jueves, 14 de septiembre de 2017

Historia del Verraco de Guacas-


De acuerdo con la tradición, la leyenda del Verraco de Guacas, la originó un cerdo salvaje, con destellos flamíferos en sus ojos que irrumpía furtívamente en la zona rural  de Heliconia, Antioquia, cuyo nombre inicial era "Guaca"  y después de demostrar sus aptitudes de semental robándose el corazón de las "puerquitas" desaparecía sin dejar rastro en la espesura. Otro municipio, La Tebaida, en el Quindío, también reclama la propiedad de la famosa leyenda: José Jaramillo Mejía, en su "Antología de crónicas costumbristas" nos cuenta al respecto lo siguiente: " cerca de la población en la finca "La Anopaima" tenía don Miguel Henao un marrano reproductor que servía a las marranitas de los alrededores que estaban en condiciones de merecer. Cuando el finquero observaba que una marranita empezaba a contonearse y remenearse como mecedor en paila, decía a uno de sus hijos: "mijo, llévele esa marrana al verraco de La Tebaida. Así fue como hizo carrera la expresión : por eso,  cuando uno de mis paisanos, un montañero bien arrevolverado, se tomaba unos aguardientes estrenando muda dominguera, con paquete de Chester en el bolsillo de la camisa transparente, mechón sobre la frente y sombrero a la pedrada, llegaba donde las "mijas" y golpeando una mesa exclamaba: a ver mijitas que llegó el Verraco de La Tebaida."

Hermoso templete de Guacas


 Los colonos antioqueños que forjaron nuestra Civilización Cafetera, llegaron  con el recuerdo de sus leyendas , historias y la toponimia de su tierra ancestral y una vez posesionados de su nueva heredad, reinterpretaron sus leyendas matizándolas con las particularidades de la región y evocaron  la toponimia de los lugares que habían dejado bautizando con sus expresivos nombres los lugares, fracciones, partidos y veredas que materializaban el sueño de ser, "después de Dios, dueños de sus propios destinos", propietarios de sus querencias. Por eso, expresiones como "La linda", "El Tablazo", "Santa Bárbara" y muchas otras son comunes en el Eje Cafetero y en Antioquia y no es extraño  que ambas regiones compartan los aspectos esenciales de múltiples leyendas propias del pensamiento mágico de una estirpe desprendida de un tronco común.

Dejemos a un lado, el mito impersonal e incorpóreo y auscultemos el Verraco de Guacas de nuestra región, el real , el hombre de carne y hueso que la imaginación popular convirtió en leyenda.

Camino del Privilegio, sector de San Julián en Villamaría, este tramo aún conserva su autenticidad y debe ser preservado declarándolo Patrimonio ambiental y cultural .


A partir de 1856, se empezó a construir el Camino del Privilegio, con la activa participación de del empresario Félix De La Abadía y los habitantes de Santa Rosa y Villamaría. Esta ruta, constituyó el Camino Real que comunicó a Cartago, en la Provincia del Cauca con Manizales en Antioquia. Este camino, la obra más importante del Estado Soberano del Cauca en el siglo XIX, salía de Villamaría, cruzaba el río Claro, San Julián, Alto del Yarumo, Santa Bárbara y Las Guacas en Santa Rosa, y en la jurisdicción de Dosquebradas ascendía al Alto de Oso; montaña casi siempre cubierta por fantasmal bruma y donde viajeros y arrieros debían apelar a su mejor y más excelso repertorio de madrazos e insultos para asaetear a las mulas y evitar que el fango las devorara con mercancía y todo, bordeaba "Las Marcadas y llegaba a Cartago. Pero en el Alto de las Guacas, aparte de las difíciles condiciones del terreno , algunos viajeros debían sortear otro obstáculo: el dasafío del guapetón Abel Marín Chica el Verraco de Guacas, quien haciendo valer su territorialidad en 1888, revoloteaba en cuadro, sacando con su machete chispas al empedrado, confiado en la invulnerabilidad que le daba su "parada secreta", la uña de la gram bestia y la piedra de ara incrustada en una de sus manos, efectivas para contrarrestar los ataques del rival. Abel Marín Chica, era lo que en el argot de la época se conocía como "jubilado", experto en las artes del manejo del machete y no perdía oportunidad de demostrarlo y ante la menor provocación esgrimía un variado repertorio de mandobles, esguinces, amagues, acometidas, paradas secretas y " falsos" , solo conocidas por unos pocos iniciados en la disciplian de la esgrima.



Escultura conmemorativa del paso de Tomás Cipriano de Mosquera por el Camino del Privilegio y su batalla en Guacas.


Cuando sus bravuconadas encontraban interlocutor, se trenzaba con éste en dura lid. En el fragor del combate, los jadeantes rivales se acometían y cruzaban sus relampagueantes machetes , tornados en flamíferas cimitarras con sus violentas arremitidas. Siempre vencía, decía la tradición; por eso, era el samurai de la región. Esta conducta, hiperactiva, sanguínea e impulsiva que alteraba la calma parroquial , no podía ser ignorada , pues el alcalde de la época tenía un férreo control de sus ciudadanos y ante el menor brote de enfrentamiento obligaba a los rivales a firmar La fianza para guardar la paz, institución que en la época guardaba el orden obligando a todo aquel que se mostrara los dientes con otro vecino a presentarse con un fiador en la casa consistorial. La queja de un viajero refiriendo que en el Alto de Guacas, Abel Marín "permanece con su peinilla, desafiando a los transeúntes" hizo que fuera conminado a presentarse con un fiador que debía garantizar con sus bienes el buen comportamiento del personaje. Sin embargo, esta interesante figura jurídica que mucho influyó para mantener en calma a nuestra ciudad, poco sirvió para atemperar su febril temperamento de gladiador, pues en 1895, fue puesto preso, presumiblemente y ante las reincidencias en sus hostiles actos, no encontró quien sirviera de fiador y cuando esto ocurría, debía responder en forma personal por la alteración del orden social.



Vivienda en Guacas , que conserva los rasgos arquitectónicos de la Colonización Antioqueña y que hoy va desapareciendo, a pesar de ser declarada nuestra región Patrimonio de la Humanidad por sus características, agrícolas, sociales , arquitectónicas y por su valor excepcional y único en el mundo, cuyos atributos deben protegerse.


La realidad mata las imágenes que el tiempo ha depurado e idealizado y aunque parece que el Verraco de Guacas estaba muy lejos de ser el romántico y noble caballero del machete que la imaginación popular forjó, la vereda de Guacas tiene su leyenda y con su hermoso templete, donde palpita el corazón de la gente del campo, las huellas del histórico camino por donde pasó en 1860, otro díscolo guerrero, Tomás Cipriano de Mosquera, lo convierten en un hermoso y significativo sitio turístico digno de ser visitado por propios y extraños.

Don Heriberto Gil, prestante hombre cívico de la vereda, quien durante
más de cuarenta años, se desempeñó como funcionario de la Inspección,
representa, en una de las muchas veladas de la comunidad, re
presenta el papel del Verraco de Guacas.


Texto extractado de mi libro, Historias y leyendas de Santa Rosa de Cabal . Jaime Fernández Botero       

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