miércoles, 20 de agosto de 2014

El Camino del Madroño: la ruta del sombrero.

Para los colonizadores, gestores de la Civilización Cafetera, en el principio no fue el Verbo; en el principio fue el camino. Los caminos  abrieron la senda del progreso enlazando lejanías, propiciando el surgimiento de comunidades en lugares distantes y reactivando el intercambio comercial necesario para dinamizar la economía nacional. La organización política administrativa de los pueblos facilitaba por medio de sus instituciones la construcción de las obras públicas, a través del trabajo personal subsidiario. La referida figura jurídica obligaba a todos los habitantes a laborar gratuita y colectivamente en la construcción y composición de caminos, alcaldías, cárceles, escuelas y cementerios. No pasaba mucho tiempo después de culminada una vía para que se diseñaran nuevos trazados sorteando pasos críticos y efectuando variantes buscando agilizar el tránsito de peatones y semovientes.


Hermosa imagen del Camino del Madroño en inmediaciones de la hacienda La Albania. Por esta vía los santarrosanos llevaba sombreros a Ibagué .
 Por bando, los arrieros recibían con satisfacción el privilegio que las autoridades les conferían como agentes civilizadores y heraldos del progreso facultándolos  para tumbar cercas y cortar alambres de púas para pasar con sus recuas por sementeras y terrenos privados cuando el camino era borrado por la fuerza de los elementos y aunque quedó como una obligación natural, sin fuerza vinculante ni obligatoria, lo único que detenía la fuerza impetuosa del arriero en su incontenible marcha hacia el progreso era "el jardín y las delicadas flores de una dama " que bajo ninguna circunstancia debía ser holladas y destruidas , prefiriendo desafiar los tremedales con los nobles bueyes y las cautas mulas antes que profanar el referido santuario femenino. 
Todavía, a pesar del evidente deterioro del bosque nativo hay flores exuberantes que como festones se abren en hermosos colores como esta flor llamada cortapicos captada en el camino del Madroño.




Los arrieros hombres con perfiles de montaña dejaron en estas  cicatrices abiertas en las selvas y en las abruptas montañas historias dignas de admirar como la gesta de PEDRO EDUARDO BOTERO quien a pesar de su evidente rusticidad era director, editor y distribuidor del periódico EL CÓNDOR. Al emprender sus largas jornadas con sus recuas, llevaba en el hatillo ( la mula donde se ubicaba la mercancía más delicada) las gacetillas que eran distribuidas en los pueblos por donde transitaba y a su vez, recibía las publicaciones impresas en las referidas localidades. Pedro Eduardo Botero, además de llevar la riqueza  del comercio en el lomo de sus bueyes y mulas a través del CÓNDOR intercambiaba ideas y alimentaba encendidos debates sobre la realidad política del país.  Un águila portando entre sus garras haces de rayos flamígeros era su emblema y representaba fielmente la filosofía y el carácter de Botero quien con marcado instinto de clase fustigaba a las autoridades y a las élites locales que a través del CHAPOLA contraatacaban y se defendían de las alusiones escritas con cianuro por el díscolo personaje. Corría el año de 1915 y la situación se salio de control generando profundas tensiones en el seno de la comunidad pues en Santa Rosa vivía el doctor Félix Isaza, oriundo de Abejorral y se desempeñaba como juez del circuito; era el padre de una agraciada e inteligente niña llamada Blanca, quien deslumbraba por sus promisorias aptitudes en el campo de la literatura y en particular de la poesía con un soneto alusivo al río San Eugenio. La precoz infante cometió el error de hacer un comentario irónico sobre las dudosas y cuestionables aptitudes literarias de Botero y ... !ahí fue Troya!. Como los truenos y centellas de Zeus, los flamígeros rayos del Cóndor estremecieron a la familia Isaza y al notablato parroquial. La población se dividió en dos bandos y ante la amenaza de alterarse el orden público intervino la gobernación. El saldo del incidente fue funesto: Botero fue llevado a la cárcel, la población se fragmentó y el señor juez, Isaza "lloró lágrimas de sangre"; abandonó la ciudad con su familia y se radicó en Manizales. Allí la niña Blanca se convirtió en mujer y en la mejor poetisa de la época en Colombia y se casó con Juan Bautista Jaramillo. Brillaron con luz propia en el horizonte de las letras en Colombia. 

