraje, se nota cierta evidencia de decadencia y se requiere la presencia efectiva de las autoridades para recuperar el esplendor de antaño y brindar apoyo a las abnegadas y amables artesanas quienes con sus virtuosas manos moldean los símbolos de Ecopetrol y reivindican la fauna del valioso ecosistema. Avanzamos en nuestra aventura cultural y apreciamos con sorpresa a San Gil; nuestra mente la percibía a través de las musicales y bucólicas imágenes del maestro José A Morales, pero encontramos una ciudad moderna y dinámica y si bien es cierto pasamos ya muy entrada la noche, no dejó de sorprendernos también el deslumbrante altar rico en ornamentaciones y detalles artísticos de La Catedral de la Santa Cruz que realza aún más el referido templo de estilo barroco construido totalmente en piedra a finales del siglo XVIII.


Antigua tumba de Geo Von Lengerke en Zapatoca.



 Zapatoca, una caja de sorpresas. Y llegamos a Zapatoca, una verdadera cápsula del tiempo, un relicario que preserva su historia y pasado colonial, fundada en 1743, protagonista, como la ciudad del Socorro y pueblos vecinos, de la Revolución de los Comuneros; más tarde, los hijos de esta tierra participaron también en la Campaña Libertadora. Visitamos su Casa de Mercado, esencia del alma de los Zapatocas, ordenada y tranquila; su mediateca, centro cultural de la ciudad donde se respira identidad y amor por el solar nativo; admiramos las delicadas y significativas pinturas que decoran las tapas de los contadores presentes en todas las viviendas de la población y fuimos amablemente recibidos por la directora de Radio Lengerke. Después de auscultar todos los sitios de interés cultural de la “Ciudad del Clima de Seda”, acudimos a una cita con la historia, una de las muchas razones que impulsaron nuestra odisea: la visita al cementerio donde sepultaron a Geo Von Lengerke. El referido camposanto, ubicado en la parte más alta de Zapatoca hace honor a un texto discretamente oculto entre el gótico decorado: “Ciudad Sacrosanta del silencio, donde los Muertos, vigilan a los Vivos”, es un verdadero patrimonio histórico y cultural, relicario de la Patria donde reposan los restos de múltiples mártires de la independencia, entre ellas valientes mujeres fusiladas en aras de la libertad con quienes tenemos una deuda de gratitud y admiración. Como un acto de elemental justicia es nuestro deber evitar que sus nombres y gestas se borren de la memoria colectiva de los colombianos. Después de recorrer reverentemente el sagrado suelo nos dirigimos hacia la tumba del empresario alemán quién inicialmente, a pesar de haber gozado de poder político y económico, había sido sepultado fuera del camposanto por profesar la religión luterana. Hoy, su tumba se erige en el interior de la necrópolis, separado simbólicamente de las demás sepulturas por una sencilla verja; su última morada es identificada por un sobrio pedestal de piedra y mármol sin epitafio alguno evocando su gesta, rematado por una sencilla cruz. Sólo unas lacónicas palabras recuerdan el nacimiento de Lengerke el 31 de agosto de 1827 y su deceso el 4 de julio de 1882. Una valla ubicada antes de la entrada al camposanto honra su memoria resaltando “ el carácter de personaje mítico de la ciudad, empresario alemán quién inició el despertar comercial, financiero e industrial de municipios santandereanos como el de Zapatoca”.



