miércoles, 29 de mayo de 2019

Santarrosanos en la Guerra de Corea (Segunda parte)




El primer batallón Colombia salió por el puerto de Buenaventura, otros zarparían de Cartagena, rumbo a Corea, y después de cruzar el Pacífico llegaron a Pusan en corea del sur. El desolador panorama los estremeció y aunque la recepción por parte de los aliados fue efusiva y animada por himnos que inflamaban el fervor por su misión, la realidad parecía decirles: “bienvenidos al infierno, Colombianos” : todo era destrucción y ruinas. Entre los escombros y los profundos cráteres dejados por las bombas deambulaban grupos de niños huérfanos,  con la mirada perdida a quienes les habían arrebatado el alma, sus afectos y el deseo de vivir; algunos integrantes de las unidades de sanidad conmovidos les brindaron apoyo y compartieron con los  infantes parte de sus raciones, pero fue imposible propiciar siquiera una imperceptible sonrisa en su rostro, o que sus ojos insinuaran un fugaz destello de la luz que antes les reveló la belleza de la vida. El miedo, el estrés, y el hambre habían agotado hasta sus lágrimas.


 
Don Efraím Beltrán C. Soldado santarrosano, combatiente en Corea e integrante del Segundo Batallón Colombia, cuyo valor fue reconocido por los altos mandos de las Naciones Unidas y la comandancia del Batallón colombiano.



Medalla recibida por don Fabio Llanos combatiente santarrosano en Corea.



                                                             Don Fabio Llanos santarrosano
                                                                    combatiente en Corea.




                                              Condecoración Estrella de Bronce otorgada a 
                                                                 don Fabio Llanos  
                                            


Pero en la guerra no hay lugar para el sentimiento y muy pronto recibieron las rigurosas instrucciones de combate donde la deshumanización, como tósigo letal, era el pasaporte  para la supervivencia; la entrega del Fusil MI era el punto culminante del crucial rito antes de recibir el bautismo de fuego: “Este será en adelante, dice el oficial, su única familia, ya sus padres, hermanos, sus mujeres y novias quedarán en un segundo plano; este fúsil, será su compañero inseparable que sólo la muerte podrá arrebatárselos y el único que podrá propiciar el regreso a la patria y el reencuentro con sus seres queridos.”. Sus almas se iban blindando aún más, al pasar por el cementerio de las Naciones Unidas erizado de cruces marcando las tumbas de los soldados de diez y seis naciones caídos en combate, ver los hornos para incinerar los cuerpos de las fuerzas enemigas y la entrega de la placa o código de guerra que en adelante los identificaría. Fueron cuatro los Batallones Colombia que participaron en los tres años que duró el conflicto; cuando arribó el primero en 1951, ya Corea del Norte había pasado el paralelo 38 invadiendo a Corea del Sur, tomando a su capital Seul; luego las tropas de la O.N.U, penetraron en territorio invasor  asumiendo el control de la capital norcoreana Pyongyang; sin embargo, una ofensiva de las fuerzas comunistas habían reconquistado esta capital. La imaginación se queda corta para describir el horror, el valor y el carácter de nuestros combatientes para cumplir una misión, que no alcanzaban a comprender, pero cuando “un soldado empieza a pensar, casi ha dejado de serlo”; por eso,  no había lugar para razonar;  cruzado el rubicón ya no había marcha atrás, la suerte estaba echada, “alea jacta est” como dijo Julio César y se enfrentaron al horror con la consigna del cazador : que se teme al oso, se teme; pero una vez frente a él, no se piensa sino una cosa : ¡qué no se escape”




Minuto de silencio en memoria de los soldados colombianos muertos en Old Baldy, en la sangrientabatalla , participó don José Diego Cañas G. Al fondo el cerro escenario del dramático enfrentamiento.



El infierno pintado por Dante palideció, comparado con la odisea de Corea: incursiones en cerros fuertemente defendidos, bajo letales bombas que al estallar en el aire esparcían en el entorno mortales partículas, confrontaciones bajo incesante fuego de granadas, artillería y  bombas incendiarias de  napalm en medio de la nieve con temperaturas inferiores a 25 grados bajo cero, como si el infierno se hubiera congelado; explosivos que literalmente desintegraban a sus víctimas; valerosas expediciones para rescatar los cuerpos de sus compañeros muertos, envueltos en material detonante  dejados como señuelos al alcance de la artillería rival; soldados semi enterrados en sus trincheras por efecto de bombas y morteros, mientras sentían al enemigo caminar sobre ellos, pensando quizás que en esos angustiosos momentos era viernes santo en Colombia y sus seres queridos oraban postrados ante la Virgen del Carmen  por sus vidas  o, ya en la penosa condición de prisioneros, capturando ratas y cucarachas en sus mazmorras para cambiarlas por cigarrillos. Old Baldy, fue quizás la más sangrienta de las batallas librada por El Batallón Colombia,  donde oleadas de chinos con espíritu suicida estremecieron la línea de defensa de los colombianos suscitando algún comentario injusto.



 
Don José Diego Cañas G. Integrante del Tercer Batallón Colombia.


Tarjeta de Filiación de don José Diego Diego Cañas.





Constancia expedida por el ejército colombiano que acredita las condecoraciones recibidas por su valor.






                                  Don William García, quien prestó sus servicios en la Fragata 
                                           La Bayona, llamada después Almirante Brión.
                                                                        

Histórica bandera con la cual la Brigada de Institutos Militares  recibió a los integrantes del Batallón
                                                           Colombia.

Quiero recordar con respeto y admiración a quienes no regresaron a la patria y a los que superaron esta prueba de horror, la mayoría de ellos, como el Coronel de García Márquez, fallecieron esperando una pensión del Estado o un cargo público que nunca obtuvieron, en especial a los Santarrosanos Efraím Beltrán C, quien siguió sirviéndo a la patria como agente de policía, don José Diego Cañas Galvis, quien recibió dos medallas por sus valientes acciones en las batallas del monte 180 y la heroica defensa del monte Old Baldy quizás la más escabrosas y violenta de todas las libradas por los colombianos. Una vez reincorporado a la vida civil, prestó sus servicios a la Empresa Arauca, entidad que reconoció  la responsabilidad como asumió su deber de conductor al mando del "legendario expreso de La Dorada"; a don Fabio Llanos a quien tuve el honor de conocer y otros que espero no queden en el olvido como don Jorge Alirio Bustos y don Augusto Echeverry. Todo su valor queda resumido con la frase del comandante de la vigésima cuarta división norteamericana, MG. Blackshear Bryan :


” HE COMBATIDO EN TRES GUERRAS, PENSÉ QUE NADA ME FALTABA POR VER EN EL CAMPO DEL HEROÍSMO Y LA INTREPIDEZ HUMANA , PERO ME FALTABA POR VER COMBATIR AL BATALLÓN COLOMBIA”.


Bibliografía: Roa Martínez Alejandro, Sangre en Corea y datos adicionales obtenidos en conversaciones con los protagonistas y familiares de los combatientes y notas de El Tiempo.
      
Jaime Fernández Botero. Blog: Atalaya Santa Rosa de Cabal.
  


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