lunes, 26 de diciembre de 2016

"La Médica" de la Capilla.


"El milagro dijo un pensador , no es más que la aparición súbita de una realidad escondida"

                                                                                                                             Amado Nervo

Al amanecer de 1939, en la vereda La Capilla, el sol había acudido al llamado del gallo como como caso todas las mañanas y al conjuro de su manto de luz la vida se despabilaba, iniciando la naturaleza su concierto cotidiano. El fresco aire matutino, impregnado de finas esencias , traía un nuevo aroma:el dulce y acaramelado olor de la molienda; la época de la cosecha de caña había llegado y siguiendo un rito ancestral los habitantes de la vereda acudían alegres al trapiche con un cañuto de guadua a recibir el melao, zumo de la caña que luego se convertiría en panela. El tiempo de penurias o de "peladez" como lo llamaban nuestros campesinos había acabado; por eso, el jolgorio y la celebración unía a campesinos y labriegos en torno a las hirvientes cubas en un ambiente que embriagaba los sentidos.



Pintorescas viviendas surgían a la vera del ferocarril



Los colores fuertes impactaban de las  casas de bahareque impactaban visualmente y contrastaban con el "verde de todos los colores" propio de nuestra zona rural.



Aunque humildes resplandecían como el metal bruñido pulidas por el incesante barre de las escobas de verbena .


humildes casas de bahareque dignificadas por la explosión multicolor de margaritas novios geranios dalias y rosas.


La Capilla era ceñida por la diadema de acero de los rieles del ferrocarril.


La Capilla.


La vereda La Capilla, era cruzada por la diadema de acero que constituían los rieles del ferrocarril; a su vera se distribuían las pintorescas casas de bahareque que aunque humildes y con piso de tierra, resplandecían como el metal bruñido, pulidas por el incesante barrer de las escobas de verbena y la explosión multicolor de margaritas, novios, geranios y dalias cultivados en modestos tarros, recipientes y micas rotas y desconchadas dignificadas con la belleza de las flores que albergaba..

Leonor, una jóven conocida en el sector por su mente confusa y dispersa, vivía en la finca "Los Encuentros", llamada así porque en sus inmediaciones se unen los ríos San Eugenio y Campoalegre que desde sus nacimientos cubren a Santa Rosa con un refrescante abrazo. Desde muy niña, Leonor, mostró extraños comportamientos asociados con trastornos mentales : era lo que la gente catalogaba como "media lengua", se le veía  absorta hablando sola; con frecuencia los moradores de la vereda la encontraban perorando un largo y enredado monólogo ante un "calvario", sitio donde algún desgraciado campesino había caído víctima de la barbarie humana; una cruz levantada en un recodo del camino, apuntalada por cúmulos de piedrecillas dejadas por los labriegos al pasar recordaban el infausto suceso. Las limitaciones de Leonor hicieron que no fuera a la escuela por eso, no aprendió a leer y a escribir y fiel a su carácter dócil y resignado aceptó que su vida transcurriera entre el hollín y el humo de la cocina donde fue relegada porque según las reglas de juego en el campo, uno debe estar donde es útil.


Los Encuentros, vivienda de Leonor, quedaba cerca de la confluenci,a de los río Campoalegre y Campoalegrito. Al fondo Naranjal 



Contrastrando con el espíritu timorato y medroso de Leonor, su madre, llamada mamá Zoila por los vecinos de La Capilla era la personificación del movimiento y la vereda marchaba al ritmo de su vitalidad. Su casa se convirtió en un blanco palomar desde donde se proyectaba en todas direcciones el influjo de su alma generosa y noble; la casa de mamá Zoila, decían los vecinos, era como la casa del cura: lata segura. (la expresión, lata significaba comida en el argot de antaño). Tenía como todas las matronas de ayer, un conocimiento empírico del poder medicinal de las plantas; sin embargo,  era consciente de las limitaciones curativas de éstas y justificaba la ausencia de resultados en algunos de los tratamientos que prescribía con la expresión " cuando Dios no quiere, el santo no puede". Sentía por los niños débiles y enfermos, que "crecen hacia abajo, como las colas de las vacas" un afecto especial, llegando a convertir su casa en un verdadero hospicio donde albergaba a los famélicos infantes, sometiéndolos a rigurosos tratamientos propios de la época donde no faltaban los baños con leche irrigados directamente de la ubre de la vaca y los tragos de leche caliente con extracto de boñiga para el sarampión y sobre todo, cariño, mucho cariño, porque según su criterio, el amor para el niño, es lo que el sol para las flores. Después de un tiempo, devolvía a los pequeños a sus agradecidos padres rubicundos y regordetes, listos para participar en el concurso del bebé más sano, que entonces patrocinaba la fécula farina.