Camino Barichara Guane


 La etapa siguiente en nuestro periplo nos llevó a Barichara, considerado por muchos el pueblo más bonito de Colombia; no nos decepcionó y reafirmó nuestra admiración por estas tierras donde el espíritu de libertad de sus habitantes sembró la simiente de nuestra nacionalidad. Desde allí, luciendo orgullosos el uniforme del Club de Caminantes de Santa Rosa, tomamos la ruta a Guane, trasegando no sin emoción, uno de los caminos que roturó el inmigrante alemán buscando acercar la región al río Magdalena para estimular el crecimiento económico. La piedra es la protagonista del paisaje: macadamiza el suelo y también delimita su anchura ciñendo el ondulante trazado en algunos tramos, con una cerca de mediana altura. El canto de las alegres guacharacas por fortuna protegidas por las autoridades, las añejas portadas de piedra y el prístino cielo azul complementan el paisaje. Pero los actos de los hombres tienen luces y sombras y mientras caminábamos por las huellas de las recuas de antaño portando telas del socorro, Quina y tabaco con destinos a los mercados de Europa, recordamos que no todo fue color de rosa: el camino redentor de un gran segmento poblacional, cruzaba por las tierras de los Yariguíes comunidades indígenas que vieron su territorio invadido por comerciantes de quina y sus posesiones entregadas como recompensa al empresario alemán beneficiado con los privilegios de la concesión. La población aborigen sintió como su supervivencia era amenazada y con el indómito carácter fraguado en el reto cotidiano de vencer una topografía arisca y escarpada, reaccionaron con fiereza defendiendo sus querencias. El resultado fue un crudo enfrentamiento con víctimas en ambos bandos y el cierre de la vía, terminando así con la providencial obra. El ocaso del imperio feudal de Lengerke con todos sus privilegios, inclusive el “ yus prima noctis” o derecho a la primera noche sobre las doncellas de su feudo, se acentuó con el derrumbe de los precios internacionales de la quina, pero lo peor estaba por venir. En Bucaramanga las tensiones entre comerciantes y artesanos de La Culebra de Oro, enemigos del libre cambio, se tornaron violentas dejando no pocas víctimas entre ellos algunos alemanes. La última escena de esta gesta que culminó en drama fue un acto de desagravio público, impuesto por Alemania y el pago de una indemnización en favor de las víctimas teutonas. Quedaron heridas imposibles de cicatrizar, el Banco de Santander fue clausurado, el comercio decayó y muchos alemanes buscaron nuevos horizontes. Caía así, el melancólico telón cerrando otro capítulo triste por cierto, de nuestra agitada historia. 


Guane, corregimiento de Guane,



La llegada a Guane, interrumpió los recuerdos de una época efervescente, plena de tensiones políticas, donde a la par con los vientos de progreso, resonaban los tambores de guerra, los ruidos de sables y las intrigas en el Estado Soberano de Santander. En Guane pintoresco corregimiento de Barichara, cuyo parque tiene a la vista del sorprendido turista colosales y sorprendentes fósiles evidencia del mar interior que cubría la región, nos encontramos con otra sorpresa: su imponente templo construido en piedra fue consagrado por Monseñor Pedro José Rivera Mejía quien como párroco de Santa Rosa de C, dejó una profunda huella en nuestra comunidad ; bautizó a quien éstas notas escribe quien además, tuvo el honor de estudiar en la escuela que lleva su nombre.


La hermosa Basílica del Socorro.




Socorro Santander

 El paso por El Socorro, una ciudad que todo Colombiano debe conocer y llevar en un lugar de su corazón por su decisiva y vital influencia en la historia del país, evocó con nostalgia los días de infancia cuando nuestros educadores narraban con emoción los momentos estelares previos y concomitantes de la independencia y la Campaña Libertadora, impulsadas por la llama interior que siempre avivó el fervor y el compromiso con los más grandes ideales de personas como Manuela Beltrán, Antonia Santos, el grupo de valientes comuneras y comuneros apostrofando las arbitrarias alzas tributarias de la Corona y en especial de quienes protagonizaron un hecho trascendental en nuestro devenir histórico, por desgracia hoy ignorado: la firma de la Primera Acta de Independencia del país, fechada diez días antes de la proclamación del Acta de Independencia en Santafe. El Socorro hace parte por mérito propio de la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia, no sólo por ser una cápsula del tiempo que nos sintoniza con el pasado y sus lecciones, sino también por sus significativos monumentos y vestigios de hazañas imposible de borrar de la memoria colectiva del país y pese al paso inexorable del tiempo, seguimos admirando y apreciando con ojos de niño: ¡Sin perder la capacidad de asombro! Quedaron muchas cosas por contar de nuestra experiencia en el Socorro como el grato encuentro con la señora Rosalbina García Durán, un ser excepcional quién nos abrió el corazón y las puertas de su acogedor hogar. Bueno, nos queda por narrar otras vivencias de Villa de Leiva y los monumentos conmemorativos de la Batalla de Boyacá; será en otra oportunidad si la vida nos da esa opción. Por lo pronto, sólo nos resta agradecer al periodista y amigo Ramiro Osorio por permitir la publicación del presente texto en EL FARO su prestigioso medio de comunicación y a Jesús Antonio Orozco y Leo Ramírez sus valiosos aportes en el recorrido de más de 1500 kms por las legendarias tierras de Santander y Boyacá.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Alfonso, "El Che" Piedrahíta, de la gloria al olvido.


