martes, 12 de enero de 2016

Cuando el trabajo era una religión.



El artículo 7 del decreto expedido por el Presidente Pedro Alcántara Herrán el 23 de agosto de 1844, autorizando la fundación de Cabal, primigenio nombre de nuestra ciudad, establece:

”…que la población quede en un punto por donde deba pasar el camino principal que ha de poner en comunicación directa los cantones de Salamina y Cartago.” Este compromiso consignado en el aludido acto administrativo publicado el 13  de octubre con la firma de los fundadores Fermín López y Vicente Muñoz como testigos, selló el destino de los santarrosanos que erigieron el trabajo en un valor supremo y un derecho inalienable fomentado por la dirigencia de entonces con audaces proyectos y novedosas propuestas que convirtieron las crisis en oportunidades.

El histórico puente de Santa Ana, sobre el río Campoalegre tiene la tipología y la técnica constructiva del construido sobre el río Otún en 1852. Es la única obra de esta naturaleza que aún subsiste en la región.


En 1852, un grupo de fundadores construyó sobre el río Otún un puente de madera fina labrada, techado con con el fin de cobrar un impuesto de pontazgo a los viajeros de entonces este ingreso se constituyó en la primera renta que tendría la población y tuvo un a destinación específica: la de financiar la construcción de la escuela y la cancelación de los emolumentos al preceptor o maestro de la escuela. Algún tiempo después, la asamblea provincial del Cauca se apoderó del referido impuesto convirtiéndolo en un impuesto provincial. El mandatario de Santa Rosa envía una carta expresando su protesta por el despojo:

"DESPUÉS DE EFECTUAR GRANDES SACRIFICIOS PARA CONSTRUIR EL PUENTE, APAREVE UNA BÁRBARA DISPOSICIÓN Y NOS ARREBATA LOS BENEFICIOS OBTENIDOS CON LA JUSTICIA, COMO APARECIERON LAS PREVENCIONES DE FERNÁNDO VII, MANDANDO A CONSIGNAR EN LA CAJA PARA GASTOS DE LA CORONA LOS MENGUADOS DINEROS DE LOS HUMILLADOS AMERICANOS..." Todo eclamo fue inútil, al final se expide un "úcase", digno del peor de los zares : "procédase a rematar el impuesto de pontazgo sobre el río otún y remítase al tesoro de la Provincia el recaudo."

El lúgubre incidente ermina con el eco de las palabras del alcalde local:

"OBEDECEREMOS, PORQUE ESTE PUEBLO OBEDECE SIEMPRE LAS LEYES EMITIDAS POR EL GOBIERNO LEGÍTIMO, AUNQUE ALGUNAS LLEGUEN A SER TAN DESPÓTICAS Y MALAS COMO LAS QUE DICTABA CONTRA NUESTROS PADRES EL REY DE ESPAÑA".
      
Camino del privilegio, entre Santa Bárbara en Santa Rosa y San Julián en Villamaría.

El templete de Guacas, por allí pasaba el histórico Camino del Privilegio que unió al Cauca con Antioquia.


Monumento a la arriería que unió lejanías a través del Camino del Privilegio. Verreda de Guacas.



Típica fonda en Guacas por donde pasaba el camino.
No obstante,  partir de 1856, asociados con Villamaría y Félix de la Abadía los esforzados colonos de entonces construyeron el Camino del Privilegio, uniendo, como lo exigía el decreto de fundación, al Cauca con Antioquia y durante más de 50 años irrigó valiosos recursos a través del peaje para nuestra ciudad y sus socios. La obra fue la empresa comercial y la vía más importante del gran Estado del Cauca en el siglo XIX; su mantenimiento y conservación generaron también fuentes de empleo proporcionando a los habitantes su subsistencia en las épocas de “peladez” o vacas flacas mientras se presentaba la cosecha de maíz y los productos de pan coger.

Telar de madera que aún tiene los rudimentos técnicos que Martín Cañas, trajo a Santa Rosa en 1904 y que siguen empleando nuestros artesanos para elaborar múltiples prendas que hoy identifican a la ciudad.


En 1904, cuando languidecían los ingresos del camino, el concejo municipal se propuso promover la industria de los telares y para ello se propuso traer de Popayán un experto artesano. Pero había un problema: el referido maestro estaba preso y las autoridades de la penitenciaría exigían un fiador para a autorizar su salida; uno de los ediles firmó comprometiéndose a pagar la fianza y los gastos de la captura si el  reo, olvidándose de su altruista misión y sucumbiendo ante los encantos de la libertad, emprendiera la fuga. La floreciente industria de ponchos, ruanas, hamacas y otros artículos del ramo textil existentes hoy en el municipio, nos indica que la semilla dejada al empezar el siglo XX por Martín Cañas, así se llamaba el reo, y las autoridades locales, germinó con fuerza constituyéndose en valiosa fuente de empleo en buena parte del itinerario histórico de la ciudad; aún se usan las rústicas máquinas de madera construidas siguiendo los modelos de antaño.


