lunes, 9 de junio de 2014

Cuando la ordinariez perdió la vergüenza.

Cuando la ordinariez perdió la vergüenza.


Recorríamos el sector del  “Placer” en una de las caminatas organizadas por la Sociedad de Mejoras Públicas de Santa Rosa, cuando una extraña visión captó la atención de los senderistas: a nuestro encuentro salió precipitadamente un perro,  seguido en rigurosa fila india, por 8 o 9 patos; las aves mientras estuvimos en la referida fracción nunca se separaron del resignado can y marchaban bulliciosas y atropelladamente intentando seguir su ritmo, convertidas  en su sombra. El grado de afinidad entre las referidas especies  nos indujo a creer que había dos cuerpos y una sola alma. 



Parecían dos cuerpos en una sola alma. (fotografía Nolberto Gómez, Presidente SMP  de Santa Rosa)

La escena  generó risas y comentarios festivos; sin embargo, la festiva imagen interpretada inicialmente como un hecho aislado  y  contrario a la lógica, revelaba una de las leyes 
de la naturaleza denominada por Konrad Lorenz "impronta"
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 El ingenioso científico descubrió como las aves al nacer, una vez rompen sus cascarones, siguen al primer elemento cercano y con movimiento visto después de la eclosión; generalmente la madre; pero si son huérfanos los ansarinos escoltan al primer ser cercano más próximo y establecen con él una relación filial considerándolo su progenitor.

 La revelación de Lorenz nos permitió aclarar la escena; el cuadro de cómico pasó a convertirse en sublime, pues el noble perro estaba en el lugar equivocado cuando los desamparados polluelos rompieron el cascarón y aceptó con resignación el karma impuesto  por la naturaleza  tolerando el bochinchero y torpe apéndice.



La impronta” fue el tema de la película “Volando a casa”; el film, basado en un hecho real aborda la interrupción de los ciclos migratorios de las aves cuando los bosques y campos son arrasados por “la civilización” y por alguna razón atribuida a la ambición del ser humano, los huevos de una bandada de patos eclosionaron o nacieron sin la presencia de sus progenitores. Un amante de la naturaleza decidido a no permitir la extinción de los polluelos y aplicando los estudios de Konrad Lorenz asumió el rol de madre y las tiernas palmípedas lo seguían y reconocían como tal. Cuando los ánsares estuvieron en edad de seguir la ruta trazada por sus ancestros respondiendo a la brújula interna que los sintoniza con su atávico destino, el perseverante naturalista emprendió el vuelo dirigiendo un pequeño avión ultraliviano seguido por las aves.
El vuelo estuvo infestado de múltiples avatares: cazadores ajenos a las maravillas de la naturaleza converían la barbarie en deporte hostigando con metrlla y tratando de aniquilar la bandada.

 El vuelo estuvo infestado de múltiples avatares: cazadores ajenos a las maravillas de la vida convertían la barbarie en deporte hostigando con metralla y tratando de aniquilar la bandada, aves de presa al acecho pacientemente esperaban el paso de la camada para incorporarlas a su menú y la solidaridad del grupo afloró redoblando esfuerzos para reincorporar a  las avecillas heridas o cansadas en la larga travesía.

 Al final triunfó la vida sobre tánatos, el Dios de la muerte y la devastación encarnado por los intereses mezquinos del hombre y el grupo llegó a su destino logrando que el ritmo de la naturaleza no se interrumpiera.


La historia narrada es rica en mensajes edificantes, pero quiero tomarla como referencia para aludir a la orfandad del mundo moderno que  sin norte y ajeno a los valores eternos y el compromiso para preservar la vida y la herencia ambiental, cultural e histórica se sumerge en la frivolidad el utilitarismo y la ordinariez.

 Tal vez, la “impronta” del hombre de hoy lo constituye la televisión y los medios de comunicación que sin desconocer su valor, se subemplean bombardeando a sus víctimas con sugestivas imágenes moldeando un ser poco asertivo, dependiente y vulnerable a su trivial mensaje. Hoy los sátrapas y perfumados Rasputines modernos no necesitan quemar libros como antaño, pues nadie los lee; los astros o las estrellas, de acuerdo con la caja mágica deformadora de la realidad no son los hechizantes cuerpos celestes que se desplazan describiendo una parábola eterna por el espacio desafiando el tiempo y la distancia,sino los millonarios e idolatrados personajes convertidos en Dioses en calzoncillos de una religión llamada fútbol o las “divas” de la farándula erigidas en celebridades, forjadas no por sus valores estéticos o artísticos sino  con el escándalo y la propaganda negra. Sus páginas en internet reciben centenares de millones de visitantes y sus  extravíos, considerados asuntos de interés público, son difundidos por parlanchines periodistas en largos programas de fines de semana  y paladeados con morbosa fruición por el vulgo.

 
Garantizándose así la supervivencia del Rey Momo el monarca de los brios y alucinados.
 

En esta galería de postizas y artificiales personalidades sobresale con méritos propios el político banal, ese espécimen de nuestra fauna social quién cuida su “buen nombre” desprestigiando al contrincante por temor a la incompetencia propia y lo único que se entiende con claridad en los discursos de campaña electoral son los insultos lanzados a sus contrincantes plagados de veneno ofídico, mientras una población irredenta aplaude frenética sus febriles incoherencias. Todos, futbolistas, chicholinas y políticos se erigen en modelos a imitar por parte de nuestra juventud, garantizándose así la supervivencia de la corte del rey Momo, el monarca de los ebrios y alucinados quien reina sobre  la alelada masa .

Ante el violento cambio de roles en la familia y la sociedad, se requiere, un cambio de “impronta”, tan práctica y altruista como las brindadas por el noble perro de nuestra historia y el idealista, quien con su persistencia salvó a la camada de patos de su extinción.