 Todos los sábados en la cancha del Colegio Nacional, veteranos jugadores cuyas mejores épocas ya habían pasado, deleitaban al público con destellos de calidad y sobre todo, derrochaban  pundonor y coraje para saborear las mieles de la victoria, pues el tiempo no había extinguido el espíritu combativo propio de sus comienzos como jugadores de potrero; lucían orgullosos los colores de equipos como Yuma Yuma, Junior, Cosmos, Magisterio Americana de Curtidos y muchos más, cuyos nombres aún no se han borrado de la memoria colectiva. Alfonso Piedrahita llegó a Santa Rosa en el ocaso de su vida, atraído por el eco que el torneo Senior Master de fútbol irradiaba en la región; “El Che, como lo apodaban, venía ligero de equipaje, un fardo de viejos y raídos periódicos lo acompañaban siempre y en su mente bullían alucinantes imágenes de estadios cuyas estructuras se estremecían al ritmo de las emociones desbordadas generadas por las filigranas, las gambetas y las felinas incursiones en el área rival de los mejores jugadores del mundo. Sus historias eran escuchadas al principio con piadosa atención, cuando no,  con sorna por parte de sus contertulios quienes cortaban de raíz sus “disparatadas” divagaciones con un irónico ¡fenomenal Cheeeeeee…¡pronunciado con afectada cadencia, parodiando el tradicional acento porteño. Alfonso Piedrahita encontró en don Manuel Osorio el apoyo y la comprensión para acercarlo a Yuma Yuma y facilitarle un auditorio, que sin mucha convicción, oía sus charlas técnicas antes de cada partido, dignificando en alguna forma su vida. Pasó el tiempo, El Che, sumido en la pobreza y sin renunciar a sus fabulosos recuerdos falleció en el Centro de Bienestar del Anciano Betsabé Arbeláez donde permaneció los últimos años de su existencia, relegado en el alma popular  a la condición de “personaje típico”,  como definen a quienes con sus ocurrencias dejan  pinceladas de color y gracia en  la gris rutina parroquial, como la inefable Barbarita ( qué habrá sido de ella ), Condorito, Nabor, Cédula; Elí, a quien los ataques de euforia lo inducían a lanzar su raído sombrero sobre los tejados de las casas y acto seguido, estallaba en llanto, conmoviendo a los vecinos quienes  en arriesgadas peripecias rescataban la curtida gorra y sin poder paladear aún la satisfacción producida por su buena obra, veían desconcertados como el pintoresco personaje volvía a lanzar otra vez “su preciada alhaja” al elevado techo.


Alfonso, " El Che Piedrahíta.



La fotografía del maestro Guillermo Ruiz, registra la nómina del Ballet Azul en 1949, año en
que se coronó campeón en Colombia. El Che, aparece junto a Di Estéfano, Pedernera, Rossi y otras leyendas del fútbol mundial.


Pero, pocos sabían que detrás del hombre de la magra figura, lacia cabellera y rasgos aguileños se escondía un testigo y protagonista del momento  más fulgurante del fútbol colombiano: la Época de El Dorado. El  país vivía con fervor y entusiasmo los albores del fútbol profesional ;   aprovechando una huelga de jugadores en Argentina, Millonarios de Colombia contrató o “sustrajo” a los más emblemáticos exponentes del balompié  Gaucho y en 1949  ganó el campeonato deslumbrando con las exquisitas ejecutorias de Adolfo Pedernera y Nestor “Pipo” Rossi, integrante de la legendaria “Máquina” del River Plate; René Pontoni, ex delantero de San Lorenzo, Julio Cozzi, arquero de la selección argentina; el hoy, a pesar del paso del tiempo, legendario símbolo del Real Madrid, Alfredo Di Estéfano y Antonio Báez considerado el mejor jugador del estelar elenco, entre otros. Y en el centro de estas postineras figuras, brillando con luz propia estaba ALFONSO “EL CHE” PIEDRAHITA, uno de los pocos colombianos que mantuvieron su titularidad compitiendo con una pléyade de foráneos, virtuosos del balón quienes en su momento hicieron de  Millonarios el mejor equipo del mundo. El ballet Azul confirmó el honorífico título cuando se paseó victorioso por las canchas europeas, refrendando su brillante palmarés al vencer en su sede al flamante Real Madrid, cuatro goles a dos, aunque en este año  1952, Alfonso no aparece en la nómina.

Alfonso Piedrahíta, junto a don Manuel Osorio, dirigente de Yuma Yuma.



