jueves, 21 de junio de 2018

La política en Santa Rosa de Cabal.




“La historia del país: el mismo infierno con diferentes diablos.”

“La violencia ha sido la partera de la historia”, dijo Marx; esta frase refleja la cruel realidad del país, cuando observamos que en el siglo XIX estallaba una revolución cada diez años y además de los devastadores efectos sobre la economía, por lo general las fuerzas vencedoras imponían una nueva Constitución, legitimada simbólicamente con algún remedo de asambleas populares y de facto nombraban presidente. Así ocurrió en 1843, 1863, 1886. Posteriormente, cuando la “estabilidad política” se logró, después de la guerra de los Mil Días, que consolidó la Constitución Centralista de Núñez y convirtió al Primer mandatario en un César Presidencial con poder omnímodo de controlar las ramas del poder público, aún la judicial, a través del artículo 121 que consagraba el  “ Estado de Sitio”. Apuntalados sobre esta estructura legal, Los Estatutos de Seguridad, con sus tribunales militares juzgando civiles, y “Las Altas normas de policía”, se convertían en patente de corso para que las fuerzas gubernamentales “impusieran la ley y el orden”, en detrimento de los derechos ciudadanos. Sin embargo, la “verdad oficial  y sus voceros, los medios de comunicación, seguían alimentando el sofisma de llamar a Colombia como “la democracia más antigua de América.”


Durante el siglo XIX, en los frecuentes  períodos de conflicto, los partidos políticos se alternaban en la condición de víctimas y victimarios, verdugos o mártires;  los Héroes de la Patria se bajaban de sus pedestales para proteger sus intereses o consolidar sus doctrinas políticas  y aplicando el principio del fin justifica los medios, no vacilaban en  arrasar con saña los obras que los ciudadanos habían construido colectivamente, en los breves interludios de paz. Estos sucesos, originados en los centros de poder político y económico,  marcaron también el destino de nuestros pueblos, aldeas que apenas encontraban su norte orientado a conseguir “la felicidad” y el progreso, veían truncadas sus aspiraciones cuando los enfrentamientos políticos desataban el torbellino de pasiones.





El fervor partidista .




Un breve recuento, en Santa Rosa de Cabal, reafirma la premisa expuesta:

Tomás Cipriano de Mosquera llegó a la presidencia de La Nueva Granada en calidad de conservador; En 1859, ya incorporado a las toldas del liberalismo,  desempeñaba la primera magistratura del Estado del Cauca, su pragmatismo, consolidado desde la guerra de independencia donde participó siendo casi un adolescente, ya concebía la inevitable contienda contra el gobierno Central, representado por  conservador Mariano Ospina Rodríguez, incidió para degradar a Santa Rosa a la condición de aldea, dependiendo del distrito de Chinchiná con la Aldea de María como cabecera, percibiendo el poco apoyo a sus intereses pues la población de Santa Rosa aún tenía fuertes vínculos afectivos con Antioquia, acérrimo rival del Cauca. Con tales antecedentes, no fue extraño las exacciones que  padeció la población cuando los ejércitos del “demente exquisito”, pasaron en 1860, rumbo a Manizales: se  confiscaron  cosechas, caballos, ganados, alimentos y se  impusieron empréstitos forzosos  “so pena de ser declarados enemigos del Estado del Cauca y juzgados como tales”  con la obligación de ser cancelados perentoriamente. Además, en su retirada a tierras caucanas, después del combate  de la Esponsión, el puente sobre el río Otún, construido desde 1852, después de muchas dificultades para subvencionar a través de un peaje la educación de la aldea, fue destruido. Lo mismo ocurrió en 1876, cuando las fuerzas del régimen radical, emplearon como cuartel las instalaciones de la escuela, dejando al partir una estela de destrucción con bancas y útiles convertidos en leña o esparcidos por el entorno. 