Cuando la muerte enlutaba uno de los hogares de La Capilla, mamá Zoila se constituía en el apoyo fundamental para que los atribulados deudos superaran la dura prueba; sin embargo y en forma extraña, al culminar los novenarios, su hija Leonor salía de su abstracción y con voz inusualmente clara y segura conminaba a su padre a viajar a Buga a pagar una promesa incumplida por el vecino fallecido al Señor de los Milagros  o a cancelar una deuda insoluta y contraída con el dueño de la fonda de la vereda por otra persona que había entregado su alma a Dios. El padre, bonachón y complaciente , cumplía pacientemente los pedidos de Leonor interpretándolos como una extravagancia más de su desdichada heredera.

El entorno actual de La Capilla.


Hermosas postales que aún recuerdan el pasado .


Antes la caña era el principal producto agrícola de la vereda.


El ferrocarril de Caldas, al borde de la quiebra por falta de pasajeros se fortaleció con el incremento de viajeros que visitaban La Capilla atraídos por la fama de Leonor. 


Antiguo tanque que surtía de agua al tren y que como se ve está a punto de desaparecer. Debe ser recuperado por su valor histórico y está ubicado en Campoalegre Estación en La Capilla.


Una tarde un atribulado padre acompañado por un nutrido grupo de vecinos de La Capilla, acudió a la finca "Los Encuentros" llevando dos de sus pequeños hijos quienes agonizaban víctimas de un extraño mal. Esperaba encontrar en Mamá Zoila la terapia salvadora que le devolviera la salud a sus hijos. En el momento en que la respetable matrona _después de un breve diagnóstico_ iniciaba la medicación, Leonor la interrumpió con decisión y ante la sorpresa de los presentes exclamó:"¡ ese no es el tratamiento¡" Una débil réplica de su progenitora, fue acremente sofocada por Leonor con la expresión:"cuando yo digo burro negro no le busque pelo blanco", procediéndo a suministrarles a los niños un desconocido coctel de hierbas. Esa noche los niños permanecieron en la casa de Los Encuentros y los vecinos contagiados por una extraña corazonada permanecieron en vela en torno a los rescoldos de una fogata.

Se ha dicho que le milagro es "la aparición súbita de una realidad escondida" y esa misteriosa realidad oculta se manifestó a la mañana siguiente: los niños despertaron más lozanos que nunca y con esas pinceladas carmesí que el aire fresco de la montaña deja en las mejillas del campesino. Se constató el pálpito  en  aquella noche de vigilia, noche en que los campesinos -entre el sopor y el chisporroteo de las brazas, juraron haber tenido una revelación: según ellos cuando Leonor parecía hablar sola,  en realidad se estaba comunicando con las ánimas y éstas le habían otorgado el poder de curar como una gracia por las manifestaciones de su alma noble y al pagar las promesas y deudas de quienes en el más allá no encontraban la calma espiritual por no haber podido cumplir con los compromisos adquiridos, en una época en que la palabra empeñada era una escritura pública.

Desde ese momento la historia de La Capilla se dividió en dos. Atraídos por los desbordados comentarios empezaron a llegar enfermos desde los cuatro puntos cardinales. Los habitantes de la vereda esperaban el tren con ansiedad pues los pacientes significaban dinero generando empleo fácil y lucrativo y la economía de la región se orientó a ofrecer servicios a los peregrinos. A lo largo de la vía férrea surgieron innumerables ventorrillos ofreciendo a los visitantes viandas y gaseosas, mientras otro sector de la vereda brindaba alojamiento ya que el número de pacientes era tal que debía esperar varios días para ser atendidos por Leonor cuya fama había trascendido las fronteras regionales y ya ostentaba el flamante título de la Médica de la Capilla un instrumento que Dios había instituido para atenuar el dolor de la frágil humanidad.