            




 

A manera de colofón podemos decir que hizo parte de la nómina fundadora de Millonarios en 1948, año en que nació el fútbol profesional colombiano. Después  de su retiro de las canchas nacionales, jugó en Centro América, fue entrenador del Deportivo Rionegro F.C. cuando era un equipo amateur, y gambeteando las contingencias de la vida, llegó a Santa Rosa; aquí, viviendo el día a día, cuando el eco de sus triunfos se habían apagado y su nombre olvidado, nos concedió el honor de ser partícipes en alguna forma de su admirable gesta histórica, la misma que estoy seguro estaba registrada en las páginas de los periódicos llevados como invaluable tesoro bajo el brazo. Sí, estimado “ Che “, tenías razón, fuiste ¡grande¡,¡ grande,¡ ¡fenomenal, Che¡ y no has muerto, porque uno muere cuando lo olvidan y estoy seguro que al descubrir tu emotivo relicario de recuerdos estarás en el corazón de todos los colombianos.


Alfonso Piedrahíta con el equipo Yuma Yuma.

Quiero agradecer a don Joel Jiménez, uno de los grandes futbolistas de la ciudad integrante del legendario Juventud Santa Rosa, sus valiosos aportes para la elaboración de la presente crónica.

 

 

Lucero Bustamante o el don de Servir.


Lucero Bustamante Aristizábal o el arte de servir.

En los primeros años del siglo XX  en Santa Rosa de Cabal, unos pocos faroles de petróleo, ubicados en las calles públicas, proyectaban tenues y agonizantes fulgores que apenas atenuaban la lobreguez de la noche. En el interior de las viviendas, candiles y velas de sebo proyectaban sobre las desconchadas paredes de bahareque las sombras y siluetas de quienes, después del rosario y en medio de una animada conversación, paladeaban la merienda antes de entregarse al reparador sueño que les permitiría afrontar los afanes del nuevo día con fe y entusiasmo. Pero en 1916, este decorado cambió radicalmente: Santa Rosa inauguró la luz eléctrica y la noche tuvo un nuevo significado. Otra era nacía en nuestra comunidad estimulando actividades como la formación de la banda municipal e institucionalizando las retretas en el parque de Colón donde la gente acudía masivamente a alimentar el espíritu con conciertos de música clásica, llamada entonces “música culta”. Desde entonces, el pueblo acuñó una frase para reivindicar y reconocer aquel ciudadano asertivo, servicial y entusiasta para promover causas cívicas y solidarias catalogándolo como “la luz eléctrica de la ciudad”. Don Luis Grégory, con su fina estampa y desbordada emoción, don Marcial García con “la sopa del necesitado”, entre otros,  fueron ungidos por este reconocimiento espontáneo nacido del agradecimiento popular.


                                         Verónica, Omar y Lucero Bustamante.


Hoy, cuando se han desdibujado los valores que inspiraron a los fundadores, la señora Lucero Bustamante Aristizábal, encarna el espíritu de aquellos hombres y mujeres de antaño honrados por su amor a la ciudad y capacidad de servicio equiparando sus ejecutorias con el servicio público que cambió la faz de la ciudad,  acreditando así su hidalguía ciudadana. Lucero,  nacida en el seno de una familia que ha dinamizado la actividad comercial en nuestra localidad, con su esposo Omar del Río siguiendo la tradición familiar y ceñidos al legado de valores heredados de sus ancestros han moldeado con fe de cruzados desde hace 22 años un establecimiento con el coloquial nombre de “Tinto Parao”, brindándole al cliente la oportunidad de paladear un café de calidad que evoca el bosque nativo y el trino de nuestras aves y predispone el alma para emotivas y enriquecedoras tertulias sobre lo humano y lo divino, ecos de una de las grandes cualidades que adornan el talante de los pueblos de origen antioqueño: el don de la palabra. Pero además, el usuario que no concibe un día sin degustar la cotizada bebida encuentra en la versatilidad y don de gentes de Lucero valiosos servicios adicionales como los familiares “encargos”, tanto en dinero como en especie, y muchas más informaciones sencillas, prácticas y valiosas en nuestra actividad cotidiana. Esta tradición, forjada durante años, ha hecho que el aura del local comercial desborde las fronteras y se convierta en un referente para propios y extraños; allí acuden numerosos turistas deseosos de catar las delicias de nuestra emblemática rubiácea y conocer a través de la amable anfitriona todos los detalles para aprovechar al máximo su estadía en nuestra ciudad y en el corazón de los santarrosanos que hacen Patria en otras latitudes, ocupa un lugar privilegiado en el relicario de añoranzas del solar nativo. Algunos canales  Latinos del exterior, a instancias y sugerencias de nuestros coterráneos, ausentes pero conectados espiritualmente con la tierra que los vio nacer, han desplazado a sus reporteros con  la misión exclusiva de documentar la historia de la “familia de Tinto Parao”, sí familia,  porque propietarios y usuarios están unidos por fuertes vínculos afectivos como se demostró en la reciente contingencia que puso a prueba la fortaleza moral de Lucero y Omar, pero que generó una movilización general de solidaridad y apoyo por parte de todos los estamentos de nuestra ciudad y el departamento. Son muchas las actividades que  reivindican y refrendan  la cohesión social e identidad que dimanan del establecimiento, algunas de ellas se evidencian cuando usuarios y transeúntes se unen en torno a la pantalla chica para vibrar con las victorias de nuestros ciclistas en las grandes vueltas del mundo, sufrir o gozar con los juegos de la selección Colombia, esperar todo un día los resultados de las elecciones atenuando por supuesto las tensiones con buenas dosis de café, liberar con frenesí y exaltación las emociones contenidas en eventos donde fueron o son protagonistas nuestros deportistas como cuando Edgar Rentería iluminado por la llama interior de la fe, la decisión y la confianza le dio el título mundial a los Marlins con un soberbio batazo cuyos ecos aún no se han borrado de la memoria colectiva del país .