En la primera década del siglo XX, para aprovechar la demanda mundial de sombreros, jalonada en parte por la construcción del Canal de Panamá, se aforó en el presupuesto un rubro para comprar entre 300 o 400 entrecopas (especies de moldes) que fueron distribuidos entre los obreros para iniciar la referida industria. Pocos años después, los sombreros de Santa Rosa competían en calidad con los de Aguadas y en 1911  se exportaron a Nueva York 4073 unidades y a Hamburgo en Alemania 1600 sombreros de paja de iraca.

 Los años siguientes fueron pródigos en ofertas de trabajo, pues los veinticinco millones de dólares producto de la indemnización de Estados unidos por el robo de Panamá se empezaron a cancelar y a invertir en la construcción de carreteras, vías de ferrocarril y otras obras de infraestructura.

 En 1924 Santa Rosa no tenía ningún desempleado, pues el café y la construcción del ferrocarril demandaban profusa mano de obra. Pero al acabarse la llamada “prosperidad a debe” y derrumbarse la economía norteamericana por la caída de la bolsa en 1929, Santa Rosa como el resto del mundo sufrió el flagelo del desempleo pues cuando a los gringos les da gripa a nosotros nos da pulmonía. La clase dirigente de entonces no se puso a llorar sobre la leche derramada: busco alternativas para paliar la crisis y una de ellas fue la de propiciar por medio de un préstamo la construcción de nuestra Plaza de Mercado que le permitió a muchos obreros cesantes obtener su manutención durante algunos años.


Plaza de mercado Los Fundadores. Se empezó a construir cuando cayó la bolsa de Nueva York y las fuentes de empleo en la ciudad decrecieron.



En el interior de la plaza aún subsisten reliquias propias de la esencia de ayer como esta imagen, que en su momento se rotaba entre los hogares de la ciudad y los establecimientos de la plaza por días para iluminarla con veladoras y surtir con monedas su urna a manera de alcancía para alcanzar las indulgencias .

Sigue siendo como antaño, un crisol donde se funde el alma y la esencia de los habitantes de nuestra ciudad.


En 1938, un acuerdo exonerando de impuestos y de servicio públicos a las empresas que se establecieran en el municipio permitió que el corregimiento de Dosquebradas, hasta entonces perteneciente Santa Rosa, se convirtiera en una ciudadela industrial con  empuje y dinamismo económico como La Rosa, Paños Omnes, Valher, Vidriera de Caldas, Postobón etc . Paradógicamente, este estímulo al emprendimiento empresarial contribuyó a que después Dosquebradas se independizara segregándose de Santa Rosa que quedó convertida en una ciudad dormitorio sin que se presentaran alternativas efectivas para recobrar el dinamismo económico perdido con la separación del entonces próspero corregimiento.


Comenzando el siglo XX, empieza el café a dinamizar la economía del municipio. Otrora hacienda cafetera de San Juanito.

Todos estos antecedentes, sin contar la iniciativa empresarial del sector privado, nos permite afirmar con certeza que a la dirigencia de antaño se le pueden endilgar muchos errores, pero en temas de emprendimiento estuvieron a la altura de los retos históricos; por eso sorprende las afirmaciones que los señalaban de impedir la construcción de trilladoras  porque ”los notables del pueblo se quedarían sin empleadas del servicio”. Si algo tuvo la ciudad en la parte urbana y en el campo (La Capilla) fueron trilladoras; en 1912 surgió la primera despergaminadora, y el alcalde Eduardo Vallejo peleó con el concejo para que le rebajaran los impuestos de $4ºº a $2ºº, la redentora industria del café como él la llamaba afloró con fuerza y  surgieron La Reina, La Guardiola, El Triunfo, La Clarita, La Cabal, La Central, Monserrate y muchas otras que crearon cientos de empleos y hasta vivienda para las humildes escogedoras de café que se hicieron célebres en la década del 30 por mantener con coraje y decisión un movimiento huelguístico.


Desde hace ya un ya un largo tiempo,  la variable más importante para hacer un  plan de desarrollo, la del índice de desempleo, no la conoce nadie en la ciudad aceptándose tácitamente que se bajó la guardia en este importante indicador económico y se le descargó esta vital actividad a la dinámica capital del departamento.     



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