Terminada la guerra los niños quedaron sin estudio durante mucho tiempo porque era necesario priorizar la lenta reconstrucción de las obras destruidas debido a la situación de penuria fiscal. Durante muchos años el distrito de Santa Rosa, reclamó las pertinentes indemnizaciones, pero aunque hubo reconocimiento de las mismas a través de actos administrativos, todo se quedó en letra muerta.


En 1872, la división Iglesia y el Estado radical se manifestó en la incipiente aldea, cuando un grupo de comerciantes fue baleado por orden del alcalde Avelino Osorio, en la plaza principal, por seguir las instrucciones del cura José Ramón Durán de Cázares. El sacerdote en contra de lo exigido por el alcalde, pedía que el mercado semanal se hiciera el sábado. Dos muertos y varios heridos dejó el incidente y la salida definitiva del clérigo quien murió en Cartago. El luctuoso hecho ponía el punto final a unas tensas relaciones entre el poder civil y el clero, iniciadas en la ciudad en 1863, con la aplicación de la ley de cultos cuando fue expulsado el presbítero por no subordinar su ministerio a las condiciones exigidas por la Constitución Federal de 1863. La aldea, seguía sufriendo las consecuencias de no apoyar incondicionalmente al régimen radical de los gólgotas.

Pero la anhelada paz seguía siendo esquiva, vientos de guerra empezaban a sembrar inquietudes y despertar el temor de los habitantes de la localidad pues crecían los rumores sobre reclutamientos en Manizales y Neira de personas destinadas a engrosar la lista de los radicales, enemigos del gobierno que gradualmente iba pasando a manos del conservatismo y una coalición con el liberalismo,  anunciando un nuevo conflicto. Las tensiones políticas se acentuaron cuando las funestas expectativas se materializaron en enfrentamientos aislados entre ciudadanos con diferentes posturas ideológicas. El 1º de octubre de 1883, dos fervientes radicales coreaban vivas a sus fracciones políticas con las expresiones: “ Viva el partido radical, nosotros somos radicales, abajo los godos”. El reto fue respondido por otros ciudadanos con apasionadas arengas constituidas en el detonante que encendió la trifulca. El balance final de la escaramuza fue la mano amputada de uno de los manifestantesy el recrudecimiento de las tensiones, pues el orden público seguía deteriorándose con desordenes causados “por quienes a altas horas de la noche entran a las pulperías donde se embriagan con aguardiente y salen a la calle a escandalizar y tratar mal a personas honradas”, decía el alcalde en una comunicación, solicitando autorización para ordenar el cierra de los expendios de licor a partir de las nueve de la noche.

 La guerra se desató de nuevo, esta vez, el gobierno estaba en manos de Rafael Núñez, quien inicialmente fue liberal y ahora como conservador se enfrentaba a sus antiguos correligionarios, por eso, ahora  fueron los liberales radicales, quienes en Santa Rosa debían firmar documentos comprometiéndose a no denigrar del gobierno, so pena de cancelar una multa. Un fiador debía avalar la fianza. El drama de la población y la escasez de alimentos, hizo que se alimentaran con el obambo, un tubérculo, hoy desaparecido, que mitigó la penuria; pero,  aunque "el pueblo es muy pobre, decía el alcalde,  y no hay que quitarle nada a nadie , hay una fuerza de 50 hombres sin como mantenerlos"; por eso, se exigían  exacciones, onerosos gravámenes e impuestos a los considerados enemigos primero; segundo a los indiferentes que "a nadie sirven" y en último grado a los llamados amigos, pero que no han prestado servicio alguno al gobierno”.

Algunos años  de paz vivieron los santarrosanos hasta que se desató la sangrienta Guerra de los Mil Días. El enfrentamiento dejó siniestras huellas en el alma de todos los habitantes de la ciudad. Los liberales que no siguieron a sus partidarios al campo de batalla, aparte de las onerosas contribuciones de guerra eran obligados a permanecer confinados en sus casas y si violaban el arresto domiciliario eran encarcelados. Quienes no podían pagar su contribución de guerra iban al cepo y los que quedaban en la inopia por las exacciones, eran obligados a entregar humildes elementos del ajuar doméstico. El último clavo de este ataúd de desgracias para los opositores se colocó en el mes de diciembre de 1901, cuando fue asesinado uno de los jefes del liberalismo don Eusebio ángel y herido su hermano.