                                1997, Egar Rentería conecta el batazo que le dió el título a

                                              Los Marlins de La Florida.


Bueno, soy consciente que mis modestas palabras no alcanzan a hacer justicia ni a retratar la dimensión humana de quien ha convertido el servicio a los demás y el trabajo en  beneficio del bien común, en la esencia de su existencia; por eso, para complementar la historia de vida de Lucero Bustamante Aristizábal, apelo a una frase de Sor Teresa de Calcuta : “ el fruto del silencio es la oración, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”           

domingo, 8 de marzo de 2020

Herencia, tradición y memoria histórica.




Gabriel García Márquez nos cuenta como los habitantes de Macondo fueron víctimas de “La peste del olvido”, cuya patología borró de la memoria del pueblo no sólo su historia, sino también el nombre de los objetos y bienes de uso cotidiano.  Para contrarrestar los nefastos efectos de la amnesia colectiva fue necesario  identificar con un rótulo cada utensilio y su respectiva función. Así, en la batería de cocina como se llamaba el ajuar doméstico de entonces, se leía: ” esto es un pocillo y sirve para tomar café”, “ ésta es una chocolatera”… y la lista continuaba sin omitir el más humilde de los trastos y trebejos. Parece contradictorio, pero algo parecido ocurre con la sociedad moderna ajena por completo a las lecciones de la historia, el conocimiento de nuestra geografía y la ignorancia de la importancia de la flora y fauna nativas. No en vano vemos como se omite y se desnaturaliza la realidad en provecho de oscuros intereses, desconocemos la trascendencia de una riqueza hidrológica y orográfica seriamente afectadas y vemos casi indiferentes como las selvas y bosques desaparecen entregados al mejor postor o calcinados por el fuego siniestro provocado por “manos criminales”.



Pueblos libres arrancados de sus querencias, condenados a sufrir la ignominiosa esclavitud.


La crueldad del ser humano llevada  a su máxima expresión por su mezquino espíritu utilitarista .


Durante generaciones el heróico pueblo africano honró, gracias a la resistencia contra el olvido, los nombres de quienes fueron arrancados con sevicia de su tierra, privados de sus lazos afectivos y negados sus derechos de seres humanos y relagados a la mísera existencia de la esclavitud.

Pero no siempre fue así. La memoria histórica y la tradición fueron valiosos elementos para que las comunidades primitivas conservaran las gestas, hábitos, usos y costumbres necesarios para preservar la esencia de sus culturas: el libro Raíces, escrito por Alex Haley, narra la historia familiar a lo largo de siete generaciones desde el momento en que sus antepasados fueron apresados en África y aunque consultó documentos y otras fuentes auxiliares durante doce años para auscultar el drama de sus ascendientes, la visita a Gambia le permitió al autor conocer circunstancias de modo, tiempo y lugar de gran valor para escribir su historia. Por tradición oral, no obstante el tiempo transcurrido, aún la comunidad guardaba en la memoria como en un relicario, la época en que sus ancestros fueron encadenados y arrancados de sus hogares y lares nativos y otros hechos fundamentales para lograr contextualizar su obra, plasmando así, gracias a la memoria colectiva, las características de la ignominiosa esclavitud.