El Camino del Madroño: la ruta del sombrero      
      
Ibagué se comunicaba con Santa Rosa a través del Camino del Madroño. (foto internet)
En los albores del siglo XX Panamá construía el canal que comunicaría los océanos Pacífico y Atlántico; la impresionante obra de ingeniería desafiaba los rigores de la selva tropical infestada de apocalípticas amenazas como la malaria y los candentes rayos solares. La demanda de sombreros por parte de los grandes contingentes de trabajadores en el istmo motivó a la emprendedora clase dirigente de la ciudad para establecer una floreciente industria que además de abastecer el mercado interno encontraba en el exterior una expedita demanda.

Con ahinco y entusiasmo se abocó la empresa que arrancó de cero: se trajeron las copas y entrecopas que servían de base para moldear los sombreros, se enseñó la técnica de tejido con base en la paja de hiraca y una vez que se lograron los estándares de calidad necesarios para competir con otras localidades como Aguadas, se procedió a construir un camino para conducir la mercancía a Ibagué donde se transportaría por tren hasta el río Magdalena; embarcada por nuestra principal arteria fluvial hasta Barranquilla y desde la Puerta de Oro de Colombia se remitía a Panamá. No fue una empresa fácil el trazado, composición y mantenimiento del legendario Camino del Madroño, pero la llama interna de la población de entonces plena de compromiso por su terruño hizo que la producción del municipio se insertara en el mercado mundial.  
Ferrocarril de la Dorada. A través del Camino del Madroño los sombreros eran llevados a Ibagué; desde allí  a través del ferrocarril de La Dorada conducidos al Magdalena y por nuestra principal arteria fluvial a Barranquilla como etapa previa para distribuirlos a sus destinatarios en el Istmo de Panamá.(foto internet)

  El Camino del Madroño. El legendario camino salía del Ovito y siguiendo la costumbre de la época de trazar las vías por el lomo de las cadenas montañosas tomaba la serranía del Madroño en dirección a las sabanas del Nevado de Santa Isabel.

En el escarpado trayecto, arrieros y transeúntes, además del idílico paisaje propio del bosque de niebla, hoy en vía de extinción, encontraban en los numerosos pasos críticos la imagen de  La Virgen del Camino, sagrada advocación de los viajeros de entonces y que la memoria colectiva ha preservado en nuestra región. Cuando los intrépidos colonizadores pasaban por el referido santuario, dejaban monedas en la rústica ermita generalmente una grieta en el peñasco, monedas que eran tomadas por otro transeúnte quien dejaba el equivalente del dinero en velas, las disponía en torno de la imagen debidamente encendidas y rezaba una oración invocando "la protección de todo mal y peligro" de quienes dejaron las monedas. Era una de las múltiples formas en que se manifestaban las relaciones de confianza de la comunidad de entonces.   

Jaime Fernández Botero y La Vírgen del Camino. La cera de las espermas dejadas por los arrieros caen como cascada en torno de la Ermita.


Sobre las verdes hojas la naturaleza pintó exóticas mariposas rojas. Una sobrecogedora imagen que pronto desaparecerá de nuestra acorralada y despreciada herencia ambiental. Camino del Madroño. 
Recodo del Camino del Madroño, cerca de la Ermita de La Virgen del Camino.
La memoria colectiva mantiene vigente la tradición y es así como en la ruta hacia San Esteban encontramos otra imagen de las mismas características, aunque renegrida por el efecto del humo de las velas. En una de mis correrías un anciano me comunicó que en su época de infancia recogía las monedas dejadas por los viajeros y el sábado cuando acompañaba a su padre a la ciudad, compraba las espermas correspondientes y una vez de regreso a su posesión de campo, iba a la ermita y las dejaba encendidas en torno de la imagen, no sin antes rezar algunas oraciones por quienes osaban aventurarse por los inhóspitos parajes. Al preguntarle si alguna vez tuvo la tentación de sustraerse alguna de las monedas me respondió en forma enfática y con aire de dignidad ofendida: " !no señor, porque era plata sagrada y uno quedaba salado de por vida"! La respuesta dejaba plasmada la esencia de la época.