El 10 de abril de 1902, el Medio Batallón Santa Rosa al mando de Jesús María Villegas, fue sorprendido en las horas de la madrugada en Armenia y muertos a machete más de veinte santarrosanos, hecho que causó un fuerte impacto en la población; hubo luto y tristeza. El lúgubre semblante de la población terminó cuando el 6 junio de 1902 a instancias del gobierno nacional y el alcalde Juan Clímaco López, se consagró el país al Sagrado Corazón de Jesús y la ciudad asumió la significativa celebración como un ritual de exorcismo reparador, iluminando con velas las fachadas de las viviendas la noche previa a la ceremonia y engalanando el templo con vistosos ornamentos sagrados y coloridos arreglos florales. 

Uno de los directorios de la ciudad de ayer.


En las dos primeras décadas del siglo XX,  Martiniano Trujillo, quien años después sería el bisabuelo del hoy expresidente César Gaviria, con un grupo de sus diecisiete hijos tuvo una profunda influencia en la ciudad, alternándose la alcaldía, y el concejo durante el período referido. La década comprendida entre 1920 y 1930, fue de profunda agitación política especialmente en sus postrimerías, Pedro Luis Giménez, líder del conservatismo se enfrentó con un sector de su partido y parte del clero; además, el liberalismo, unido con el partido comunista y el socialismo crecía en adeptos y se preparaba para asumir el poder. Fue un período tenso, donde los oradores con sus “discursos líricos políticos”, prendían la plaza y luego se marchaban dejando a una población dividida por los odios partidistas, marcando el fin definitivo de las pocas relaciones de confianza consolidadas en las jornadas del trabajo colectivo de los primeros lustros de la población. María Cano, en 1927, desde los vagones del tren que la conducía a Pereira, se dirigió a la clase obrera de la ciudad y al partir, el juez civil del circuito la acompañó hasta Pereira. Restrepo, quien era el juez de espíritu libertario y rebelde, había tenido agrios enfrentamientos con el alcalde cuando en una visita a las instalaciones de la cárcel se encontró entre los haberes de uno de los detenidos , una obra de José María Vargas Vila; el mandatario municipal ordenó decomisar el libro censurado por el régimen, pero el funcionario judicial se opuso decididamente con la expresando "no tenemos que hacerles caso a las prohibiciones de esos sayones", refiriéndose a los curas. La situación se hizo más tensa, cuando el alcalde hizo privar al juez de la libertad y éste, cuando salió de la cárcel, ordenó detener al jefe de policía. El juez, era un activo militante de los partidos de oposición y participaba con arengas y discursos en los mitínis de la clase obrera, no ocultando un intimidante revólver que se negó a entregar cuando fue requerido por la policía aumentando aún más el enrarecido ambiente político. 

Por eso, no fue de extrañar, que al regresar Restrepo de Pereira , encontrara su destitución fulminante en su escritorio.

Pero, finalizando la década del veinte, estalla otro fuerte enfrentamiento entre quien fue el máximo líder del partido conservador, Pedro Luis Giménez y otro sector del conservatismo apoyado con virulencia por un sector del clero, encabezado por el padre Buitrago quienes convirtieron las homilías en el púlpito en virulentos ataque políticos y los concejales sus actos administrativos en cargos contra el clero. Al final de la década Pedro Luis Giménez, perdió sus mayorías y se fue distanciando del conservatismo sin dejar de participar en el proceso administativo cuando su hijo ocupó por el liberalismo la alcaldía de la ciudad. 


Tierna imagen en tiempos turbulentos.