Crámica Quimbaya


La cultura Quimbaya se destacó por sus fina sy elegantes piezas de oro, realizadascon la técnica a la cera perdidada, que no conocían lo seuropeos.

La tradición ha sido un rasgo distintivo del ser humano en todas las culturas. Allende de las costas africanas, cruzando el inmenso mar, otro drama se desarrollaba en América y en particular en nuestra región, el territorio Quimbaya. Los aborígenes fueron sometidos por medio de “la espada y la cruz” a toda clase de vejámenes  para, a costa de sus vidas, colmar la insaciable y enfermiza sed de oro y riquezas de los españoles También en el seno de esta martirizada etnia, la tradición se conservó de generación en generación aprovechando para ello las fiestas y mientras bailaban y bebían iban recordando los nombres de caciques, gestas y sus epopeyas más importantes.

 Pero su historia desapareció cuando literalmente fueron extinguidos.



Colonos antioqueño, que también conservaron la memoria histórica, la tradición oral como medio para preservan los rasgos más sobredalientes de su cultura.



Colonos antioqueños ue con el lema DIOS Y PATRIA, forjaron la Civilización Cafetera.
Otro pueblo, el colonizador antioqueño, vino con el tiempo a copar el territorio Quimbaya, atraídos muchos de ellos por las ricas tumbas de los hijos del viento desaparecidos. Producto del nuevo asentamiento surgieron las sementeras, el café, los abigarrados doseles verdes formados por nogales, robles, yarumos, nísperos y fragmentos de selva que le servía de sombrío a la rubiácea convertida en un verdadero maná vegetal y aunque se disolvió la continuidad entre quienes se perdieron en la bruma del tiempo y la diáspora de antioqueños,  también la memoria histórica afianzó las raíces e identidad de los hijos del maíz, pues por las noches después del rosario, todas las familias se reunían en torno al fogón a escuchar las andanzas de patasolas, jinetes sin cabeza, madremontes y otros endriagos. Estas leyendas, además de cumplir el rol de control social, reafirmaban los valores y creencias de la comunidad. La entronización de otras especies del grano, la tala sin piedad del sombrío, la dependencia tecnológica extranjera con venenos e insumos y nuevas realidades desdibujaron nuestra cultura.



No es exagerado decir que hoy, la peste del olvido como en Macondo, borró nuestra memoria histórica y se requiere volver a las raíces para preservar identidad y valores; de lo contrario, la era digital y la avasallante globalización martillará el último clavo del ataúd en que se sepulta una valiosa cultura declarada patrimonio de la humanidad.             
                                                                                                             

lunes, 3 de febrero de 2020

La tierra, "una mota de polvo suspendida en un rayo de sol"


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No hay nada tan impresionante, como observar las miríadas de estrellas que desde los confines del universo nos hechizan con sus luces titilantes; sus destellos, viajando a la velocidad de la luz, 300.000 Kms por segundo, se emitieron en los albores de la Era Cristiana o tal vez algunos miles de años más. Esta escena que en condiciones normales debía evidenciar la pequeñez e insignificancia del ser humano, haciéndonos más humildes y menos arrogantes, ha sido paradójicamente borrada literalmente por la luz eléctrica privando a los habitantes de la “aldea global” de captar la magnificencia de constelaciones y astros que desafiando el tiempo y las distancias, describen parábolas eternas en el espacio, sin que la ciencia y el conocimiento convencional puedan descifrar plenamente las leyes gestoras de sus ritmos y destinos. 




Vía láctea, vista desde las Islas Canarias. (foto Internet)


Puesta de la luna en Carolina del Norte.


Pero antes de la invención de la electricidad el hombre tenía una estrecha relación con las estrellas. La luna llena, para los aborígenes americanos era símbolo del eterno retorno, la renovación física y espiritual necesarias para sus supervivencias; los grandes navegantes como Magallanes, Colón y Sebastián Elcano culminaron sus escalofriantes “viajes al fin del mundo”, guiados por la posición de los astros y un primitivo pero eficiente sextante; los twaregs del desierto atravesaron el dorado y ardiente mar de arenas y dunas con los astros como referentes, no sólo para cubrir la ruta de la seda, llegar a Samarcanda, a las míticas Babilonia y Bagdag, sino también para ubicar los oasis, verdaderos paraísos en medio de la nada, donde hombres y camellos reponían y fortalecían el espíritu escuchando el sonido del agua, que con la risa de una mujer y el rítmico galope de un caballo, constituían el súmmum de los placeres de la cultura árabe.