Mientras tanto los trapiches y cañaduzales se habían quedado sin mano de obra y el atosigante barullo de la multitud y los problemas de orden público inherentes a las grandes concentraciones de personal enrareció el ambiente y cortó de raíz el melodioso concierto de los pájaros, que asustados ante la nueva realidad emigraban en bandadas abandonando los yarumos carboneros y guayacanes que fueron su santuario.

La Médica de la Capilla oficiaba como médium y por no saber leer ni escribir dictaba las recetas a uno de sus familiares éstas eran sencillas casi que folclóricas: "báñese en la noche de luna llena con agua de rosas rojas trasnochadas" y añadía.."Póngale mucha fe". El viajero daba una donación voluntaria en dinero que aunque pocas veces fue importante el aporte del excesivo número de peregrinos convirtió su vivienda en verdadera "casa de caudales" donde fundas colchones armarios y costales fueron insuficientes para guardar las ofrendas por eso, el circulante aumentó en la vereda e irrigó las humildes viviendas depositados como por los vientos de agosto  mitigando las necesidades de sus habitantes y aumentando el halo mágico y misterios que envolvía el sector.

En 1941 , muy a su `pesar el alcalde de Santa Rosa Juan J. Jaramillo quien defendía a Leonor por haber salvado al ferrocarril de Caldas de la quiebra al aumentar con sus poderes sanatorios el flujo de pasajeros  presionado por el gobernador se vio obligado a conminar a Leonor , como ser rebela en la siguiente carta :

Señora Leonor Ocampo, médica de La Capilla.

En vista del alarmante problema que para las autoridades se ha venido presentando por la aglomeración de gente que diariamente acude a usted para que les recete medicina, me veo en la penosa obligación de manifestarle que de continuar recetando me veré obligado a tomar enérgicas medidas para evitar las continuas peloteras y escándalos de una y otra clase que por allí suceden .

Usted muy bien comprende la situación comprometedora para mi persona como responsable de lo que dentro de mi jurisdicción ocurre por no haber tomado las medidas conducentes. Allí tenemos pleno conocimiento de lo que está sucediendo por parte de personas que acuden en su búsqueda y esto no lo puede tolerar la autoridad..

Leonor y su familia, respetuosas de la ley aceptaron sin renuencia la conminación y se trasladaron a Chinchiná. La Médica de La Capilla, murió después en una humilde vivienda cerca del cementerio.







Casa en La Capilla.



Entrada a los Encuentros


Paisaje en la Capilla



Casa en La Capilla.

Mucho se especuló tratando de buscar explicación a los sorprendentes hechos: era hechicería decían unos, Leonor era la persona elegida por las ánimas para hacer el bién decían otros y el resto opinaba que las curaciones se debían al conocimiento que tenía del poder curativo de las plantas . Sin embargo al analizar las sencillas fórmulas notamos que con la pócima pintoresca y folclórica, prescribía sobredosis de fe una virtud teologal que mueve montañas. Con ello estaba aplicando un axioma que hace dos mil quinientos años atrás ya pregonaba Hipócrates el Padre de la medicina "LAS FUERZAS NATURALES QUE SE ENCUENTRAN DENTRO DE NOSOTROS SON LAS QUE VERDADERAMENTE CURAN". Lo que contribuye a vencer la enfermedad  es la confianza y el deseo del paciente de recuperarse y Leonor,  al conjuro de la fe había activado y desencadenado los sorprendentes mecanismos de defensa del organismo humano.

La fe hizo que Juana de Arco una joven campesina sin experiencia en "el arte" de la guerra llevara a Francia a recupera rel honor mancillado por los ingleses. Esa misma fe hizo que Leonor, predestinada a permanecer en el enrarecido ambiente de una cocina, se convirtiera en alguien útil y le labró un nicho en la historia de nuestra ciudad protagonizando un capítulo especial sin descifrar plenamente, pero lleno de mensajes sobre las sorprendentes posibilidades del ser humano para superar sus limitaciones y abrir nuevas fronteras que nos conducen a dimensiones ajenas al mundo convencional en que "vivimos".

Los invito a leer más sobre el pensamiento mágico de nuestra ciudad en el libro Historias y leyendas de Santa Rosa de Cabal , donde consigné una extensa investigación alusiva al  el pensamiento mágico de la ciudad. Lo pueden leer en la biblioteca municipal. Ah¡ ingresen también a  a ver el video en Youtube Jaime Fernández Botero: tras las huellas del ferrocarril en La Capilla.
   

                               

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