El legendario camino se empina buscando la Albania y La Josefina.
Memorable imagen de la Josefina de don Bruno Botero en la época de auge,
Las ruinas de La Josefina 
En su ruta hacia La Sierra y el Paramillo de Santa Rosa los arrieros y viajeros encontraban en La hacienda La Josefina el sitio ideal para pernoctar y reponer fuerzas y prepararse para cumplir la última etapa de su itinerario cruzando las sabanas del páramo de Santa Isabel antes de llegar a Ibagué.

Era muy común por esta ruta el contrabando de tabaco; el gobierno remataba a un particular las rentas de  esta actividad comercial y aunque el concesionario tenía sus propios guardas de renta, no alcanzaba a controlar el comercio ilegal y aunque recavaba de los alcaldes y autoridades en general su apoyo éstos poco se esmeraban en proteger sus intereses por la naturaleza privada de la empresa.
La planta llamada pantano que sirve de alimento a la danta hoy en vía de extinción por nuestra falta de compromiso con las especies nativas,
Con emoción contemplamos las huellas de la danta . Hicimos votos a la Vírgen de la Ermita para que nuestras autoridades y la  sociedad cambie de paradigma y le garantice  a estas maravillosas especies nativas, hoy sin protección alguna, su hábitat natural con menos retórica y más proyectos efectivos.

Las laderas de la serranía del madroño conserva  relictos de  bosque nativo que debe ser preservado para atenuar los nefastos efectos del calentamiento global por el aumento de dióxido de carbono producto de la tala de bosques y los residuos industriales generados por  los combustibles fósiles.
El páramo de Santa Rosa. Cuando el camino rebosaba los cuatro mil  metros sobre el nivel del mar los viajeros encontraban otro obstáculo difícil de vencer: la neblina. La bruma y el frío borraban los senderos y sólo el instinto de los guías y baquianos permitían, aunque lento, el tránsito por los anegados canalones. Pero una imagen sublime encandilaba súbitamente a los flagelados viajeros: la neblina se difuminaba súbitamente y aparecía una montaña de cristal; un prisma refulgente que obligaba a los dispersos transeúntes a juntarse para admirar la súbita aparición : era el páramo de Santa Rosa cubierto entonces como el Santa Isabel y el Cisne,  de reluciente e impoluta nieve.
El majestuoso páramo de Santa Rosa  hoy es el yermo paramillo de Santa Rosa ; excepcionalmente aparece cubierto por una efímera capa de nieve, recordándonos su otrora belleza, pero muy pronto los débiles rayos del sol  derriten su níveo ropaje.

Hoy ya es un erial yermo y desértico, cruel presagio de la extinción de todas las cumbres nevadas del mundo: le decimos, sin conocer la razón de la expresión, el paramillo de Santa Rosa. Todos conocemos la razón de su degradación : el calentamiento global producto de la destrucción del bosque nativo y sus grotescas secuelas  como la extinción de la fauna silvestre; el aumento a niveles incontrolables del dióxido de carbono producto de los residuos industriales, funestos gases emitidos por el uso de combustibles fósiles como el petroleo y el carbón. Los dinosaurios no estaban en condiciones de conocer y evitar los devastadores efectos del meteorito que los extinguió; nosotros sí sabemos que nos viene pierna arriba con el efecto invernadero, sabemos que nos va a destruir y que hacemos?  !nada! !nada! !nada! aparte de discursos esquizoides y mentirosos y como y como los viajeros del Titanic, seguimos cantando y bailando al son de la orquesta mientras el oscuro y proceloso océano los devoraba.

Algunos dicen que no es correcto comparar épocas, pero no podemos dejar de ponderar el emprendimiento y compromiso de los santarrosanos de antaño, que mientras en Panamá se construía el canal, vieron una oportunidad de oro para dinamizar su economía  y  con esfuerzo y lucha contra la resiliencia, le apostaron al progreso y vencieron.            

1 comentario:

  1. Buenas tardes

    Soy un historiador del tema cervecero colombiano, estoy muy interesado saber mas sobre las cervecerías en Santa Rosa de Cabal, me podría escribir a mi correo minicord@yahoo.com

    Muchas gracias espero saber de Ud.

    Puede ver mi articulo sobre el tema en:

    http://www.historiacocina.com/es/cerveza-colombia

    Saludos

    Ing. Ricardo Plano Danais

    ResponderEliminar