Aún en nuestra región, en Antioquia concretamente,  se enseñaba a los niños, astronomía, como valioso recurso para afrontar los grandes recorridos de colonos y aventureros en la diáspora que formaría luego, la Civilización Cafetera.



Pero hoy, las estrellas para el indolente hombre moderno, no son aquellas peregrinas luces que iluminan el mágico dosel de la noche, no; las estrellas para nuestra fatua sociedad, son los protagonistas del teatral mundo de la farándula, el deporte y la política que como muñecos de polichinela, se mueven en un artificial escenario haciendo gala de histrionismo, superficialidad y egolatría. Como el Rey sol de Francia, enceguecen con sus falaces destellos de héroes con pies de barro a un pueblo que relegó a un segundo plano las maravillas de la naturaleza, los valores eternos y las grandes hazañas de la humanidad. Podríamos contar con los dedos de las manos a quienes cada noche dirigen su mirada al occidente del firmamento para reconfortar el espíritu observando La Estación Espacial Internacional, donde un grupo de astronautas y científicos de diferentes países rompieron la desconfianza y los antagonismos ideológicos para aunar esfuerzos en pro de la investigación y el progreso de la humanidad. La tripulación se releva cada seis meses, la nave sale de Samara Rusia y periódicamente son abastecidos por empresas privadas que complementan esta portentosa hazaña del ser humano.




La tierra vista desde la luna. 
En todo este esplendoroso marco, la tierra es sólo un punto insignificante y según Carl Sagan, “una mota de polvo suspendida en un rayo de sol, una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica y no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Nos guste o no, por el momento, la tierra es donde tenemos que quedarnos.” 

Los dinosaurios no sabían qué causaría su extinción; el hombre moderno, presumiblemente inteligente,  sí sabe qué está destruyendo este frágil, mágico y azul milagro cósmico; sin embargo sigue talando árboles, extinguiendo especies, secando ríos y contaminando hasta el punto de no retorno. ¿podemos detener el desastre?               



sábado, 18 de enero de 2020

El Colegio Labouré y la escuela Simón Bolívar: relicarios que se extinguen.




Santa Rosa de Cabal fue la primera población de origen antioqueño fundada en territorio caucano; por eso, sus primigenios habitantes tuvieron decisiva incidencia en la consolidación de las bases para el surgimiento de la Civilización Cafetera. Aún encontramos en su territorio las huellas del Camino del Privilegio, construido a partir de 1856, con los habitantes de Villamaría y el visionario Félix de La Abadía, considerada la obra más importante del Estado Soberano del Cauca en el siglo XIX porque conectó la región caucana, " la más extensa y prometedora de la Patria", con Antioquia y  catalogada por el empresario Abadía, como “el canal que por muchos años, estaba indicada por el  Eterno como el vehículo que había de conducir a nuestro suelo la riqueza de Antioquia”.


La arquitectura antioqueña, recogió una herencia española y la reinterpretó con los materiales de la región. Con su extinción desaparece un rico y expresivo glosario como chambranas, envigados, soleras, tasajeras, el rey, postigos, etc.

Por eso, cuando el mundo, a través de La UNESCO, reconoció las características excepcionales de la cultura que forjó un orden nuevo, basado en el trabajo, las relaciones de confianza y el café, sorprende ver como los atributos del referido paisaje van desapareciendo bajo la piqueta devastadora del “progreso”. Tanto en el campo como en la ciudad y como apostatando de nuestras raíces, se destruyen casas solariegas que expresaban la esencia de una época, con su herencia española reinterpretadas con los materiales de la región como el bahareque, corredores perimetrales, grandes aleros diseñados para proteger paredes y tapias de la humedad, puertas ventanas que desplegadas de par en par, iluminaban los aposentos; portones siempre abiertos y zaguanes que permitían vislumbrar a través de los primorosos calados de sus contraportones el patio interior de la vivienda y sus jardines.


Hermana Sor Alicia Domínguez dirigiendo el coro del colegio, con el cual, grabó varios discos de vinilo, dejando un testimonio de emprendimiento y capacidad educativa. En una época de limitaciones tecnológicas, la grabación tuvo características de hazaña. 