En 1930 pierde el conservatismo el poder y Rafael Olaya Herrera, ordena que sin excepción, en todos los municipios de Colombia, se nombren alcaldes Liberales. En Santa Rosa, la correlación de fuerzas estaba a favor del conservatismo, como lo demuestra la composición del Concejo: de once ediles, nueve eran conservadores. Esto hizo que los alcaldes carecieran de gobernabilidad y catalogaban la administración de la ciudad como una “leonera”, donde un rumor infundado o no, podía encender una hoguera de enfrentamientos. Sin embargo, la guerra con el Perú, atemperó los odios partidistas cuando todas las colectividades con el lema de "paz en el interior y guerra en las fronteras" abocaron unidas y con decisión la reacción contra el dictador Sanchez Cerro del Perú que había ocupado con el objeto de anexarla a su país parte del trapecio amazónico. Los peruanos abandonaron sus proyectos de expansión y el país después de breves períodos de convivencia gracias a ciertas estrategias de recobrar la confianza nombraron canales de comunicación escogiendo el partido liberal un grupo de conservadores y a su vez este partido escogía de las huestes liberales el grupo que abocaría conversaciones y planes para zanjar las diferencias de una manera civilizada.


Sin embargo, la dinámica de la violencia desbordó las tímidas estrategias para restaurar la convivencia social como ocurrió el domingo 16 de abril de  1933, en la ya Plaza de Bolívar cuando una reunión para quemar a “Judas”, el Domingo de Resurrección, terminó con un enfrentamiento entre la oposición conservadora y la fuerza pública, dirigida por el alcalde liberal Emilio Arango V. dejando como saldo dos muertos y varios heridos. Se seguía ahondando, la brecha de odio y polarización política y poco tiempo después otro "chisme" casi genera una asonada cuando se esparció el infundio que desde la sede de la Alcaldía, se había retirado el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús y relegado al cuarto de San Alejo. El alcalde previendo una reacción visceral, por el fervor místico que la población profesaba a histórica imagen entronizada en 1902, mientras la población guardaba riguroso duelo por los soldados muertos en el asalto de Armenia, acudió sin pérdida de tiempo y despojado de cualquier rasgo de altivez u orgullo, al templo para garantizarle al levita que invitaba a todos los habitantes de la ciudad a su despacho con el fin de comprobar personalmente que el rumor propagado era, además de perverso, era infundado. Las procelosas y turbias aguas, volvieron a su nivel.  





Antigua escuela Católica, 
La exclusión de algunos de los profesores conservadores de las escuelas de la ciudad, hizo que con el apoyo del Concejo Municipal se creara la Escuela Católica, sin contar con la anuencia del alcalde de entonces. Cuando el enfrentamiento de los grupos políticos se acentuaba, se nombraban alcaldes traídos de otros pueblos para "ofrecer garantías" a las dos colectividades políticas y no pocas veces a las luchas intestinas y divisiones que tenían los dos partidos. 

Mariano Ospina asume a partir de 1946, la Presidencia. Pocos años más tarde, en Santa Rosa se dividen los conservadores en dos fracciones enemigas acérrimas: Ospinistas y Laureanistas