La escuela San Vicente, que más tarde sería también la sede del colegio Laboré, nació a fines del siglo XIX, cuando las fuerzas vivas de la población, feconocieron el papel fundamental de la mujer en la consolidación de nuestra comunidad, inspirada en la frase de Benito Juárez: "si quieres educar a una persona, educa a un hombre; si quieres educar a un pueblo, educa a una mujer."


Pero la crisis de identidad que se vive, es más notorio, cuando con la misma sensación de impotencia o indiferencia que sentimos al ver la ineficacia de las normas  reguladoras de la protección del patrimonio arquitectónico privado, vemos como inmuebles que guardan como  verdaderos relicarios, aún entre sus despojos,  la memoria colectiva de un pueblo formado por la avasallante fuerza interior de educadoras y educadores quienes hicieron de la enseñanza la razón de sus existencias: me refiero al infamante abandono de las instalaciones del colegio Labouré y la escuela Simón Bolívar, cuyas paredes y estructuras se debilitan por la acción de los elementos y a pesar, justo es reconocerlo, que parte de las comunidades educativas , especialmente del colegio Labouré, han luchado por sensibilizar a las autoridades y opinión pública del calamitoso estado de los inmuebles, el tiempo sigue dejando sus devastadores efectos y ensombreciendo los sueños de quienes anhelan ver en el futuro el Colegio Labouré restaurado, con sus elementos ornamentales, funcionales y estructurales entre ellas sus representativas puertas ventanas, en mala hora cambiadas por una “austera” fachada, convertido en símbolo de un pueblo con jóvenes orgullosos narrándole a propios y extraños la gloriosa gesta hilvanada, por un grupo de religiosas que desde Francia cruzaron el Atlántico, subieron por el inhóspito magdalena y  a lomo de mula, entre los soeces insultos de arrieros y corcoveos de mulas “retrecheras” desafiaron  las cíclopeas montañas andinas, para llegar a Santa Rosa, mientras los habitantes conscientes del trascendental momento histórico, convocaban una serie de “mandas” o aportes en dinero o en especie (un pato , una o dos tapias etc) realizadas por todas las damas de la ciudad para iniciar la construcción de la escuela San Vicente integrada  luego con el colegio ofreciendo también  modalidades como la normal que proyectó a través de sus promociones el élam del saber en Santa Rosa y toda la región.





No menos significativo y fundamental para reforzar nuestras raíces ancestrales como futuro corazón cultural de la ciudad, son las instalaciones de la escuela Simón Bolívar, construida en 1930, por el doctor Jesús Jaramillo, quien integró y articuló armoniosamente el estilo propio de la Colonización Antioqueña, con la arquitectura republicana europea, representada en su hermoso pórtico, hoy sostenido irreverentemente por dos guaduas símbolos de su inminente colapso. Su funcional diseño facilitó también el punto de encuentro de los habitantes de la ciudad: multitudinarios encuentros de básket ball, becerradas, certámenes de boxeo y exposiciones agropecuarias.



Escuela Simón Bolívar integra armoniosamente las técnicas constructivas de la colonización antioqueña y el estilo republicano europeo incorporado en nuestro medio en el siglo XX.



El esbelto porche, estilo republicano que recibió durante años a los estudiantes "cual bandadas de palomas anhelantes de saber.." como lo expresó el poeta, se encuentra a punto de colapsar.



En la agónica estructura aún se perciben los elementos co0munes a las técnicas constructivas de la colonización como el bahareque, los aleros para conservar las pardes sensibles a la humedad, extensos corredores con chambranas de palma de macana, calados como herencia árabe, postes rematados en capiteles evocando las columnas romanas o griegas reducidas a las dimensiones propias de las maderas de la región ( La Civilización Cafetera, Jaime Fernández Botero, libro de Editorial Académica Española)


La declaración por parte de las Naciones Unidas como Patrimonio  de la Humanidad, aunque es un reconocimiento al carácter excepcional de una región, tiene el objetivo fundamental de proteger los atributos de una cultura que está al borde de la extinción y es obligación de las autoridades cumplir con estos propósitos. El patrimonio arquitectónico e histórico representados en los edificios del colegio Labouré y escuela Simón Bolívar son dos perlas de la cultura cafetera que se esfuman generando el ocaso moral de un pueblo y se deben proteger si hay voluntad política para acatar los compromisos de la importante declaración; de lo contrario, nos quedaremos reivindicando el título, pero sin el paisaje. 

Jaime Fernández Botero. Blog: Atalaya Santa Rosa de Cabal.