En 1948, el conservatismo había asumido el control del Estado y después de la muerte del doctor Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal que encarnaba la esperanza del pueblo; "Cacharrito", un apasionado seguidor del líder fue ultimado por reivindicar con un ¡viva¡ su gesta: "¡mataron a mi papá,¡ afirman algunos que expreso y el victimario mientras atentaba contra la integridad del humilde comerciante respondió : y el hijo también se murió". Se reactivaba así  la pugna liberal conservadora en todo el país; el gobierno que había sumido el poder por una división del liberalismo mayoría entonces,  en el país, impone a través de grupos respaldados por la fuerza pública, una siniestra represión para conservar el poder , cuya expresión descarnada y cruel la encontramos en la obra “viento seco” que estremece y angustia : otra vez, como en el siglo XIX y en 1933, “la defensa de las instituciones y el orden legitima el abuso de poder. En este doloroso capítulo, aunque si bien es cierto que no hubo las  masacres que nos avergonzaron ante  propios y extraños, en Santa Rosa comienza un proceso de persecución a los ciudadanos de filiación liberal a través de policías llamados aplanchadores, atentados y colocación de “bombas” en sus residencias obligando a abandonar la ciudad prestigiosos y honrados personalidades ; aunque hubo ejemplos de resistencia al fuego que se atizaba por los dirigentes de ambos partidos desde los directorios de la capital, pues desde el corregimiento del Español, en época electoral el jefe del liberalismo salía encabezando la fila de jinetes en sus corceles ondeando la bandera roja y después,  hacía lo propio su hijo, encabezando las huestes conservadoras con sus respectivos pabellones azules y el Sindicato de Pequeños Comerciantes, en una muestra admirable por la tolerancia y el respeto de las ideas de sus integrantes, acogió como enseña una bandera formada por los colores azul y rojo unidos por una franja blanca, toda una lección y demostración de civilización y convivencia en medio del enrarecido ambiente.
 
 
 
 
Homenaje rendido por el Partido Liberal de Santa Rosa al doctor Jorge Eliécer Gaitán, poco después de su asesinato.




El Directorio Liberal de Santa Rosa en el homenaje al líder inmolado.




 

Esta  atmósfera de sectarismo  sólo  vino a desaparecer con la creación del Frente Nacional que si bien tuvo el carácter de excluyente y antidemocrático se le debe reconocer la eliminación de los odios partidistas, cuando las dos colectividades se unieron para elegir Presidente durante diez y seis años y dividiendo los cargos públicos por partidas iguales entre “godos” y “cachiporros”, como despectivamente, se llamaban entre sí , los herederos de los odios ancestrales de los seguidores de Bolívar y Santander.

Campesinos de Guaimaral el día de elecciones.


 


Conservadores de Guaimaral en día de elecciones 1949.





La elección popular de alcaldes, las actividades previas a la constituyente que terminó con la constitución del 91, que comparada con la del 86, ya obsoleta y anacrónica, trajo una nueva era , donde los municipios contaban con recursos del IVA para realizar obras y dinamizar procesos sociales y culturales y su implementación aunque lenta, desarrolló derechos y arropó a buena parte de nuestra población; los primeros alcaldes abocaron su misión con entusiasmo, aunque sin desconocer que el clientelismo político, manifestado en dádivas como el cemento y el ladrillo y en la oferta de los cargos públicos a cambio del apoyo electoral ya iba cobrando fuerza; con el tiempo, el conservatismo desgastado por el ejercicio del poder y algunos problemas judiciales en estos años, fue derrotado por un joven ajeno a los partidos tradicionales a quien conocí agitando ideas en las épocas de las propuestas presentadas por el pueblo para llevarlas a la Constituyente y durante dos períodos estuvo al frente de los destinos de la ciudad marcando con ello un hito histórico que no se puede desconocer; aunque el poder embriaga y  obnubila generando errores de cálculo que se deben replantear porque a pesar de lo que se cree el electorado no traga entero ; esta frase es aplicable a todos los que buscan el apoyo del pueblo para llegar a los cargos de elección popular.


Hoy, todos conocemos la realidad del país: un modelo económico que vende al mejor postor los recursos naturales, empresas electorales donde los varones de la política y el inframundo económico hacen cuantiosas inversiones  para usufructuar y obtener dividendos  a costa de  instituciones sagradas para cualquier democracia como la salud; multinacionales asumiendo la soberanía y …, bueno, para que seguir con la salmodia que repetimos impotentes, todos los días.

 La desesperanza aprendida del pueblo, sabe que en la actual clase política a pesar de sus discursos, no transformará los vicios que carcomen la democracia, pues de acurdo con la sabiduría popular, “los políticos son como los gallinazos: pelean por tripa durante el día y de noche van a dormir al mismo árbol.
            

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